viernes, 15 de marzo de 2013

ANIVERSARIO 53 DEL PRIMER CUARTEL CONVERTIDO EN ESCUELA POR LA REVOLUCIÓN





El cuartel Moncada, hoy Ciudad Escolar 26 de julio, es un edificio docente, antiguo cuartel militar, ubicado en la histórica ciudad de Santiago de Cuba, ubicada en la porción suroriental de Cuba.

Ciudad escolar 26 de julio
Un año después de que el cuartel pasara a manos de los revolucionarios, el 9 de enero de 1960, Fidel Castro, acompañado de René Vallejo y Luis Crespo, subidos los tres en un tractor, comienzan a derruir las murallas de las instalaciones militares para hacer entrega de las mismas, el 28 de enero de ese mismo año, al Ministerio de Educación una vez convertido el Moncada en un centro escolar con capacidad de 2.000 alumnos. Ese mismo año Camilo Cienfuegos haría una acción similar en el Campamento Militar de Columbia, sede del Estado Mayor General del Ejército a lo largo de años, y centro de mando del gobierno de Batista, para convertirlo en escuela, que toma el nombre de "Ciudad Escolar Libertad" en el municipio de Marianao (La Habana).
Estos actos estaban llenos de simbolismo y querían mostrar el propósito de la Revolución Cubana de que la fortaleza del pueblo reside en la educación. Fidel Castro, en el discurso que pronunció en el acto de entrega de las instalaciones al Ministerio de Educación, dijo:
Y la historia demostrará que si al fin y al cabo las fortalezas llenas de aspilleras y soldados sucumbieron ante el empuje de nuestro pueblo, la lucha por una causa justa, en cambio nuestras aulas, representantes del pensamiento y la cultura, jamás caerán bajo la fuerza de quien nos la quieran quitar para convertirlas en cuarteles, a fin de defender los privilegios porque esas escuelas las defenderá con trincheras de ideas y trincheras de piedra.
El Moncada, convertido ya en centro escolar, ha venido funcionando desde entonces como un centro escolar de primaria. Posee la mayor matrícula de la provincia Oriental con más de 1.600 alumnos, que se reparten en clases de no más de 20 estudiantes por aula. La plantilla de docentes es de 245. Los resultados obtenidos por sus alumnos, contrastado en diversos concursos nacionales e internacionales, son óptimos.
Las instalaciones, dotadas de todo el material necesario para el desarrollo de los programas educativos, poseen 80 aulas y un centro médico. Los alumnos están en régimen de seminternado comiendo y merendando en el centro.
Dentro de las instalaciones del centro escolar se ha ubicado, en la Posta Nº 3 -lugar donde se produjo el ataque el 26 de julio de 1953-el Museo de Historia 26 de Julio, que formado por ocho salas, dedica la primera a la historia de la construcción de la fortaleza hasta su conversión en centro educacional.
En 1974 se reconstruyeron las murallas del cuartel al ser declarado Monumento Nacional de Cuba.
El cuartel Moncada adquirió relevancia histórica el 26 de julio de 1953 cuando un grupo de 135 guerrilleros antibatistianos (opositores a la dictadura de Fulgencio Batista) divididos en tres columnas comandadas por Fidel Castro, Raúl Castro y Abel Santamaría realizan el asalto al mismo. Este acto, que resultó fallido, fue el comienzo de la lucha que acabaría el 1 de enero de 1959 entrando triunfante en la ciudad de La Habana y dando comienzo a la revolución cubana.
El 9 de enero de 1960, un año después del triunfo de la Revolución, empiezan las obras de demolición de los muros del acuartelamiento militar con la finalidad de convertirlo en un centro escolar. El 28 de enero de ese mismo año, Fidel Castro entrega al Ministerio de Educación las instalaciones cuartelarías para que sean dedicadas a escuela. Nace, con todo el simbolismo de la reconversión de un cuartel en escuela, el Centro Escolar 26 de julio.

