miércoles, 19 de noviembre de 2014

126 ANIVERSARIO DE SU NATALICIO





José Raúl Capablanca Graupera.  

*La Federación Internacional de Ajedrez conocida con las siglas FIDE estableció el 19 de noviembre como día mundial del ajedrecista como homenaje al campeón mundial cubano.

     El Gran Maestro cubano, gloria del deporte cubano. Campeón Mundial de ajedrez de 1921 a 1927. Se le conoció como la "La máquina de jugar ajedrez". En su carrera acumuló un total de 302 victorias, 246 tablas y 35 derrotas, ha sido el único campeón mundial que ha tenido Cuba y su trayectoria fue reconocida por la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE).

   Nace el 19 de noviembre de 1888 en la instalación militar del Castillo del Príncipe, en La Habana, hijo del comandante del ejército español José María Capablanca, de buena educación, culto y aficionado al ajedrez, y de Doña María Graupera. La Habana era entonces, junto con Nueva York y Nueva Orleans, el mayor centro ajedrecístico de América.
   Desde temprana edad demostró su talento para el ajedrez, que aprendió mirando jugar al padre, al cual derrotó en 1892, a la edad de cuatro años, noticia que se difundió por el mundo, siendo catalogado como el segundo niño prodigio, pues el primero había sido el norteamericano Paul Charles Morphy, el cual murió cuatro años antes del nacimiento de Capablanca.
    La partida más antigua que se conserva de José Raúl data de la edad de cinco años y fue jugada en el Club de Ajedrez de La Habana el 17 de septiembre de 1893 frente a Ramón Iglesias, quien ofreció al joven la dama de ventaja. Contando siete años le ganó una partida con igual hándicap al francés Tabernhaus, el cual estaba de visita en La Habana, quien años más tarde, cuando ya José Raúl gozaba de fama universal, aseguraba que era el único maestro que se había atrevido a darle la dama de ventaja a Capablanca.
    En 1900 ya se distinguía en el escenario ajedrecístico cubano. A los trece años derrota al Maestro Juan Corzo y Príncipe y gana el título de Campeón de Cuba. El match transcurrió de la siguiente forma:
Campeonato de Cuba - La Habana, 1901
Nombre
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
Total
J. Capablanca
0
0
=
1
=
=
=
1
1
=
1
=
0
7
J. Corzo
1
1
=
0
=
=
=
0
0
=
0
=
1
6

     En 1902 participó en el primer Campeonato nacional cubano de ajedrez, clasificándose en cuarta posición. A partir de entonces tomó parte en diversas competiciones, que le llevaron a recorrer Europa y Estados Unidos. A los 23 años ya era Campeón Panamericano.
    Concluye el bachillerato en el Instituto de Matanzas. Su familia no disponía de recursos económicos para sufragar sus estudios universitarios y permitirle estudiar en el extranjero, por sus buenos resultados académicos Ramón San Pelayo se dispuso a financiar su formación.
    En el verano de 1904 fue enviado a Nueva York para estudiar inglés, cursó estudios secundarios en la Woodycliff School de New Jersey, donde se preparó para entrar en la Universidad de Columbia, donde ingresa en 1906 en la carrera de Ingeniería Química. Sin embargo, permanentemente distraído por su pasión en el juego ciencia, sólo cursó los dos primeros años.

