jueves, 26 de enero de 2012

¿Causalidades o casualidades?



Escrito por Irán Suárez Vaillant (Estudiante de Periodismo. Universidad de Oriente)
La historia de la humanidad siempre ha estado marcada por aberrantes decisiones que nos obligan a pensar si existe el más mínimo grado de justicia y nos vuelven impotentes cuando vemos estos episodios.
Ethel Greenglass Rosenberg y Julius Rosenberg constituyeron la primera ejecución de civiles por espionaje en la historia de los Estados Unidos y como lo calificó el filósofo Jean Paul Sastre fue: "un linchamiento legal que mancha de sangre a todo un país", donde la Guerra Fría hizo que renovara sus valores, que inventasen nuevos símbolos de la virtud estadounidense y convirtió al anticomunismo en el símbolo de una sociedad nueva y más agresiva.
El juicio de los Rosenberg siempre se ha visto como un fraude por la total falta de evidencias, donde toda la acusación pesaba sobre las declaraciones de David Greenglass (hermano de Ethel), y su esposa, siendo ejecutados en la cárcel Sing Sing de New York en virtud del Acta de Espionaje de 1917, el 19 de junio de 1953, el mismo día que cumplían 14 años de casados, dejando dos hijos pequeños de 3 y 5 años.
Trascurridos 45 años, el 12 de septiembre de 1998 son arrestados cinco jóvenes cubanos que se encontraban en la ciudad de Miami en aras de obtener información sobre los planes de los grupos terroristas anticubanos que tienen allí su base de operaciones. Los Cinco fueron sometidos a un juicio manipulado en la propia ciudad miamense, dominada esta por la mafia de origen cubano. El proceso fue sujeto a una intensa campaña propagandística para ejercer presión sobre la opinión pública y el jurado, desestimando en todo momento un cambio de sede.
A pesar de ser dos procesos marcados con ciertas diferencias, coinciden y son una página importante en la gran lista de errores del sistema judicial norteamericano; no solo fueron capaces de negar sus propias leyes cegados por el odio, sino que los desterraron de todo derecho moral y humano. Es importante ver cómo existe una violación, en ambos juicios, de la Quinta y Sexta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos que defienden la legalidad y justeza de los mismos.
Hay que destacar que en los dos procesos los testigos fueron sometidos a una gran presión, las autoridades obstaculizaron el trabajo de la defensa al limitar su acceso a las pruebas y documentación, además del ambiente hostil en el cual se desarrollaron, mediado por el papel de los medios de comunicación en su contra.
El juez liberal Gerome Frank al dictar sentencia a los esposos expresó: "Si fuese tan joven como vosotros, estaría ahí diciendo las mismas cosas que decís, argumentando los mismos puntos que argumentáis, sosteniendo el argumento de que esas ejecuciones previstas no son válidas, pero cuando sean tan viejos como yo comprenderán por qué no puedo hacerlo".
Tiempo después se comprendería lo aterrado que estaba el juez Frank por las posibles represalias, obligándonos a preguntarnos en la actualidad el por qué de la imparcialidad de la jueza Joan Lenard.

