miércoles, 19 de noviembre de 2014

Cubano el primer ferrocarril caribeño





*Inaugurado en 1837, antecedió en más de una década al camino de hierro español...

Escrito por  Alexis Schlachter Antolín

    Domingo 19 de noviembre de 1837.- Día histórico. Cuba se convierte desde este amanecer en la sexta nación del mundo y la primera de Iberoamérica y el Caribe - antes que España incluso- en contar  con un camino de hierro para dar paso a uno de los inventos que mercarán la economía mundial del siglo XIX: la locomotora.
    Cumpleaños de Su Majestad la Reina Isabel II de España. A pesar de la pertinaz lluvia tropical que cae desde la madrugada y la temperatura inusualmente fría para Cuba, una ansiosa multitud  se arremolina hacia el centro de La Habana, capital del país antillano, más exactamente en la Parada Garcini, para presenciar la salida de la primera locomotora que arrastrará un coche con 70 aturdidos pasajeros, quienes han pagado veinte reales por el inusual viaje y, detrás, un solitario vagón de mercancías. El tramo de vía es de unos 27 km. hasta el pueblo llamado Bejucal.
     Cuba inaugura su ferrocarril el mismo año que Francia.
     Antes, lo han hecho, en orden sucesivo, Gran Bretaña (27 de septiembre de 1825), Francia y Austria (1828), Estados Unidos de América (1830) y Alemania (1835).
    Ocho locomotoras de factura inglesa aguardan para ser utilizadas en la futura ampliación de las vías ferroviarias de esta nación antillana. Sus nombres son: Cubana, Habana, Comisión, Villanueva, Herrera, Escobedo, Colón y Cervantes.
    Así, posiblemente, narraron los cronistas de la época el comienzo de una nueva era en las comunicaciones dentro de Cuba. Hoy, en el tercer milenio de la humanidad, no pocas personas en Iberoamérica se asombran al comprobar que la colonia caribeña de España se adelantó a la metrópoli en once años (línea de Mataró a Barcelona, sólo a partir del 1848) y muchos se preguntan las razones para semejante hecho aparentemente contradictorio.
    El historiador Oscar Zanetti plantea al respecto: “Con el fin de entender la necesidad histórico - económica para que en Cuba surgiera el primer camino de hierro iberoamericano y caribeño -con el consentimiento e impulso de la corona española - hay que buscar antecedentes en el momento en el cual  este archipiélago antillano avanza impetuosamente hasta convertirse en la azucarera del mundo.

     La convulsa independencia de las trece colonias inglesas y la Revolución de Haití posibilitaron que Cuba se convirtiera muy rápidamente en la principal proveedora de azúcar de los mercados europeos y del norteamericano; esto, por supuesto, beneficiaba las arcas de España.
    Pero en 1826 aparecieron en Francia las primeras grandes industrias productoras de azúcar de remolacha, mucho más barato este último que el tradicional dulce extraído de la caña en el archipiélago caribeño; en consecuencia, la competencia francesa hizo mella en la economía cubana.
    ¿Cómo abaratar la producción azucarera? Fue divisa de vida o muerte para los hacendados cubanos reunidos en la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Hubo intentos, pero éstos fracasaron hasta que se llegó a la conclusión de que la solución estaría en la introducción del ferrocarril para abaratar costos de transportación, particularmente desde plantaciones lejanas de las costas.
    España necesitaba ese medio de transporte con mayor urgencia en Cuba que en el propio reino y, por tal motivo, no hubo dudas ni lamentaciones porque el primer camino de hierro de Iberoamérica naciera en tierras de su última colonia en América”.