Historia del cuartel
La falta de locales adecuados para el encierro de los presidiarios en la ciudad de Santiago de Cuba a finales del siglo XIX hace evidente la necesidad de la construcción de unas nuevas instalaciones carcelarias. También era necesario la construcción de algún acuartelamiento para el cobijo de las tropas.
El 6 de mayo de 1854 se hace cargo del Gobierno Civil y de la Comandancia General del Departamento Oriental de la Isla de Cuba el Mariscal de campo Carlos Vargas-Machuca, conocido con el sobrenombre de «El constructor» por la gran cantidad de edificaciones y obras que realizó en sus 6 años de mandato. En 1859, bajo la dirección de Manuel Ciria, marqués de Villaitre, comienzan las obras del denominado Cuartel del Nuevo Presidio.
La edificación, situada a las afueras de la ciudad en su lado este, cerca del cementerio y al lado del solar en el que se ubicaría el hospital militar Príncipe Alfonso, estaba diseñada para albergar a 1.001 soldados y 202 presos. Se construyó un sencillo y robusto edificio de una sola planta con sótano.
De forma cuadrangular medía 180 metros de frente y 77 de fondo. Los lados del cuadrángulo estaban ocupados por edificaciones con galerías interiores abiertas a vastos patios. En estas instalaciones se alojaban, además de la fuerza militar, 200 presos con la escolta y empleados necesarios para su mantenimiento. La entrada principal se ubicaba al oeste y mantenía otra entrada al este.
El cuartel recibió el nombre de Reina Mercedes durante el tiempo de la Guerra de los Diez Años y albergó a la caballería española que, en aquel tiempo, combatía contra los independentistas cubanos.
Junto al cuartel se realizó la construcción del Hospital Militar Príncipe Alfonso, según planos del ingeniero Manuel Soriano. Éste quedó finalizado en 1878. El hospital tenía capacidad para 300 camas y su entrada principal se abría bajo un amplio pórtico sostenido por 8 columnas. La capilla fue inaugurada en 1861 por Carlos Vargas.

Durante la guerra de independencia
El cuartel «Reina Mercedes» desempeñó un importante papel en la defensa de la ciudad de Santiago de Cuba en los combates que se libraron en los diferentes periodos bélicos que dieron lugar a la independencia de la isla de España. Fue acuartelamiento de infantería y luego sirvió de sanatorio de soldados.
Durante la Guerra de los Diez Años se aumentaron las defensas del acuartelamiento. En ese tiempo se construyó el torreón de palomas mensajeras, llamado «El palomar» y que sirvió también como torre de vigía, desde el que se observa toda la bahía de Santiago y la sierra. Desde este torreón se emitían todas las informaciones de los movimientos de naves en el puerto. En 1878 se acabaron los trabajos de renovación del cuartel junto con el hospital adosado.
El 2 de enero de 1894 ingresó en prisión en el cuartel Reina Mercedes el general Guillermón Moncada donde estuvo por seis meses, junto con otros compañeros de armas.
En 1898 el ejército de Estados Unidos tomó la ciudad de Santiago y con ella el cuartel Reina Mercedes y el hospital militar Príncipe Alfonso, izando en ellos, por primera vez oficialmente, la bandera estadounidense en la isla. El cuartel y el hospital quedaron bajo jurisdicción estadounidense hasta el 31 de julio de 1902, que fue entregado al general cubano Saturnino Lora. El 18 de agosto de ese año, el cuartel Reina Mercedes se convertía en sede de la Guardia Rural de la provincia de Oriente bajo el mando de Lora. La Guardia Rural sería ratificada por el gobierno de Tomás Estrada Palma el 18 de octubre de ese mismo año.
Lara fue sustituido por Juan Vaillant y López del Castillo el 2 de febrero de 1909. El 21 de enero de ese año se inauguraba la caseta de telégrafo que, construida por la empresa estadounidense Hempel, se ubicaba al lado del Hospital Civil.