Primeros torneos
    Durante su estancia en Estados Unidos comenzó a visitar el Manhattan Chess Club, en 1905 participó en un fuerte torneo donde tuvo la oportunidad de enfrentar por primera vez al gran Lasker, Campeón Mundial al cual logró derrotar. A fines de 1908 y comienzos de 1909 recorrió los Estados Unidos.
    En 1909 jugó con el gran maestro Frank J. Marshall, a quien ganó 8 partidas, entabló 14 y perdió solo una. Consiguió el tercer premio compartido con Oscar Chajes en el campeonato estadounidense de 1911, detrás de Frank Marshall. Allí mismo ganó el Premio a la brillantez y el título de maestro. También en este mismo año participó en el gran Torneo de San Sebastián, perdiendo solamente una partida contra Rubinstein. Allí ocupó el primer puesto, superando al propio Rubinstein, Nimzowitch, Spielmann, Marshall, Janovski, Schelechter, Vidmar, Tarrasch y Berstein, que eran considerados entonces los mejores jugadores de la época.
   Compartió el último puesto en Carlsbad en 1911. Obtuvo el tercer lugar en el Torneo de Nueva York 1913, al derrotar a David Janovski y a Oscar Chajes; y empatar contra Frank Marshall.

Regreso a Cuba
    Regresó a Cuba en 1912, publicando una revista de ajedrez en la Habana, y el 19 de febrero aceptó una invitación de la sección de ajedrez del Círculo de Artesanos de Cárdenas, y durante su estancia en la urbe participó en una simultánea desarrollada en su honor en los salones del gremio, enfrentando a 23 contendientes.
    En 1912 también visitó Buenos Aires y Montevideo; y a partir de 1913 desplegó una gran actividad ajedrecística en torneos internacionales. En el Torneo de Ajedrez La Habana 1913 se produjo un confuso episodio en el que Capablanca denunció una supuesta maniobra fraudulenta para beneficiar a Marshall, en la cual Charles Jaffé había estado involucrado. El cubano afirmó a la prensa que no volvería a jugar en las competencias que Jaffé participara. En septiembre de ese mismo año consiguió un trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba.
     En 1914 Capablanca jugó el torneo de San Petersburgo. Este torneo se recuerda como un fracaso para Capablanca, porque perdió la partida decisiva contra Lasker, pero quedó segundo. En la cena de clausura se reiniciaron las negociaciones para disputar el título mundial, pero comenzó la Primera Guerra Mundial. Finalizada la guerra comienza la etapa más espectacular de Capablanca.
     En 1915 compartió el primer lugar en el campeonato del estado de Nueva York. Su carrera cuenta además con victorias sobre Jacques Mieses, Enmanuel Lasker y otros grandes ajedrecistas de su tiempo. Capablanca entre 1918 y 1922 ganó casi todas las partidas y torneos en los que participó. En 1919 Capablanca ganó el torneo de Hastings con 10 victorias, unas tablas y sin derrotas. Incluso algunos críticos lo catalogaron como la casi completa ausencia de errores y de falsas interpretaciones de la posición. Por esa época es que fue igualmente calificado como la Máquina de jugar ajedrez.
     En 1921 contrajo matrimonio en la capital cubana con Gloria Beautucourt. Divorciado de este primer matrimonio en 1925 se casa con una princesa rusa. En ese año tambien participó como actor en la película Chess Fever.
    Capablanca recorrió Europa acumulando éxitos. En Viena retó al Dr. Lasker para disputarle el campeonato del mundo, pero este le impuso condiciones inaceptables. La Primera Guerra Mundial paralizó la actividad ajedrecística en Europa, pero terminada la contienda ganó el tradicional Torneo de Hastings, Inglaterra, en 1919. El año 1921 publicó la obra Fundamentos del Ajedrez, en el que incluye seis de la diez partidas oficiales que había perdido hasta el momento, y expresó
"Se aprende más en los juegos que se pierden que en las partidas que se ganan."