miércoles, 25 de enero de 2012

A 159 años del natalicio del Héroe Nacional de Cuba



Un asomo a cómo pudo Martí ejercer
protagonismo en la causa de Cuba
Por Joel Mourlot Mercaderes *
Al leer o escuchar casi todas las evocaciones presentes a nuestro Héroe Nacional, parece forzoso concluir que aquel trienio glorioso (1892-1895) en que se preparó la última guerra independentista, fue lo más armónico y facil que pudiera concebirse, y que la labor de Martí fue cosa de andar y silbar durante esa dura y compleja etapa.
Aunque terminó por ser –lo cual es parte de sus muchas grandezas- el líder más ampliamente aceptado de la emigración cubana revolucionaria, en el primer lustro de la década de 1890 –electo y reelecto varias veces Delegado del Partido Revolucionario Cubano (PRC), al que hizo cada vez más protagónico dentro del programa separatista de la Isla-, José Martí no fue entonces el adalid indiscutido que hoy muchos creen al evocarlo…
No lo fue, ciertamente, y, por el contrario, en su labor de coordinador de los clubes patrióticos, de dentro y fuera de Cuba, para allegar fondos, defender y propagar las ideas del independentismo, comprar y distribuir armas y organizar el alzamiento dentro de la Isla, Martí, en efecto, tuvo que afrontar numerosos desacuerdos, abiertas y sutiles oposiciones, así como también fuertes campañas incriminatorias.
Desde la aprobación misma de las bases y estatutos del partido, por ejemplo, le afrontaron varios dirigentes de la emigración cubana en Nueva York –como Enrique Trujillo, Néstor Ponce de León y otros-, que estimaron ver en esos documentos gérmenes de una posible “dictadura”, que podría ejercer Martí sobre el Partido, y por más de un año –con Trujillo, Juan Calderón y otros a la cabeza- acusaron al Delegado de tales propósitos.
Otros, como los patriarcas Juan Arnao, Leandro Rodríguez y varios más –aunque no le adversaron, propiamente-, dieron de Martí imágenes subjetivas no muy favorables que digamos...
Cual si fuera poco, por aquellos días, el entonces teniente coronel mambí Ángel Guerra, rechazó subordinarse a él en cualquier plan de invasión armada a la isla, e, igual, los comités revolucionarios de Las Villas, encabezados por Luis Lagomasino, lo rehusaron como ductor del movimiento insurreccional en el país, y así se lo hicieron saber a su primer comisionado a Cuba, Gerardo Castellanos Lleonard, comandante de la Guerra Grande, en febrero de 1892.
Contrariaron el modo como él lo había concebido -y el tiempo en el que lo tenía pensado hacer-, las exigencias de los conspiradores en la Isla y fuera de ella –veteranos y muchos de nuevo ingreso- para colocar a los jefes más sobresalientes del mambisado al frente de los planes de la guerra, lo cual puso en el tapete viejas y nuevas prevenciones.
Martí se vio precisado a dirimir hasta el papel de rector del PRC al secreto “Luz de Yara”, en los preparativos del levantamiento y de la invasión a Cuba, y lo conquistó. Sabedor de que quien dominase los fondos provenientes de las contribuciones, ganaba el poder de decisión en esta esfera de la organización revolucionaria del separatismo, llevó a cabo insistente y sagaz labor para convencer a los líderes del Consejo de Presidentes en esas dos localidades norteamericanas, de que debían dar los fondos al PRC, y específicamente al Delegado de éste, a él, lo cual logró con diversas argumentaciones, entre noviembre de 1892 y el 27 de febrero, en que se aprobó unánimemente, con lo que el Partido ya adquirió la máxima influencia para sus funciones dentro del movimiento, aunque, también, responsabilidad ante cualquier revés ocasional que se experimentara.
Precisamente, lo incriminaron ante la conciencia pública por los fracasos de Purnio (Holguín) y en Las Villas, durante el año de 1893, y, en consonancia, por supuestamente no haber hecho el más correcto uso de los fondos recaudados entre los emigrados. Fueron duras pruebas de confianza por la que pasó, examen que llegó al paroxismo, en diciembre de 1894, cuando los presidente de los Consejos de Clubes de Tampa, Cayo Hueso e Ibor City, le rogaron reiteradamente no acudiera al Cayo, y ante la determinación de Martí para enfrentar allí a quienes propalaban argumentos en su contra, le urgieron no fuese a aquella localidad, “por temor a algún desmán contra él”.
OTRO TRIUNFO MARTIANO
Semanas más tarde, se esfumó la tormenta; las actas consignan: “[…] no ha estado entre nosotros, pero ha hecho cuanto ha sido posible para que triunfe la razón y la justicia”. Los hechos –y el apoyo resuelto de Gómez, Maceo y de todos los principales líderes políticos y militares cubanos en la emigración- terminaron por fortalecer la posición de Martí dentro del movimiento, quien, lo mismo allá en el Cayo, como en Tampa, en abril de ese propio año 1894, recibió el voto unánime de los 19 clubes para él como Delegado del PRC, lo que se repitió en abril del 95.
Es lo más significativo que se puede resaltar: Martí salió siempre más fortalecido de cada uno de esos trances, o ante cualquiera de esas campañas.
Su intachable biografía habló por él en aquellas circunstancias. Digamos sucintamente: los veintiséis años de creación y lucha, en los que se distinguen la prisión, la deportación, las denuncias más severas y palpitantes contra la tiranía colonial española, con las publicación de obras tales como: “Presidio Político en Cuba”, y el folleto “La República Española ante la Revolución Cubana” (Madrid, 1871 y 1873, respectivamente); su peregrinar por las tierras de América, en las cuales dio su valioso aporte intelectual, a la vez que a la obra por la redención de su patria: magnífica y colosal obra literaria, periodística, indigenista, de trascendentes correspondencias y  piezas oratorias y de conspiraciones políticas, de nueva deportación y de exilio forzoso, así como de salto al liderazgo de organizaciones patrióticas de la emigración cubana en los Estados Unidos, previo a su extraordinario rol en la fundación del PRC y los preparativos de la nueva guerra para la independencia cubana de España.
También, le ayudaron a derribar muros, el derroche de su talento, la profunda y clara visión que tenía del presente y del porvenir de Cuba, la rectitud de principios, su inmenso amor a Cuba y su demostrado patriotismo militante, tanto como el empleo tremendamente atinado de todas las armas válidas de la política, que Martí, evidentemente, dominó al dedillo.
Alguien que compartió con él aquellas fechas de gloria, lo describió así: “Era encorvado, pálido y taciturno […] No era amigo de la violencia, pero en la tribuna, su apariencia triste y melancólica se transformaba, y aquel hombre flébil y encorvado se erguía recto como una flecha: la sonrisa desaparecía de su boca adquiriendo un rictus de severidad que hacía de sus labios indignados el canal natural al torrente de palabras”, que –al decir del general (EL) Enrique Collazo, uno de los que en algún momento le censuraron- quien no las haya oído en la intimidad no se da cuenta de todo el poder de fascinación que cabe en la palabra humana.
Que pudo haber cometido errores de exagerado entusiasmo, y hasta de exceso de confianza en algunos jefes en el interior de Cuba, es posible; que su amor infinito a la libertad y a la democracia le aconsejaron agudo celo contra “posibles caudillos”, y prisas para “neutralizar” influencias potenciales de estos líderes veteranos, parece cosa cierta; pero fue más que todo la obra de los envidiosos y de sus enemigos políticos, lo que intentó provocar aquel pase de cuenta al Delegado del Partido Revolucionario Cubano.
Mas, su virtud, su inteligencia, su honradez y su patriotismo a toda prueba, se impusieron, y le dieron éxito evidente sobre oponentes y detractores; su amor venció, al fin, el valladar de quienes no le querían, y su sangre, regada heroicamente en los campos rebeldes de su Cuba, le agenció un triunfo mayor: el de la inmortalidad.
“Para Martí –repito una vez más lo que dijo con absoluta razón uno de sus mas fervientes estudiosos- no se puede tener sino frases de alabanza, de admiración, de entusiasmo, y más que todo de reconocimiento. Su talento seduce, su patriotismo es un modelo digno de ser recomendado a la juventud.”
                                             *Periodista e investigador de Historia