CONTRATIEMPOS
    En abril de 1835 llegaron a La Habana los ingenieros estadounidenses Alfred Krugery y Benjamín H. Wright para comenzar  la construcción de la primera línea férrea, luego de su aprobación por las autoridades nucleadas en la llamada Junta de Fomento que supervisaría oficialmente la obra.
    Se iniciaron los trabajos pero, apenas comenzados, tuvieron que detenerse por un año debido a una orden del gobernador don Miguel Tacón hasta tanto no se variase el trazado del recorrido. Argumentaban los militares que la vía pasaba demasiado cerca de una importante fortaleza habanera conocida por el nombre de Castillo del Príncipe.
    No quedó más remedio que obedecer y, finalmente, la Junta de Fomento varió el rumbo del ferrocarril aunque esto encareció la obra respecto a los estimados iniciales.
A la postre, y como consecuencia, dos meses antes de concluir el tramo  La Habana – Bejucal, se acabaron los fondos. Fue necesario entonces un nuevo préstamo del banquero británico Alexander Robertson quien accedió a cambio de elevar las tasas de interés.
    A mediados de 1837 comenzaron a desarrollarse aceleradamente los trabajos en las terminales ferrocarrileras, los almacenes y los talleres: fueron contratados maquinistas y operarios británicos así como vigilantes de tramos, guardalmacenes y otros.
Finalmente, y pese a los citados contratiempos, todo quedó terminado en tiempo.
 UNA LUCHA ENTRE INTERESES CONTRAPUESTOS

   La terminación del tramo ferrocarrilero entre la capital cubana y el pequeño pueblo de Bejucal, en las afueras a 29 km, evidenció una sorda lucha de intereses económicos contrapuestos: los de Gran Bretaña y aquellos del naciente poderío de Estados Unidos de América.
    La rivalidad se reflejó en los hechos siguientes:
- Las negociaciones iniciales con las autoridades españolas incluyeron ocho locomotoras inglesas a las cuales se calificó posteriormente como inservibles por parte del ingeniero de EUA, Krugery. El gobierno de Su Majestad británica, por su parte, calificó el asunto de sabotaje.
- Con el capital inglés, los dos ingenieros de EUA, al frente de la obra, adquirieron locomotoras Baldwin fabricadas, precisamente, en la patria de Lincoln
- A pesar de todo, los intereses londinenses lograron mantener el control de las líneas férreas en el occidente de Cuba. Su continuidad en el sector durante décadas se debió a la relación con los hacendados cubanos, la deuda bancaria de España con el Reino británico así como el suministro de insumos y maquinarias azucareras facturadas en Gran Bretaña.
   El primer ferrocarril iberoamericano y caribeño enfrentó a dos potencias.

LOS ANTECESORES
    La primera locomotora fue construída en el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte allá por el lejano año de 1804, obra del ingeniero inglés Richard Trevithick.. Tras el éxito inicial fueron construídos diferentes modelos de ferrocarril, sobre todo para uso en minería, pero con éxito más bien moderado.
    No fue sino hasta 1829 cuando apareció en  Gran Bretaña una locomotora capaz de transportar pasajeros y, al mismo tiempo, carga. En aquel año, el Rocket (Cohete), diseñado por el ingeniero George Stephenson ganó un concurso patrocinado por la compañía Liverpool and Manchester Railway.
   La nueva máquina fue capaz de arrastrar una carga tres veces su propio peso a 20 km por hora y transportar un vagón lleno de pasajeros a 39 km por hora.
Paralelamente, en la otra orilla del Océano Atlántico, fue probada en Honesdale, estado norteamericano de Pennsylvania, la primera locomotora que funcionó en el hemisferio occidental: la Stourbridge  Lion.
  Era de fabricación inglesa pero apenas un año más tarde comenzaron a construirse en los propios Estados Unidos de América; ocho de tales máquinas fueron, precisamente, las utilizadas más tarde en los primeros tramos ferroviarios de Cuba.

126 ANIVERSARIO DE SU NATALICIO





José Raúl Capablanca Graupera.  

*La Federación Internacional de Ajedrez conocida con las siglas FIDE estableció el 19 de noviembre como día mundial del ajedrecista como homenaje al campeón mundial cubano.

     El Gran Maestro cubano, gloria del deporte cubano. Campeón Mundial de ajedrez de 1921 a 1927. Se le conoció como la "La máquina de jugar ajedrez". En su carrera acumuló un total de 302 victorias, 246 tablas y 35 derrotas, ha sido el único campeón mundial que ha tenido Cuba y su trayectoria fue reconocida por la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE).