Campeón del mundo
     En el año 1921 se celebra en La Habana el Campeonato Mundial de Ajedrez donde se enfrentaron el alemán Enmanuel Lasker (campeón defensor) y José Raúl Capablanca. El encuentro comenzó en marzo y terminó en mayo: cuatro victorias, diez tablas y sin derrotas. Lasker abandonó en encuentro, pactado a 24 partidas, cuando aún quedaban 10 partidas para que terminase.
     Durante su reinado como campeón mundial de ajedrez (1921 y 1927) Capablanca no defendió el título nunca, y jugó muy pocos torneos: Londres 1922, Nueva York 1924 (que ganó Lasker y Capablanca perdió su racha de imbatibilidad ante Reti), Moscú 1925 (en que el se hubo de conformar con la tercera plaza), Lake Hopatcong 1926 y Nueva York 1927, en el que ganó a Alekhine. Capablanca se consideraba invencible, particularmente ante Alekhine, contra el que nunca había perdido en sus doce encuentros anteriores al campeonato mundial.
    En 1922 Capablanca había puesto las condiciones que debía satisfacer un aspirante al título mundial, que se conocen como el «Protocolo de Londres». El encuentro por el Campeonato Mundial se jugaría a seis victorias, y las tablas no contarían. Se jugarían cinco horas diarias y seis días a la semana. Se tendrían que hacer cuarenta jugadas en dos horas y media. Los jueces y árbitros serían elegidos por los contendientes.
     El campeón del mundo estaba obligado a defender el título en el plazo de un año desde que fuera retado. No estaría obligado a poner el título en juego si no hubiera una bolsa de diez mil dólares, a parte de viajes y estancias. Se habría de entregar el veinte por ciento al campeón y el resto sería de premios, el 60% para el ganador y el 40% para el perdedor. Una vez aceptado el desafío el aspirante debía poner una fianza de 500 dólares. A pesar de estas normas tan claras no puso nunca el título en juego.
    Pierde el titulo de campeón mundial en 1927, cuando pierde ante el ruso-francés Alexander Alekhine, el resultado cerró con seis partidas ganadas por Alekhine, tres por Capablanca y 25 tablas. Su vencedor dijo que le daría la revancha en menos de dos años, pero esto resultó incumplido, pues nunca aceptó volver a jugar con él.
    Entre 1927 y 1936 jugó 14 torneos de los que ganó siete y quedó segundo en cinco, pero ya no era un mito. En 1928 comenzó a tener problemas de salud (hipertensión) y a decaer físicamente. Vivía entre Cuba y Nueva York. Cuando todo el mundo le consideraba acabado volvió a surgir con su genio más espectacular.

Últimos torneos
    En el torneo de Moscú de 1936 jugaban toda una generación de nuevos ajedrecistas; los Botvínnik, Flohr, Kan, Lílienthal, Eliskases, entre otros. Lasker y Capablanca fueron invitados para dar lustre al encuentro, pero nadie confiaba en sus posibilidades. Capablanca ganó ese torneo de forma brillante, con ocho victorias, diez tablas y sin derrotas. Además, ganó a Lasker y a Botvínnik. Ese mismo año jugó el torneo de Nottingham, y lo ganó por delante de Euwe (a la sazón campeón mundial), Lasker, Aliojin (al que ganó su partida), Sammy, Reshevsky, Vídmar, Tartákover, y empatado con Botvínnik. Ganó siete partidas, empató seis y sólo perdió contra Flohr.
    La última comparecencia oficial de Capablanca fue en las Olimpiadas de Ajedrez de la FIDE, celebradas en Buenos Aires en 1939, donde ocupó el primer lugar del tablero del equipo Cuba, integrado además por los ajedrecistas Francisco Planas, Alberto López, Rafael Blanco, Miguel Alemán y María Teresa Mora, la cual años más tardes pasa a ser la primera maestra internacional cubana. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial la actividad ajedrecística se redujo, y ya no volvió a jugar ningún torneo.
Capablanca participó en veintinueve torneos de gran nivel, de los cuales ganó quince y en otros nueve terminó segundo. En total, sumó 318 victorias, 249 empates y 34 derrotas. Por estos resultados fue elogiado por el yugoslavo Gligoric cuando expresó públicamente:
"Capablanca sabe, los demás ensayamos."
Enfermedad y muerte
    Capablanca tuvo una vida relativamente breve y su final fue junto a un tablero de ajedrez. Solía visitar todas las noches el Club de Ajedrez de Manhattan situado justo frente al Central Park de Nueva York, a eso de las nueve de la noche del día 7 de marzo estaba observando la partida que jugaban dos aficionados. Al parecer estaba de buen humor, bromeaba con todo el mundo y comentaba la partida que estaba viendo, de repente se levantó y dijo:
"Ayúdenme a quitar el abrigo..."
    Y cayó sobre los brazos de las personas que allí se encontraban. Fue trasladado rápidamente al Hospital Mount Sinaí, en Estado de coma, del cual no pudo sobreponerse, a causa de una Hemorragia cerebral, consecuencia de los graves desarreglos de Hipertensión arterial que había padecido durante mucho tiempo. Murió a los 53 años de edad, el 8 de marzo de 1942 a las 5:30 de la mañana.
    Los restos fueron trasladado a La Habana y sepultado con grandes honores (coronel fallecido en combate) en la Necrópolis de Colón, como él había solicitado, donde se levantó un majestuoso Rey de mármol, realizado por el escultor Florencio Gelabert.