Juicio crítico a 100 años de la masacre de 1912 (I)



Radicales y moderados en el
Movimiento negro en Santiago de Cuba
Joel Moulot Mercaderes *
El 14 de diciembre de 1799, una Real Cédula dio a centenares de negros de la villa de El Cobre, no sólo la ratificación de su condición de hombres libres y de la posesión de las tierras que usufructuaban de antaño, sino que, además, les dio “la noble y generosa clase de Españoles”; más aún: allanó el camino para el acuerdo de la Diputación Provincial de establecer en dicho poblado –al amparo constitucional -y “para su mejor gobierno interior”- un ayuntamiento, “compuesto de alcaldes, Regidores y Síndicos […]”.
Fue un acto verdaderamente reparador, fruto, en parte, de la justicia metropolitana española, pero, sobre todo, de más de 120 años de lucha de aquellos negros –con laureles y reveses-, a partir de 1677, en que se sublevaron por primera vez, a fin de oponerse al desalojo y al sometimiento esclavista.
No veo otro momento igual. Aquel acontecimiento significó, de facto, tres cosas muy importantes para aquellos hombres de tez oscura: una, el reconocimiento –después escamoteado y olvidado- de su calidad de seres humanos, iguales en teoría –en tanto que “españoles reconocidos”-, a los demás habitantes libres; dos, la elevación en la autoestima del llamado hombre de color, al menos en ese territorio, y, también, muy especialmente, la validación de la lucha radical, para enfrentar la esclavitud y obtener los derechos básicos.
Verdad es que, hasta muchas décadas después, no hubo conquistas tan espectaculares para los negros de la jurisdicción santiaguera; mas, a partir de aquel entonces, fueron más frecuentes que antes las “escapadas hacia la libertad” (cimarronaje); los actos de asaltos a propiedades rústicas, en busca de recursos, y de defensa armada de los palenques frente a rancheadores y comisionados.
Por otra parte, la revolución industrial, más la lucha contra la trata de esclavos y la esclavitud misma, fueron dando nueva dimensión al problema negro y, condicionando una nueva estrategia para la lucha de los hombres de color, tanto esclavos como libres.
El bando del abolicionismo, igual se fue ampliando, cada vez más, con numerosos y notables hacendados y profesionales, otrora esclavistas -y/o defensores de ese infame modo de explotación humana-, haciendo que abolición e independencia fuesen, cada vez más, causas comunes, en las cuales tuvieron que comulgar tanto blancos como negros libres y esclavos.
De modo que el movimiento reivindicador negro –muy tempranamente en la jurisdicción santiaguera- encontró en la revolución separatista el cauce natural por el que debía fluir la lucha por su libertad y por sus derechos naturales, sociales y políticos.
No es casual, por tanto, ver en Santiago de Cuba a varios negros –encabezados por Petrona Sánchez- integrados, en 1848, al grupo conspirativo del licenciado neogranadino Juan Eulalio Godoy; o a Quintín Banderas, “y otros de su clase”, en los complots de 1849 a 1851, liderados por los Valiente, Cisneros Correa y Duany Repilado.
Que no es casual, lo demuestran, también, las dos grandes conspiraciones negras –con presencia blanca demostrada- de 1864, en El Cobre, y de junio de 1867, en ese partido, Palma Soriano y la ciudad de Santiago de Cuba, cuyas cabezas visibles fueron Carlos Rengifo, Fernando Guillet y Miguel Betancourt, la cual concluyó con el apresamiento de más de 300 integrantes, sublevados luego en la cárcel santiaguera, el 9 de octubre de 1867,  y cuyo epílogo fue la fuga de algunos de ellos, su asesinato, más tarde –¡vaya ironía!-, por varios esclavos de las haciendas donde se escondieron; y un juicio sumarísimo, en el que un consejo militar condenó a fusilamiento y a mayores penas de prisión a otros participantes del motín.
Se entiende, entonces, por qué la revolución del 68 contó desde sus preparativos y liminares de la guerra con la presencia numerosa de los hombres de color, libres y esclavos, quienes vieron en la contienda la oportunidad ideal de alcanzar libertad y derechos, y se dieron con mucha vehemencia a conquistarlos.
No resulta ocioso reconsiderar la trascendencia de aquel cataclismo bélico para el hombre negro, y especialmente –permítaseme significarlo- para los negros del territorio santiaguero.
Digamos, en primer lugar: la esclavitud, desacreditada en su criminal, abyecta y ridícula justificación, e inservible, por su ineficiencia económica; sostenida sólo por los exponentes más logreros y retrógrados de la sociedad, y que ya venía extinguiéndose lenta pero progresivamente -por caritativas manumisiones graciosas de algunos amos, o compradas por los propios esclavos-, sufrió un mortal resquebrajamiento con la libertad masiva, unas otorgadas por propietarios revolucionarios, antes y después del gesto de Céspedes en La Demajagua, y más numerosas aún, cuando hubo que reconocer libres a los esclavos mambises, al término de la campaña.