   Nace el 19 de noviembre de 1888 en la instalación militar del Castillo del Príncipe, en La Habana, hijo del comandante del ejército español José María Capablanca, de buena educación, culto y aficionado al ajedrez, y de Doña María Graupera. La Habana era entonces, junto con Nueva York y Nueva Orleans, el mayor centro ajedrecístico de América.
   Desde temprana edad demostró su talento para el ajedrez, que aprendió mirando jugar al padre, al cual derrotó en 1892, a la edad de cuatro años, noticia que se difundió por el mundo, siendo catalogado como el segundo niño prodigio, pues el primero había sido el norteamericano Paul Charles Morphy, el cual murió cuatro años antes del nacimiento de Capablanca.
    La partida más antigua que se conserva de José Raúl data de la edad de cinco años y fue jugada en el Club de Ajedrez de La Habana el 17 de septiembre de 1893 frente a Ramón Iglesias, quien ofreció al joven la dama de ventaja. Contando siete años le ganó una partida con igual hándicap al francés Tabernhaus, el cual estaba de visita en La Habana, quien años más tarde, cuando ya José Raúl gozaba de fama universal, aseguraba que era el único maestro que se había atrevido a darle la dama de ventaja a Capablanca.
    En 1900 ya se distinguía en el escenario ajedrecístico cubano. A los trece años derrota al Maestro Juan Corzo y Príncipe y gana el título de Campeón de Cuba. El match transcurrió de la siguiente forma:
Campeonato de Cuba - La Habana, 1901
Nombre
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
Total
J. Capablanca
0
0
=
1
=
=
=
1
1
=
1
=
0
7
J. Corzo
1
1
=
0
=
=
=
0
0
=
0
=
1
6

     En 1902 participó en el primer Campeonato nacional cubano de ajedrez, clasificándose en cuarta posición. A partir de entonces tomó parte en diversas competiciones, que le llevaron a recorrer Europa y Estados Unidos. A los 23 años ya era Campeón Panamericano.
    Concluye el bachillerato en el Instituto de Matanzas. Su familia no disponía de recursos económicos para sufragar sus estudios universitarios y permitirle estudiar en el extranjero, por sus buenos resultados académicos Ramón San Pelayo se dispuso a financiar su formación.
    En el verano de 1904 fue enviado a Nueva York para estudiar inglés, cursó estudios secundarios en la Woodycliff School de New Jersey, donde se preparó para entrar en la Universidad de Columbia, donde ingresa en 1906 en la carrera de Ingeniería Química. Sin embargo, permanentemente distraído por su pasión en el juego ciencia, sólo cursó los dos primeros años.

Primeros torneos
    Durante su estancia en Estados Unidos comenzó a visitar el Manhattan Chess Club, en 1905 participó en un fuerte torneo donde tuvo la oportunidad de enfrentar por primera vez al gran Lasker, Campeón Mundial al cual logró derrotar. A fines de 1908 y comienzos de 1909 recorrió los Estados Unidos.
    En 1909 jugó con el gran maestro Frank J. Marshall, a quien ganó 8 partidas, entabló 14 y perdió solo una. Consiguió el tercer premio compartido con Oscar Chajes en el campeonato estadounidense de 1911, detrás de Frank Marshall. Allí mismo ganó el Premio a la brillantez y el título de maestro. También en este mismo año participó en el gran Torneo de San Sebastián, perdiendo solamente una partida contra Rubinstein. Allí ocupó el primer puesto, superando al propio Rubinstein, Nimzowitch, Spielmann, Marshall, Janovski, Schelechter, Vidmar, Tarrasch y Berstein, que eran considerados entonces los mejores jugadores de la época.
   Compartió el último puesto en Carlsbad en 1911. Obtuvo el tercer lugar en el Torneo de Nueva York 1913, al derrotar a David Janovski y a Oscar Chajes; y empatar contra Frank Marshall.

