El
líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz
en el discurso pronunciado en homenaje a los mártires del Corinthia (en el 1959) explicaba la
diferencia entre los que "odian y fundan":
Porque
una de las costumbres que el tirano –Fulgencio Batista- inculcó en su soldadesca, uno de los vicios
más repugnantes que desde el 4 de septiembre se apoderó de los institutos
armados, fue la cobardía y el vicio de asesinar a los prisioneros.
Continuó
diciendo:
Esta
práctica nunca la realizaron los rebeldes y a pesar de que cientos de nuestros
compañeros fueron asesinados, tuvimos siempre la calma y la serenidad de no
infringir ni una sola vez nuestro criterio de que al prisionero no se le
asesina, de que al prisionero no se le maltrata, de que al herido no se le
remata. Y esa es una norma mantenida por los revolucionarios durante toda la
guerra que duró dos años, y que tiene tanto o más mérito cuando se piensa en lo
diferente que fue la conducta de nuestros enemigos. Asesinaban no solo por
asesinar, asesinaban hasta por mentir, asesinaban para fingir una victoria. Muy
poco respeto experimentaban por la vida humana, que hasta para obtener grados
asesinaban; para obtener grados asesinaron a los expedicionarios del Corinthia, y para obtener grados en una
sola tarde asesinaron en El Oro de Guisa a 54 campesinos
El 19 de mayo
de 1957,
zarpó desde Miami
rumbo a Cuba
el yate Corynthia conduciendo a un grupo de
jóvenes revolucionarios, la mayoría pertenecientes a la Organización Auténtica
(OA) comandados por Calixto Sánchez Whyte, con la intención de
desembarcar en un punto de la costa oriental de la isla, próximo a Baracoa,
y abrir un nuevo Frente guerrillero.
Los expedicionarios sufrieron las penalidades de una navegación con mal tiempo, por espacio de cuatro días. Esta circunstancia, unida a la poca experiencia del maquinista que fungía como patrón, impidió el desembarco por el lugar proyectado
Los expedicionarios sufrieron las penalidades de una navegación con mal tiempo, por espacio de cuatro días. Esta circunstancia, unida a la poca experiencia del maquinista que fungía como patrón, impidió el desembarco por el lugar proyectado
El
día 23 de mayo
de 1957,
pescadores que se encontraban en Los Coquitos, en la costa norte del Cayo Saetía,
Nicaro,
ayudaron a desembarcar a los expedicionarios, quienes indagaron cómo llegar a
la Sierra Cristal. Así, en dos grupos, uno por
tierra y el otro por mar, los condujeron hasta la playita de La Llanita.
Luego,
en pequeños grupos cruzaron en botes el canal de Boca de Carenerito, con el
propósito de llegar hasta Dos Bahías, en tierra firme, donde
descansaron. Esa fue la última vez que los pescadores los vieron.
Los
expedicionarios reemprendieron la marcha hacia el sur para tratar de alcanzar
las estribaciones de la Sierra Cristal. Las condiciones físicas del grupo
rebelde eran pésimas. Al cansancio, la fatiga y los pies llagados debido a la
agotadora jornada de cinco horas, se unía la angustia de no poder contar con un
guía que los condujera a un lugar seguro.
Dos
hombres plantearon que no querían seguir y otros dos se rezagaron. A los
primeros los pusieron bajo custodia como medida de seguridad y a los otros se
les autorizó a que descansaran y que después alcanzaran al resto del grupo. Fernando Virelles quedó al
frente de los cuatro hombres. El grueso del contingente continuó la marcha.
Los
cinco hombres que quedaron se sentaron a descansar. Pronto los venció el sueño.
Cuando Virelles se despertó con los primeros claros del día, descubrió que los
dos hombres bajo custodia habían escapado. Rápidamente se alejó del lugar con
los otros dos expedicionarios.
Aproximadamente
a esa hora, los pescadores habían llegado al Faro de Saetía, distante
unos 8 kilómetros del lugar del desembarco, a dar cuenta a la Marina de Guerra,
de acuerdo con lo que le habían indicado los expedicionarios. De inmediato
fueron alertados el Puesto Naval de Antilla y el Escuadrón 84 de la Guardia
Rural de Mayarí,
acerca de lo que habían informado los pescadores, y se cursó un radiograma a la
Jefatura de la Marina de Guerra en La Habana.
Tras
desembarcar por Cabonico, Mayarí
(al norte de la antigua provincia de Oriente),
la expedición dirigida por Calixto Sánchez White (al frente de un
grupo de jóvenes del Partido Auténtico) fue perseguida de inmediato
por tropas del Regimiento de Holguín. Dichas tropas estaban al mando del
connotado asesino Fermín Cowley Gallego (el
autor de la “noche del terror), quien
recibía la orden del presidente Batista (desde La Habana)
de exterminar a los osados combatientes e impedir a toda costa que el frente
auténtico se hiciera fuerte en la "Sierra
Cristal".