En segundo lugar, el hombre de color conquistó un reconocimiento extraordinario, al amparo de haber concluido la contienda asumiendo el mayor número de la plantilla del Ejército Libertador, así como de buena parte de su jefatura subalterna y oficialidad, y  aun de la cúpula combatiente, con gran protagonismo en tan longa y cruenta guerra, durante la cual mostró gran talento, afanes de superación cultural, civilidad moderna y justa, nivel de convivencia armónica con otros grupos raciales, especialmente con los blancos, y gran amor a Cuba.
Los momentos más altos de tal distinción –podría decirse- fueron el juicio de enaltecimiento que hizo de Antonio Maceo el mismísimo general en jefe español Arsenio Martínez Campos, y más aún su entrevista con los dos más altos jefes pardos de la Revolución: Manuel Titá Calvar Oduardo y el propio Antonio Maceo Grajales, el 15 de marzo de 1878, en los Mangos de Baraguá.
Por supuesto, estos hechos multiplicaron la autovaloración de la mayor parte de la “clase de color” a una altura casi sideral.
Pero tamaño reconocimiento en incrementada autovaloración del negro, trajeron aparejados, también, un redivivo racismo visceral y prevenciones viejas y nuevas por parte de muchos blancos –presos de falsos y deletéreos preceptos sobre el negro-, incluidos no pocos miembros distinguidos del independentismo.
DOS LÍNEAS DE LOS REINVINDICADORES NEGROS EN SANTIAGO
No me atrevería a decir que no lo hubo antes, ni que sólo se dio en esta zona del país; pero se puede ver claramente que, a partir de todas esas consecuencias positivas que trajo la Guerra Grande para el hombre negro, en Santiago de Cuba –mayor exponente de los grandes protagonistas mambises de esa raza, y donde la instrucción primaria pública del negro, al menos, fue notable, desde 1839, por obra del más grande héroe civil de la ciudad, de todos los tiempos, Juan Bautista Sagarra-, cobraron fuerza inusitada los prejuicios, el odio y, con renovada vigencia, las tesis racistas contra el hombre de color; todo manipulado por las autoridades españolas del Departamento Oriental; pero en los que coincidieron muchos blancos separatistas; digamos: “el negro como ser inferior al blanco”, “creado por Dios para servir al blanco”, “su naturaleza proclive”, “sus afanes para cobrar revancha contra los blancos”, “hacer una Cuba africana” y otros absurdos, muy digeribles en aquel ambiente.
No bastaba con dividir a blancos y negros; el funesto general Camilo Polavieja, desde los recovecos de su alma torcida y temerosa, promovió, asimismo, la de los pardos y morenos. Así, en enero de 1879, promovió la disolución del Casino Popular de Santiago de Cuba, en el que se recreaban, superaban, compartían ideas y razonaban, negros y mulatos, bajo el liderazgo de Néstor Rengifo, Pedro Antonio Domínguez, José Teodoro Prior, José Agustín Lafourié, Rebollar, Emiliano Lino Gómez, Francisco Audivert Pérez y Lucas Mesa, de lo más culto y esclarecido, entre la “clase de color”, en la sociedad civil de Santiago de Cuba. Disolverlo, en fin, para dividirlo en una sociedad de pardos, y otra para morenos.
No resultó sencillo, pues hubo fuertes discusiones, especialmente entre Lafourié, que apoyó la separación, y Mesa, que la fustigó e intentó demostrar su inconveniencia. Pero, a la larga, tampoco fue tan complicado lograrlo…
Fue el malvado genio de Polavieja, además, el que orquestó esa “propaganda atrabiliaria” –como la calificó Maceo, a la sazón-, que propagó la falacia acerca de que los hombres de color –bajo la conducción de los Maceo, Guillermón, José Medina Prudente, Pepillo Pereira, Lacret, Quintín, Garzón y otros- preparaban una guerra de razas, para practicar horrenda venganza en contra de los blancos, y que procuraban instaurar una república negra, para unirla a Haití, en una supuesta confederación.
Fue ese general carnicero quien cribó la revolución del 79 de los jefes blancos, para, justamente, hacerla aparecer como obra de los negros; quien llevó a cabo una horrenda represión contra civiles en los campos orientales, quien –de acuerdo con el capitán general- traicionó las capitulaciones establecidas con Guillermo Moncada y José Maceo, se burló de los cónsules garantes (de Estados Unidos, Francia e Inglaterra), apresó a cientos de mambises en alta mar, y los mandó sometidos a prisiones españolas en la costa norte africana y del Mediterráneo. Fue él mismo quien asesinó a decenas de negros y mulatos y deportó a más de 300 hombres de ellos –sin vínculos evidentes con la Guerra Chiquita- hacia Fernando Poo y las prisiones del norte de África, y quien, con experticia cirujana, seleccionó a sus principales adalides para asesinarlos (Rengifo y Rebollar, entre otros) y para deportarlos, como lo hizo con Prior, Domínguez y Mesa. Estos dos últimos, los únicos hombres de color miembros de la Junta Directiva del Partido Liberal de Santiago de Cuba, en 1878, y fallecidos ambos, precisamente, en 1881, en Ceuta, durante la deportación.
Lo peor de todo es que, persuadidos –o confundidos- por aquella propaganda infame…no se alzó en la jurisdicción ninguna voz señalada de rechazo a tanta sevicia.