    El General Fulgencio Batista, presidente de Cuba, se hizo personalmente cargo de los trámites funerarios. En 1951, Cuba editó una estampilla de 25 centavos con su retrato, la primera con la figura de un maestro de ajedrez.
    Capablanca predijo que el ajedrez tendría dificultades mayores si continuaba la tendencia de que los jugadores de élite terminaran las partidas en tablas; con vistas de evirtarlo propuso una variación del esquema de juego, a la cual se le asignó el nombre de "Ajedrez de Capablanca", a desarrollarse en un tablero de 8x10. Estaba basada en que el mayor número de piezas y las dimensiones extendidas de la grilla permitirían al jugador más efectivo expresar claramente la superioridad técnica, debido a la complejidad y los grados de libertad adicionales.
    Debe aclarase que el gran maestro propuso esta variación complicada mientras era campeón mundial y no después de perder el título, como algunas fuentes han planteado incorrectamente.
En 1962, para homenajearlo se comenzó a celebrar anualmente en Cuba el clásico Torneo Internacional Capablanca In Memoriam, donde se han dado cita campeones mundiales y los principales Grandes maestros, siendo además la cuna del desarrollo del ajedrez latinoamericano, en el que han alcanzado normas internacionales ajedrecistas de todo el mundo.
    La Federación Internacional de Ajedrez conocida con las siglas FIDE estableció el 19 de noviembre como día mundial del ajedrecista como homenaje al campeón mundial cubano.

jueves, 23 de octubre de 2014

54 SERIE NACIONAL DE BÉISBOL




Los santiagueros inician una gira decisiva

Escrito por Luis Sánchez del Toro

    El equipo de Santiago de Cuba inicia a partir de este viernes -24 de octubre- una gira decisiva por el centro del país, en su empeño de ganarse la clasificación entre los ocho conjuntos semifinalistas en esta 54 Serie Nacional de Béisbol, la cual en estos momentos muestra con una mayor estabilidad en su juego a las selecciones de Matanzas y Ciego de Ávila.

    Los santiagueros, que marchan en la novena posición con balance de 12 ganados e igual número de derrotas comenzarán una difícil etapa, a decir de muchos entendidos en la material, decisiva en sus aspiraciones clasificatorias frente a los seleccionados de Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y Villa Clara en sus respectivos estadios beisboleros.
    Una verdadera prueba de fuego para un conjunto que ha demostrado por momentos serias deficiencias a la hora buena de anotar carrera, lo que evidencia el alto promedio de hombres dejados en base, además de un pitcheo inestable y que muy poco ha enseñado en esta primera mitad de temporada, a excepción del corajudo diestro Alberto Bicet, quien en cada  subida al montículo ha dejado una grata satisfacción entre sus parciales.
     Elizardo Guilart, entrenados de pitcheo de Las Avispas, destacó que si logran estabilizar cuatro abridores en esta gira, así como dos pitcher zurdos como intermedios podrían sacarle un buen provecho a estos nueve juegos pactados, no obstante considero que ya es hora de pedirle más al estelarísimo y polémico Danny Betancourt, quien en su última aparición frente Artemisa en el “Guillermón Moncada” dejó mucho que desear.
     Considero que los peloteros santiagueros en los momentos claves ha fallado con imperdonables errores  a la defensa –que tienen que estar siempre presente-  que han costado carreras decisivas, además de la poca concentración en el cajón de bateo lo que se evidencia en la selección de los lanzamientos de los pitcher contrarios.
   