El
ejército con una diferencia de 30 soldados por cada expedicionario logró
cercarlos, próximo al poblado de Cabonico, cercano a las comunidades de Téneme y Barredera.
El capitán Pablo Cárdenas Taylor, por
órdenes del coronel Cowley, asesinó a los combatientes prisioneros. Este hecho
estremeció al pueblo de Cuba.
Asesinato
Mártires del
Corinthia
El
28 de mayo
de cada año se cumple un aniversario más de la masacre perpetrada por el
expresidente cubano Fulgencio Batista. El pueblo de Cuba no olvida a sus
mártires y rendirá por siempre eterno tributo de recordación y homenaje a los
caídos por la independencia de la patria. Entre los mártires caídos en
Corinthia se encuentran:
En la
actualidad existen algunos centros educacionales en el país que llevan
gloriosamente el nombre Mártires del Corinthia, como es el caso de una
escuela ubicada en la zona urbana del municipio Vertientes,
en la provincia Camaguey.
Fragmentos de discurso pronunciado por el
comandante Fidel Castro Ruz, durante la inhumación de los restos de los
expedicionarios del “Corinthia
…Y aquel desembarco fue para nosotros, que
en aquel instante éramos un grupo muy reducido de hombres, un motivo de aliento
y un motivo de agradecimiento por lo que implicaba de solidaridad con los que
estábamos combatiendo en Cuba desde hacía varios meses.
Tan
pronto tuvimos noticias de aquel desembarco, que ya teníamos la experiencia de
lo que podía ocurrirles en los primeros instantes, el grupo nuestro, que en
aquellos momentos no llegaba todavía a los cien hombres, trató de brindarles
colaboración. Y encontrándonos en aquellos días cerca de una guarnición enemiga
fuertemente atrincherada, decidimos atacarla con el propósito de aliviar la
situación del grupo que acababa de desembarcar, puesto que sabíamos por
experiencia que el enemigo siempre dirigía el grueso de sus fuerzas contra
cualquier brote de esa índole, que implicara el establecimiento de un segundo
frente en la provincia de Oriente. Recordamos perfectamente bien cómo con la idea de que
íbamos a colaborar y a socorrer de algún modo a aquel grupo expedicionario,
preparamos el ataque al cuartel de El Uvero el 28 de mayo
de 1957.
Aquel
día, el ataque del grupo de la Sierra
Maestra obtuvo un éxito de los mayores, por ser de los primeros y
por ser de los hechos que más fortalecieron nuestra hueste; uno de los mayores
triunfos de nuestras fuerzas, por cuanto se hicieron al enemigo 11 muertos, 19
heridos y 14 prisioneros no heridos, que hacían ascender a 33 el número total
de prisioneros.
Creíamos que con aquel ataque estábamos ayudando al grupo de compañeros que había desembarcado por el norte de la provincia; sin embargo, ya en esos instantes ellos habían sido hechos prisioneros. De donde se pueden comparar, por los hechos que sucedieron con posterioridad, los dos pensamientos y las dos conductas que animaron a los hombres de uno y otro bando. Nosotros habíamos hecho ese mismo día, 19 prisioneros heridos que recibieron inmediatamente el tratamiento de nuestros médicos; que fueron asistidos en lugares seguros para que sus propios compañeros los fuesen a recoger, por cuanto nuestros medios de asistencia médica no podían garantizar en ningún sentido la vida de aquellos hombres que habían sido heridos en combate que se habían rendido a nuestras fuerzas.'
Creíamos que con aquel ataque estábamos ayudando al grupo de compañeros que había desembarcado por el norte de la provincia; sin embargo, ya en esos instantes ellos habían sido hechos prisioneros. De donde se pueden comparar, por los hechos que sucedieron con posterioridad, los dos pensamientos y las dos conductas que animaron a los hombres de uno y otro bando. Nosotros habíamos hecho ese mismo día, 19 prisioneros heridos que recibieron inmediatamente el tratamiento de nuestros médicos; que fueron asistidos en lugares seguros para que sus propios compañeros los fuesen a recoger, por cuanto nuestros medios de asistencia médica no podían garantizar en ningún sentido la vida de aquellos hombres que habían sido heridos en combate que se habían rendido a nuestras fuerzas.'
Con los 14 prisioneros que por razones de seguridad estuvieron tres días
con nosotros compartimos nuestros alimentos y, al final, puesto que no podíamos
alimentarlos en la Sierra Maestra, nos vimos en la disyuntiva de
tener que mantenerlos prisioneros en condiciones duras o ponerlos en libertad,
y optamos por ponerlos en libertad. Fueron 33 hombres que debieron su
vida al pensamiento que animaba a los que estaban luchando por liberar la
patria de la tiranía, 33 hombres que no recibieron vejación alguna, que no
fueron maltratados ni de obra, ni de palabra, a pesar de que aquel combate nos
había costado 15 bajas, a pesar de que entre esas bajas siete eran compañeros
muertos en acción, de los más valerosos de nuestra tropa. Nosotros pusimos en
libertad a los prisioneros y curamos a los heridos….”