Parece acertado afirmar que la generalidad de los pardos y morenos santiagueros se percataron, desde aquel entonces, de que la batalla por la plena libertad y el goce de todos los derechos del hombre negro, iba mucho más allá de la lucha por la independencia del país; esto es: también contra el racismo y la discriminación racial.
Imbuidos por la razón que les asistía, por la cuota de sacrificio aportado a la causa patriótica común (más después de la Guerra del 95) y por contar con la pertenencia -o simpatía- de los principales líderes del separatismo y de la futura república, y de gran número de jefes y oficiales negros en el Ejército Libertador-, tenían la absoluta convicción de que merecían esa libertad y todos esos derechos, y si se les privaba de ellos, los reclamarían –y aun los conquistarían- por la fuerza.
Exiguo fue, sin embargo, el número de quienes se dieron cuenta de que, en el entramado de la sociedad cubana, el enfrentamiento racial -aunque le asistiese toda la razón a una de las partes- iba a ser el peor de los males para la nación, para la república que se iba a instaurar, y para sus habitantes todos; que los blancos no debían intentar someter al negro, ni podían eliminarlo de la faz del país; y que ni los negros más locos o aviesos podían siquiera pensar en una Cuba negra, o donde tuviera preponderancia el negro, y que, incluso, la “clase de color” –lo mismo por carencia de recursos que de preparación, así como por otras circunstancias nada despreciables- no estaba en condiciones de forzar a la clase dirigente del futuro país a otorgar y garantizar el ejercicio de todos los derechos del negro.
Mínimo, pues, el número que pudo prever que la verdadera batalla de la raza, no era ya sólo la independencia y el rechazo al racismo y la discriminación racial, sino que, igual habría que librarla dentro de la propia clase de color: con la elevación del hombre negro, por medio, principalmente, de su propia y múltiple superación, ganándole al racismo espacio tras espacio, en la sociedad cubana.
Así pues, el movimiento reivindicador del negro se vio en el territorio santiaguero –en otros sitios, también, por supuesto- abocado ante dos tendencias, dos corrientes: la radical y la moderada.
Un factor que favoreció para algunos la prelación por la corriente más tajante, fue el fin de la Guerra de 1895-1898, en cuya epopeya –conjuntamente con muchos héroes blancos- llegaron al pináculo de la gloria muchos representantes de la raza negra, mártires y sobrevivientes; tales como: los hermanos Antonio y José Maceo Grajales, Guillermón Moncada Veranes, Jesús Sablón (Rabí) Moreno los hermanos Agustín, Juan Pablo y José Candelario Cebreco Sánchez, Pedro Díaz Molina, José Francisco Lacret Mourlot, Quintín Banderas Betancourt, Vidal y Juan Eligio Ducasse Revé, Florencio Salcedo, José González Planas, Alfonso Goulet, Luis Bonne, Prudencia Martínez Hechavarría, Victoriano Garzón, Manuel La’O Jay, Pedro Ivonet Dofourt, José Francisco Camacho Viera, Guillermo Pérez, Valeriano Hierrezuelo, Alfredo Despaigne, José Dolores Asanza Millares, Ramón Risco Cisneros, Evaristo Lugo, Lorenzo González, Juan de León Serrano, Félix Ruenes y tantos otros, generales y coroneles que harían una lista casi interminable.
Esa gran ofrenda patriótica reforzó su creencia de que Cuba libre, soberana, republicana y democrática haría justicia a la raza negra, favoreciéndola con el ejercicio de todos sus derechos.
No fue así: se alcanzaron unos; muchos otros, no; algunos negros llegaron más alto y más lejos; otros quedaron en el subsuelo y hasta retrocedieron; como fueron los casos de centenares de mambises –“de color”, en su inmensa mayoría-, que beneficiados en 1878-79, cuando la “mensura que hizo Guillermón”, y por otras entregas-, con el usufructo de algunas parcelas, padecieron desalojos y retaliaciones de geófagos y del gobierno.
Los ejemplos son numerosos: decenas de vecinos del El Dorado, Palma Soriano (1903); de la familia del capitán y mártir invasor Anselmo Cáyamo, a la entrada de El Cobre; de los vecinos de San Leandro, que sufrieron las usurpaciones del integrista Cástulo Ferrer, entre 1878 y 1895, y de los Almeida, en los liminares de la república;  los 200 veteranos mambises del propio El Dorado, Santa Bárbara y Monte Dos Leguas, liderados por el coronel Nicolás Lugo, que tuvieron que enfrentar los intentos de desalojo, en 1911, como lo estaban haciendo otras decenas de veteranos libertadores de Songo y de La Maya; por sólo señalar esos casos concretos.
Así pues, persuadida por varias razones, refugiada en la épica del rol de los negros durante las tres guerras separatistas y de los merecimientos consecuentes, sobreestimando en mucho su propia fuerza, e inspirada, a no dudar, por el “Movimiento Niágara” de los negros norteamericanos (inicios y estructuración 1905-1908), que postulaba y promovía un activismo que validaba hasta la violencia en el reclamo de los derechos; por todo eso y más, una gran masa de los reivindicadores negros en Santiago de Cuba, optaron por la línea radical en los reclamos y/o conquista de derechos, ante los grandes abusos y abrumadores olvidos a inicios de la república.
          *Periodista e Investigadfor de Historia