Las notas sobresalientes siguen aportándolas Alexei Bell y Luis Yander Lao, quienes a mi entender tienen asegurados un  puesto en la preselección cubana donde saldrá en equipo que representará a la Mayor de Las Antillas en los Juegos Deportivos Centroamericanos de Veracruz, México.
     Por ahora solo queda esperar el resultado de la gira de los santiagueros por la zona central del país, es el momento de AHORA o NUNCA por alcanzar la clasificación. Confiamos en sus jugadores, equipo de dirección y en el aporte y consagración de cada uno en esta decisiva etapa de la campaña.

miércoles, 22 de octubre de 2014

119 aniversario de la invasión a Occidente.





El hecho militar más audaz de la centuria

     La invasión al occidente de la Isla de Cuba, protagonizada por tropas del Ejército Libertador al mando de los mayores generales Máximo Gómez y Antonio Maceo, entre el 22 de octubre de 1895 y el 22 de enero de 1896, fecha en que la columna invasora hizo entrada en Mantua, el poblado más occidental de Cuba. Fue considerada por muchos especialistas militares de la época como el hecho de armas más audaz de la centuria.


   La Invasión a Occidente, un sueño que no pudieron materializar los combatientes cubanos durante la Guerra de los Diez Años, era de trascendental importancia militar, económica y política para la causa independentista.
    Inspirada en lo que José Martí, el Apóstol de la Independencia de Cuba, concibió como “guerra necesaria”, esta campaña también respondía a un viejo anhelo de los generales insurrectos Antonio Maceo y Máximo Gómez, quienes pusieron en marcha la estrategia de no limitar la contienda libertadora al territorio oriental de la Isla, sino obligar a España a pelear simultáneamente en las seis provincias del país, con el fin de debilitarla en todos los frentes.
    Ambos próceres formaron un binomio invencible. Desde el oriente cubano partió Maceo, mientras Gómez organizaba a sus tropas desde Camagüey, territorio cercano a la región central de Cuba y guiados por el empeño de irradiar la lucha contra el colonialismo español por todos los confines de Cuba, las fuerzas del Ejército Libertador iniciaron el 22 de octubre de 1895 uno de los hechos más relevantes de la historia patria: la Invasión desde Oriente hasta Occidente.
    Cuba era una isla larga y estrecha, donde predominaban las llanuras.
     En Occidente se concentraban las mayores riquezas económicas y el centro del poder político de la colonia.
España domina todas las vías de comunicación.
     La metrópoli había concentrado la mayoría de las fuerzas militares en esa región.
      La columna invasora contaba con más de 4 mil hombres y los españolas entre soldados y voluntarios poseía una fuerza de más de 200 mil hombres.
Los objetivos militares, económicos y políticos de la invasión eran:
-Extender la guerra a todo el país.
-Aumentar en armas y combatientes al Ejército Libertador.
-Abrir las costas a las expediciones.
-Dispersar las fuerzas españolas.
-Impedir el desarrollo de la zafra.
-Destruir la economía de Occidente.
-Eliminar las manifestaciones de caudillismo y regionalismo.
-Extender la República en Armas.
-Lograr el reconocimiento internacional