Regreso a Cuba
    Regresó a Cuba en 1912, publicando una revista de ajedrez en la Habana, y el 19 de febrero aceptó una invitación de la sección de ajedrez del Círculo de Artesanos de Cárdenas, y durante su estancia en la urbe participó en una simultánea desarrollada en su honor en los salones del gremio, enfrentando a 23 contendientes.
    En 1912 también visitó Buenos Aires y Montevideo; y a partir de 1913 desplegó una gran actividad ajedrecística en torneos internacionales. En el Torneo de Ajedrez La Habana 1913 se produjo un confuso episodio en el que Capablanca denunció una supuesta maniobra fraudulenta para beneficiar a Marshall, en la cual Charles Jaffé había estado involucrado. El cubano afirmó a la prensa que no volvería a jugar en las competencias que Jaffé participara. En septiembre de ese mismo año consiguió un trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba.
     En 1914 Capablanca jugó el torneo de San Petersburgo. Este torneo se recuerda como un fracaso para Capablanca, porque perdió la partida decisiva contra Lasker, pero quedó segundo. En la cena de clausura se reiniciaron las negociaciones para disputar el título mundial, pero comenzó la Primera Guerra Mundial. Finalizada la guerra comienza la etapa más espectacular de Capablanca.
     En 1915 compartió el primer lugar en el campeonato del estado de Nueva York. Su carrera cuenta además con victorias sobre Jacques Mieses, Enmanuel Lasker y otros grandes ajedrecistas de su tiempo. Capablanca entre 1918 y 1922 ganó casi todas las partidas y torneos en los que participó. En 1919 Capablanca ganó el torneo de Hastings con 10 victorias, unas tablas y sin derrotas. Incluso algunos críticos lo catalogaron como la casi completa ausencia de errores y de falsas interpretaciones de la posición. Por esa época es que fue igualmente calificado como la Máquina de jugar ajedrez.
     En 1921 contrajo matrimonio en la capital cubana con Gloria Beautucourt. Divorciado de este primer matrimonio en 1925 se casa con una princesa rusa. En ese año tambien participó como actor en la película Chess Fever.
    Capablanca recorrió Europa acumulando éxitos. En Viena retó al Dr. Lasker para disputarle el campeonato del mundo, pero este le impuso condiciones inaceptables. La Primera Guerra Mundial paralizó la actividad ajedrecística en Europa, pero terminada la contienda ganó el tradicional Torneo de Hastings, Inglaterra, en 1919. El año 1921 publicó la obra Fundamentos del Ajedrez, en el que incluye seis de la diez partidas oficiales que había perdido hasta el momento, y expresó
"Se aprende más en los juegos que se pierden que en las partidas que se ganan."

Campeón del mundo
     En el año 1921 se celebra en La Habana el Campeonato Mundial de Ajedrez donde se enfrentaron el alemán Enmanuel Lasker (campeón defensor) y José Raúl Capablanca. El encuentro comenzó en marzo y terminó en mayo: cuatro victorias, diez tablas y sin derrotas. Lasker abandonó en encuentro, pactado a 24 partidas, cuando aún quedaban 10 partidas para que terminase.
     Durante su reinado como campeón mundial de ajedrez (1921 y 1927) Capablanca no defendió el título nunca, y jugó muy pocos torneos: Londres 1922, Nueva York 1924 (que ganó Lasker y Capablanca perdió su racha de imbatibilidad ante Reti), Moscú 1925 (en que el se hubo de conformar con la tercera plaza), Lake Hopatcong 1926 y Nueva York 1927, en el que ganó a Alekhine. Capablanca se consideraba invencible, particularmente ante Alekhine, contra el que nunca había perdido en sus doce encuentros anteriores al campeonato mundial.
    En 1922 Capablanca había puesto las condiciones que debía satisfacer un aspirante al título mundial, que se conocen como el «Protocolo de Londres». El encuentro por el Campeonato Mundial se jugaría a seis victorias, y las tablas no contarían. Se jugarían cinco horas diarias y seis días a la semana. Se tendrían que hacer cuarenta jugadas en dos horas y media. Los jueces y árbitros serían elegidos por los contendientes.
     El campeón del mundo estaba obligado a defender el título en el plazo de un año desde que fuera retado. No estaría obligado a poner el título en juego si no hubiera una bolsa de diez mil dólares, a parte de viajes y estancias. Se habría de entregar el veinte por ciento al campeón y el resto sería de premios, el 60% para el ganador y el 40% para el perdedor. Una vez aceptado el desafío el aspirante debía poner una fianza de 500 dólares. A pesar de estas normas tan claras no puso nunca el título en juego.
    Pierde el titulo de campeón mundial en 1927, cuando pierde ante el ruso-francés Alexander Alekhine, el resultado cerró con seis partidas ganadas por Alekhine, tres por Capablanca y 25 tablas. Su vencedor dijo que le daría la revancha en menos de dos años, pero esto resultó incumplido, pues nunca aceptó volver a jugar con él.
    Entre 1927 y 1936 jugó 14 torneos de los que ganó siete y quedó segundo en cinco, pero ya no era un mito. En 1928 comenzó a tener problemas de salud (hipertensión) y a decaer físicamente. Vivía entre Cuba y Nueva York. Cuando todo el mundo le consideraba acabado volvió a surgir con su genio más espectacular.