martes, 17 de enero de 2012

LA PRIMERA VICTORIA


EL COMBATE DE LA PLATA. LA PRIMERA VICTORIA
Luis Sánchez del Toro
Hoy es 17 de enero, fecha en que se conmemora el 55 aniversario del combate del Cuartel de La Plata. Una victoria del naciente Ejército Rebelde, dirigido por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, que demostró al Mundo que los hombres que habían desembarcados 46 días atrás (el 2 de diciembre de 1956) a bordo del yate Granma, estaban dispuestos a luchar por la definitiva liberación de Cuba. Esta fue la primera victoria militar del Ejército Rebelde.
El cuartel de La Plata, perteneciente al ejército del tirano Fulgencio Batista. Con dos ráfagas de ametralladora disparadas por Fidel, a las dos y 40 de la madrugada del 17 de enero de 1957 comienza el combate de La Plata, el primero victorioso del Ejército Rebelde. El núcleo guerrillero de apenas 20 hombres pobremente armados daba así fe de su existencia y disposición combativa, y pronto comenzaría a engrosar sus filas con el ingreso de campesinos y de combatientes provenientes de las ciudades.
Ubicado en La Plata, zona del actual Municipio de Guamá, en la oriental provincia de Santiago de Cuba entre La Magdalena y Palma Mocha en un pequeño valle en el que desembocaba el río del mismo nombre. En aquel momento había un caserío donde habitaban campesinos y el mayoral de la finca La Plata.
Antecedentes
Luego del revés sufrido en Alegría de Pío, tras el desembarco del yate Granma, el 2 de diciembre de 1956, parte de los 82 navegantes fueron capturados o muertos, pero otros, con ayuda de campesinos se agruparon y expresaron su fe ilimitada en la vía escogida para la victoria final y cumplieron el compromiso de continuar la guerra en lo más intrincado de la Sierra Maestra.
El plan de ataque
El 14 de enero de 1957, las tropas rebeldes acamparon en las cercanías de la desembocadura del río La Plata, con el plan de atacar el puesto militar de ese lugar, donde custodiaban la costa sureña cinco soldados batistianos e igual cifra de marineros, al mando de un sargento de la Marina de Guerra.
La tropa dirigida por Fidel Castro la integraban 29 guerrilleros, 18 de ellos expedicionarios del Granma, 8 eran campesinos sumados oficialmente a la guerrilla, entre los que se encontraban Guillermo García y Crescencio Pérez, y 3 eran jóvenes enviados por Celia Sánchez que dirigía el Movimiento 26 de Julio en Manzanillo.
De estos 29 hombres, 22 participaron directamente en el combate, 3 de ellos no participaron en el ataque al cuartel: Faustino Pérez había bajado al llano a cumplir las misiones encomendadas, Ramiro Valdés tenía lesionada una rodilla y Carlos Bermúdez se encontraba muy debilitado físicamente.
Para la toma del apostadero (una casa de madera y techo de zinc), disponían de 24 armas: nueve fusiles con miras telescópicas, cinco semiautomáticos, cuatro de cerrojo, dos ametralladoras Thompson, dos pistolas ametralladoras, una escopeta calibre 16 y un revólver.
La llegada de la lancha que traía insumos y el relevo del cuartel confundieron a los rebeldes, y pospusieron la acción. Entonces Fidel dispuso un plan de vigilancia y exploración para asegurar el triunfo, convencido de que una derrota significaría perder el escaso armamento y quedar indefensos.
Para el ataque al cuartel, Fidel dividió el grupo guerrillero en 4 escuadras:
Primera Escuadra: Dirigida por Julito Díaz y sus hombres, Camilo Cienfuegos, Benítez y Calixto Morales, que cercarían la casa de guano ubicada a la derecha.
Segunda Escuadra: Dirigida por Fidel Castro y sus hombres, Universo Sánchez, Luis Crespo, Calixto García, Fajardo y Ernesto Che Guevara, que atacarían por el centro.
Tercera Escuadra: Dirigida por Raúl Castro, con sus hombres atacaría por la izquierda.
Cuarta Escuadra: Dirigida por Juan Almeida Bosque, con sus hombres, atacaría por la izquierda conjuntamente con la escuadra de Raúl.
Mientras, otros vigilaban a personas apresadas horas antes a pocos metros del puesto, incluyendo a Chico Osorio, despiadado mayoral colaborador del ejército batistiano, quien en medio de una embriaguez dio exactos detalles sobre la guarnición.
Es así como en la madrugada del 17 de enero, con dos ráfagas de ametralladora disparadas por Fidel comienza el combate de La Plata.
El combate
El combate duró cerca de 40 minutos, la fuerza dictatorial fue derrotada y tuvo dos muertos y cinco heridos —tres, muy graves, murieron poco después—, además de tres prisioneros; el resto logró huir. Desde este primer combate se puso de manifiesto lo que sería norma para el Ejército Rebelde: el respeto y la atención médica a los heridos enemigos.
Los guerrilleros no sufrieron bajas, y ocuparon ocho fusiles Springfield, más de mil balas, una ametralladora, ropa, mochilas, comida, y otros insumos.
Eran aún las 4:30 a.m. cuando los rebeldes dejaron a los heridos al cuidado de sus compañeros de armas y marcharon rumbo a Palma Mocha, adonde llegaron al amanecer del 17 de enero, para continuar internándose en la serranía, con la euforia de la primera victoria y la seguridad de que esta se multiplicaría, hasta convertirse en alborada con la liberación definitiva.
Aunque la censura de prensa no permitió difundir la noticia a los cubanos y demás países del mundo, las Fuerzas Armadas del régimen estuvieron obligados a reconocer que Fidel Castro comandaba un grupo de combatientes dispuestos a enfrentárseles. La esperanza de Cuba palpitaba en la Sierra Maestra.