       La idea de la invasión a occidente estuvo presente siempre en la estrategia de los principales jefes de la Revolución. Su razón está expresada en la Circular al Ejército Libertador de José Martí del 14 de mayo de 1895, unos días antes de su caída en combate: "La parte más importante y decisiva de una guerra no está en las batallas, ni en los hechos de valor personal, sino en el sistema favorable con que en todas partes a la vez, se debilita y empobrece al contrario, se le quitan recursos y se le aumentan las obligaciones, se le obliga a pelear contra su plan y voluntad, y se le impide que reponga sus fuerzas”
     De ahí que tan pronto se consolidó la lucha en las tres provincias orientales, Maceo formó un contingente con una parte de sus tropas para pasar hacia Camagüey, unirse con Gómez en Las Villas y avanzar hacia el oeste.
Reunidos poco más de 1 400 soldados en la sabana de Mangos de Baraguá, el lugar donde en 1878 se había producido la histórica Protesta,
     El contingente invasor oriental comandado por Antonio Maceo cruza la trocha de Júcaro a Morón, el 30 de noviembre de 1895.
Maceo dio inicio a la marcha el 22 de octubre de 1895. Después de burlar al mando español de Holguín, que lanzó todas sus fuerzas para impedir el avance de Maceo, el contingente invasor entró en la provincia de Camagüey, cruzó la bien defendida trocha de Júcaro a Morón sin tener una sola baja y se unió a las tropas de Máximo Gómez, como estaba previsto, en territorio villareño.
    El «Generalísimo» designó a Maceo jefe de la columna invasora. El 15 de diciembre, al hacer un recuento de armas y municiones, comprobó Maceo que sólo contaban con un promedio de dos cápsulas por cada combatiente: había que arrancarles armas y municiones al enemigo.
    Tuvieron oportunidad de hacerlo en Las Villas, donde eran ya 3 600 invasores que se enfrentaban a 8 000 soldados españoles. Allí libraron algunos combates, entre ellos el del 15 de diciembre de 1895 en el potrero de El Naranjo, que vino a ser el más favorable a las armas cubanas en todo el curso de la invasión. En él sólo participaron 400 invasores, los que hicieron más de 200 muertos al enemigo y capturaron buena cantidad de armas y parque, a un costo de cuatro cubanos muertos y 40 heridos.
     A un ritmo de 16 horas diarias de marcha, los invasores penetraron en la provincia de Matanzas, bien defendida por 30 000 soldados españoles, al mando del experimentado general Arsenio Martínez Campos. En las inmediaciones de esa provincia y utilizando su astucia, Gómez y Maceo dieron un gran rodeo y retrocedieron hasta los límites de Las Villas, como si regresaran hacia el oriente. Y cuando Martínez Campos los creía lejos, daban de nuevo un giro hacia occidente y se acercaban a la provincia de La Habana. Esta operación es conocida popularmente como «el lazo de la invasión», y constituyó una excelente maniobra que permitió burlar a poderosas fuerzas y continuar hacia el oeste.
     Ya en La Habana, con sus fuerzas incrementadas, los invasores avanzaron tomando ocho poblaciones importantes y amenazaron a la capital. Aquí Maceo y Gómez se separaron: éste quedó en La Habana con 2 500 hombres, mientras el Titán avanzaba hacia Pinar del Río con 1 500.
     Para facilitar las acciones invasoras de Maceo en Pinar del Río, Gómez distraía a las tropas españolas en La Habana mediante la táctica de «la lanzadera», que se caracterizaba por un constante ir y venir que despistaba a las columnas enemigas lanzadas contra él.
Maceo atravesó la provincia pinareña tomando numerosas poblaciones y evadiendo otras, y llegó victoriosamente al extremo occidental de la Isla, a la ciudad de Mantua, donde plantó la bandera de la estrella solitaria el 22 de enero de 1896, exactamente 3 meses después de haberse iniciado la marcha en Baraguá.
      El Ejército Libertador y sus dos jefes más relevantes habían realizado una portentosa hazaña que según un crítico extranjero fue «el hecho militar más audaz de la centuria».