Últimos torneos
    En el torneo de Moscú de 1936 jugaban toda una generación de nuevos ajedrecistas; los Botvínnik, Flohr, Kan, Lílienthal, Eliskases, entre otros. Lasker y Capablanca fueron invitados para dar lustre al encuentro, pero nadie confiaba en sus posibilidades. Capablanca ganó ese torneo de forma brillante, con ocho victorias, diez tablas y sin derrotas. Además, ganó a Lasker y a Botvínnik. Ese mismo año jugó el torneo de Nottingham, y lo ganó por delante de Euwe (a la sazón campeón mundial), Lasker, Aliojin (al que ganó su partida), Sammy, Reshevsky, Vídmar, Tartákover, y empatado con Botvínnik. Ganó siete partidas, empató seis y sólo perdió contra Flohr.
    La última comparecencia oficial de Capablanca fue en las Olimpiadas de Ajedrez de la FIDE, celebradas en Buenos Aires en 1939, donde ocupó el primer lugar del tablero del equipo Cuba, integrado además por los ajedrecistas Francisco Planas, Alberto López, Rafael Blanco, Miguel Alemán y María Teresa Mora, la cual años más tardes pasa a ser la primera maestra internacional cubana. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial la actividad ajedrecística se redujo, y ya no volvió a jugar ningún torneo.
Capablanca participó en veintinueve torneos de gran nivel, de los cuales ganó quince y en otros nueve terminó segundo. En total, sumó 318 victorias, 249 empates y 34 derrotas. Por estos resultados fue elogiado por el yugoslavo Gligoric cuando expresó públicamente:
"Capablanca sabe, los demás ensayamos."
Enfermedad y muerte
    Capablanca tuvo una vida relativamente breve y su final fue junto a un tablero de ajedrez. Solía visitar todas las noches el Club de Ajedrez de Manhattan situado justo frente al Central Park de Nueva York, a eso de las nueve de la noche del día 7 de marzo estaba observando la partida que jugaban dos aficionados. Al parecer estaba de buen humor, bromeaba con todo el mundo y comentaba la partida que estaba viendo, de repente se levantó y dijo:
"Ayúdenme a quitar el abrigo..."
    Y cayó sobre los brazos de las personas que allí se encontraban. Fue trasladado rápidamente al Hospital Mount Sinaí, en Estado de coma, del cual no pudo sobreponerse, a causa de una Hemorragia cerebral, consecuencia de los graves desarreglos de Hipertensión arterial que había padecido durante mucho tiempo. Murió a los 53 años de edad, el 8 de marzo de 1942 a las 5:30 de la mañana.
    Los restos fueron trasladado a La Habana y sepultado con grandes honores (coronel fallecido en combate) en la Necrópolis de Colón, como él había solicitado, donde se levantó un majestuoso Rey de mármol, realizado por el escultor Florencio Gelabert.

    El General Fulgencio Batista, presidente de Cuba, se hizo personalmente cargo de los trámites funerarios. En 1951, Cuba editó una estampilla de 25 centavos con su retrato, la primera con la figura de un maestro de ajedrez.
    Capablanca predijo que el ajedrez tendría dificultades mayores si continuaba la tendencia de que los jugadores de élite terminaran las partidas en tablas; con vistas de evirtarlo propuso una variación del esquema de juego, a la cual se le asignó el nombre de "Ajedrez de Capablanca", a desarrollarse en un tablero de 8x10. Estaba basada en que el mayor número de piezas y las dimensiones extendidas de la grilla permitirían al jugador más efectivo expresar claramente la superioridad técnica, debido a la complejidad y los grados de libertad adicionales.
    Debe aclarase que el gran maestro propuso esta variación complicada mientras era campeón mundial y no después de perder el título, como algunas fuentes han planteado incorrectamente.
En 1962, para homenajearlo se comenzó a celebrar anualmente en Cuba el clásico Torneo Internacional Capablanca In Memoriam, donde se han dado cita campeones mundiales y los principales Grandes maestros, siendo además la cuna del desarrollo del ajedrez latinoamericano, en el que han alcanzado normas internacionales ajedrecistas de todo el mundo.
    La Federación Internacional de Ajedrez conocida con las siglas FIDE estableció el 19 de noviembre como día mundial del ajedrecista como homenaje al campeón mundial cubano.