La derrota sufrida por las Fuerzas Armadas del tirano, no puede situarse entre las grandes desde el punto de vista militar, pero sí fue el primero desde el 10 de marzo de 1952; humillante y vergonzoso además, ya que habían afirmado que Fidel y sus seguidores perecieron en los “encuentros” con sus unidades militares.
Significación del ataque
El combate de “La Plata”, no fue de gran envergadura desde el punto de vista militar, pero si tuvo una gran significación histórica y es que echó por tierra toda la propaganda manejada por el enemigo, diciendo que Fidel y su gente habían sido aniquilados en “Alegría de Pío”, demostró la presencia del núcleo inicial del Ejército Rebelde en las montañas, y su decisión de luchar hasta vencer. Fue, además, muy alentadora para la moral de quienes habían iniciado su empresa liberadora con un costoso revés y la pérdida de entrañables compañeros de ideales.
El núcleo guerrillero pobremente armados daba así fe de su existencia y disposición combativa, y pronto comenzaría a engrosar sus filas con el ingreso de campesinos y de combatientes provenientes de las ciudades
La acción dio la certeza de que mediante tácticas de guerrilla era posible superar las bien entrenadas y profesionales tropas de la tiranía.
Sobre esa primera victoria revolucionaria, uno de sus protagonistas, Ernesto Che Guevara dijo: "Fue un llamado de atención, la demostración de que el Ejército Rebelde existía y estaba dispuesto a luchar, y para nosotros, la reafirmación de nuestras posibilidades de triunfo final".
Ernesto Che Guevara formó parte del grupo de combatientes rebeldes que participó en el ataque a un pequeño cuartel que existía en la desembocadura del río de La Plata y algún tiempos después de la victoria de la Revolución al escribir acerca de sus vivencias en la guerra en Cuba, publicó un trabajo titulado Combate de La Plata que salió reflejado en el periódico Revolución, en la edición del 9 de marzo de 1961 y en la revista “Verde Olivo” tres días después.
Consideraciones del Che sobre el combate
El Che señaló que ese combate “constituyó nuestra primera victoria y tuvo cierta resonancia, más lejana que la abrupta región donde se realizó.”
Y de inmediato aseguró: “Fue un llamado de atención a todos, la demostración de que el Ejército Rebelde existía y estaba dispuesto a luchar y, para nosotros, la reafirmación de nuestras posibilidades de triunfo final.”
En el trabajo señalado el Che ofreció detalles de cuándo y cómo se decidió realizar el ataque al citado pequeño cuartel de la dictadura batistiana en la Sierra Maestra.
“El día 14 de enero de 1957 –detalló-, poco más de un mes después de la sorpresa de Alegría de Pío, paramos en el río Magdalena que está separado de La Plata por un firme que sale de la Maestra y muere en el mar dividiendo las dos pequeñas cuencas. Allí hicimos algunos ejercicios de tiro, ordenados por Fidel para entrenar algo a le gente; algunos tiraban por primera vez en su vida. Allí nos bañamos también, después de muchos días de ignorar la higiene y, los que pudieron, cambiaron sus ropas.”
Agregó que en ese instante la tropa rebelde contaba con 23 armas efectivas y que por la tarde de ese día subieron la última loma antes de llegar a las inmediaciones de La Plata y que seguidamente siguieron por un angosto trillo del bosque transitado por muy pocas personas y marcado especialmente para ellos a punta de machete por un campesino de la región.
Precisó el Che que ya el 15 de enero avistaron el cuartel de La Plata, que se hallaba a medio construir, y que pudieron apreciar igualmente a los soldados.
Explicó que desde el amanecer del 16 de enero se mantuvo la observación sobre el cuartel y que ya a las tres de la tarde los combatientes rebeldes comenzaron a desplazarse y que por la noche cruzaron el río de La Plata, que no tenía profundidad y se apostaron en el camino.
Poco tiempo después capturaron a dos campesinos y éstos ofrecieron informaciones acerca de la cantidad de soldados que había en la instalación y detallaron además, que dentro de unos instantes pasaría por el lugar uno de los más famosos mayorales de la región, de pésima reputación entre los campesinos.
El Che señaló que se pudo capturar a ese mayoral que estaba borracho y se le logró engañar puesto que Fidel se hizo pasar por un coronel del ejército que estaba investigando por qué ya no se había podido exterminar a los rebeldes.
Tras comentar la actitud del citado mayoral e incluso señalar que él firmó su sentencia de muerte cuando mostró orgulloso el calzado que le había ocupado a uno de los expedicionarios que resultó asesinado días atrás, el Che manifestó que los combatientes rebeldes se fueron acercando a las posiciones enemigas a unos cuarenta metros y que Fidel inició el tiroteo con dos ráfagas de ametralladora “y fue seguido por todos los fusiles disponibles” y que inmediatamente invitaron a rendirse a los soldados, pero sin resultado alguno.
Y comentó al respecto: “El ataque se había iniciado a las dos y cuarenta de la madrugada y los guardias hicieron más resistencia de la esperada…”
Describió como algunos de los integrantes de la tropa rebelde, entre ellos Camilo Cienfuegos, se distinguieron en el desarrollo del combate hasta que se logró la victoria.
Y en la parte final de su trabajo resumió de la siguiente manera la trascendencia que le atribuyese a esa primera victoria de los integrantes del Ejército Rebelde, y al significado que tuvo que se lograra la ocupación de un número de armas, al exponer: “Éste fue el primer combate victoria de los ejércitos rebeldes; en éste y el combate siguiente, fue el único momento de la vida de nuestra tropa donde nosotros hayamos tenido más armas que hombres.”