      La destrucción de la economía que sustentaba al régimen colonial, en especial la industria azucarera, fue objetivo fundamental de la invasión a la región occidental de la isla.
En efecto, atravesando una isla larga y estrecha, cortada por numerosos ríos, desafiando a un enemigo que contaba al principio con unos 100 000 hombres y finalmente con más de 180 000 soldados y 42 generales; que era dueño de las principales ciudades y de pueblos bien fortificados, magníficos campamentos y trochas; que disponía de las armas más modernas de su época y un buen sistema de comunicaciones. Y en esas condiciones, la columna invasora cumplió cabalmente sus objetivos militares: llevar la guerra a todos los puntos del país, poner sobre las armas a miles de patriotas y fortalecer material y moralmente la insurrección.
      También se alcanzaron importantes objetivos económicos: destruir gran parte de las fuentes económicas de España, de tal modo que se redujo la producción y bajaron las recaudaciones del gobierno colonial.
       En lo político, creció el prestigio internacional del movimiento independentista; se demostró que en Cuba había un ejército popular y no una banda de facinerosos como decían los españoles, y se despertó el interés de los órganos de prensa mundiales por conocer y divulgar las luchas del pueblo cubano.
      Después de la Invasión se reafirmó la fe del pueblo en la victoria y muchas personalidades del mundo comprendieron que España no podría ganar la guerra de Cuba.
     Esta brillante invasión, síntesis y consolidación del arte militar cubano, implicó 92 días durante los cuales los libertadores recorrieron cerca de 1 800 kilómetros, sostuvieron 27 combates, ocuparon 22 poblaciones importantes y arrebataron al enemigo abundante equipo militar, incluidos 2 036 fusiles y 67 000 cartuchos. La magnitud de la hazaña se hace más evidente al considerar que la fuerza invasora nunca sobrepasó la cifra de 4 500 efectivos, mientras las tropas del ejército colonial español desplegadas en su frente sumaron cerca de 200 000 soldados regulares y paramilitares.
     El mundo entero quedó impresionado por la gesta. El periódico norteamericano The Sun comentó: "La habilidad de la estrategia del jefe revolucionario jamás ha sido sobrepasada en una guerra (...) se acerca más a los prodigios de la leyenda que a los anales auténticos de nuestro tiempo. Gómez ha desplegado en toda esta campaña admirable genio militar".
     Y el general estadounidense Sickles, veterano de la Guerra de Secesión, la enjuició así: "La marcha de Gómez, desde el punto de vista militar, es tan notable como la de Sherman (...) debemos poner a Gómez y a Maceo en la primera fila de la capacidad militar".
    De nada le valió a la metrópoli española su poderío. A golpe de audacia, coraje y agudeza, las huestes insurrectas dejaron huellas de valentía en combates como el cruce de la trocha de Júcaro a Morón, importante enclave del adversario que Gómez burló sin contratiempos para franquear el camino hacia la provincia central de Las Villas.
La Batalla de Mal Tiempo, donde fue aniquilado totalmente un batallón colonialista, así como los enfrentamientos en Las Taironas, Calimete y Coliseo fueron no menos cruciales en aquella gesta independentista que luego avanzó por los llanos aledaños a la capital del país y culminó en las montañas de Pinar del Río, en el extremo occidental de Cuba.
      Fueron 92 días de lucha frontal a lo largo de casi mil 800 kilómetros. El mando castrense español veía con asombro e impotencia cómo fracasaba estruendosamente la estrategia para contener y rechazar a los invasores a cuyo paso ocuparon una veintena de pueblos.
    Más allá de la trascendencia épica de este episodio, se logró el propósito de golpear sin tregua las fuentes de riquezas que sustentaban las ganancias de la metrópoli española en la isla.
    La Invasión a Occidente cubrió de gloria a los patriotas cubanos y le demostró al mundo la verdadera causa por la cual combatieron durante tres decenios.