martes, 10 de enero de 2012

MESSI HACE HISTORIA CON SU TERCER BALON DE ORO




*De las 485 personas que, con sus votos, decidieron quién debía ser merecedor del Balón de Oro 2011, 457 dieron al menos un punto al ganador: el delantero argentino del FC Barcelona Lionel Messi.

    Solo un 5,8 por ciento del jurado, que debía votar con 5, 3 y 1 punto a los futbolistas que consideraba que habían sido los mejores del año, se olvidó de Messi.
    Desde el año pasado, el Balón de Oro que entregaba la revista France Football se unificó con el premio al Mejor Jugador del Año de la FIFA, y con él, también su sistema de votación.
   Así, desde 2010 el FIFA Balón de Oro lo deciden conjuntamente los capitanes y entrenadores de las selecciones nacionales y los periodistas especializados.
   Leo Messi se proclamó ganador ayer por tercer año consecutivo. A él fueron a parar el 47,88% de los puntos, más del doble de los conseguidos por el delantero del Real Madrid Cristiano Ronaldo (21,60%) y cinco veces más de los que recibió Xavi Hernández, su compañero en el Barça (9,23%).
   Sin embargo, los números dejan claro que su éxito fue aun más arrollador. Porque el 94,2% del jurado le votó para que ocupara el primer, segundo o tercer lugar del podio.
    De los 153 capitanes de selección que emitieron su voto, 136 (el 88,9%) se acordaron de él. Y uno de los que no lo hicieron fue lógicamente él mismo, quien como capitán de Argentina apostó por tres de sus compañeros, los también azulgranas Xavi e Iniesta y el delantero de la albiceleste Agüero.
   La mayoría de los que no votaron a Messi fueron representes de selecciones exóticas o con escaso peso en el concierto internacional, como los de Burundi, Chad, China, Australia, Austria, Estonia, Etiopía, Macedonia, Nueva Zelanda, Pakistán, Tonga o Zimbabue.
   Tampoco le votaron los capitanes de Grecia y Hungría y el de Portugal, Nuno Gomés, que probablemente no quiso perjudicar a su compatriota Cristiano Ronaldo y prefirió apostar por éste, el también luso Nani y el brasileño Neymar.
  Entre los seleccionadores, el consenso para aupar a Messi al olimpo de los elegidos por tercer vez en su carrera aún fue mayor, ya que apoyaron su nominación 157 de los 166 que participaron en la votación (el 94,6%).
  
   Los entrenadores que no le dieron ni un punto fueron los de las selecciones de Buthan, Burundi, Nigeria, Palestina, Islas Salomon y Venezuela.
   Tampoco votaron a la 'Pulga' tres entrenadores ilustres: el seleccionador de Macedonia, John Benjamin Toshack (Xavi, Cristiano Ronaldo y Eto'o), el de la República de Irlanda, Giovanni Trapattoni (Xavi, Ronney e Iniesta) y el de China, José Antonio Camacho.
    El ex seleccionador de la 'Roja' apostó por una terna de candidatos íntegramente
española, formada por Iker Casillas, Xavi e Iniesta, y debió convencer al capitán de su selección, Li Weifeng, para que hiciera lo mismo, pues éste repitió exactamente la votación de su entrenador.
   Entre la prensa especializada, Messi literalmente arrasó. De los 166 periodistas con derecho a voto, solo el representante de Letonia y el de Guinea Ecuatorial 'pasaron' del astro argentino. Además, 150 de ellos (el 90,4%) lo colocaron en lo más alto del podio.