Cambio de nombre
El 24 de abril de 1909 por medio de la orden especial número 56 se cambia de nombre al acuartelamiento que pasa a denominarse Moncada como homenaje a la memoria del mayor general del Ejército Libertador, Guillermo Moncada, que permaneció por algún tiempo recluido en los calabozos de dicho cuartel, por causas motivadas por las luchas por la independencia de Cuba. Esa nueva denominación tendría efecto a partir del 20 de mayo.
El 7 de julio de 1909 el general Monteagudo se hace cargo de las instalaciones y de las tropas. Crea el Tercio Táctico de la Guardia Rural. Hizo diversas reformas en el acuartelamiento y, como agradecimiento, se colocó un busto del general en un lugar preferente de las instalaciones. Este busto se mantuvo en ese lugar hasta el triunfo de la Revolución, cuando fue sustituido por otro del general Antonio Maceo.

Insurrecciones y represión
Algunos de los alzados en armas contra el gobierno de Tomás Estrada Palma en 1910 fueron encarcelados en el Moncada, como es el caso del general Vicente Miniet. El Moncada sirvió de centro de operaciones en las acciones emprendidas en la llamada Guerra de los Negros, alzamiento realizado por el Partido Independiente de Color en mayo de 1912. El alzamiento fue brutalmente reprimido y pasó a la historia como la matanza de Mícara. La mayoría de los apresados en estas operaciones de la Guerra de los Negros fueron encarcelados en el Moncada, entre ellos los dirigentes insurrectos Evaristo Estenoz, Pedro Ivonet y Eugenio Lacoste.
En 1916 se producen los hechos conocidos como el golpe por parte del Partido Liberal en respuesta al cambiazo electoral realizado por los conservadores. El golpe tuvo su inicio en el cuartel Moncada. El 12 de febrero del año siguiente la guarnición del Moncada se subleva posicionándose de parte de José Miguel Gómez. Estos hechos fueron conocidos como la insurrección de La Chambelona, al celebrar los liberales la misma al son del canto La Chambelona. Este levantamiento se sofocó con la intervención de tropas de los Estados Unidos.
El Tercio Táctico tenía su base en el cuartel Moncada y fue una de las principales fuerzas represoras de la zona de oriente cubano. Dotados de caballos tejanos, herederos de los que dejó el ejército de EE. UU., realizaban cargas machete en mano contra los manifestantes, como la realizada contra los estudiantes en noviembre de 1930 en la alameda Michaelsen de Santiago de Cuba o la efectuada el 9 de junio de 1931 contra los obreros sin trabajo.
En 1933 los líderes de Joven Cuba planearon la toma de los cuarteles Moncada y San Luis (entre otros), pero los planes se desbarataron al ser ocupado el aeropuerto de Santiago de donde iba despegar un avión con intención de atacar desde el aire el acuartelamiento.

El incendio y la renovación
El 11 de diciembre de 1937 un incendio destruyó una importante parte de las edificaciones que componían el cuartel. Se insinuó que el fuego podría haber sido provocado, bien para tener disculpa de la reconstrucción de cuartel con unas instalaciones más modernas o bien para destruir pruebas documentales referentes al mal uso de los fondos públicos destinados al acuartelamiento.
El 4 de septiembre de 1938 se inauguran las nuevas instalaciones cuartelarías. Éstas están formadas por un edificio único en forma de peine que corría de norte a sur. Perpendiculares al bloque se añaden seis cuerpos secundarios que dan a sendos patios abiertos. En el edificio principal, en un segundo nivel, se abre una terraza que da sobre el polígono de formaciones. A esta terraza se accede mediante seis escaleras que suben a los dormitorios de soldados.
En el extremo norte se construyó un salón de actos que funcionaba como cine y teatro, y al otro extremo, separado por un pequeño patio, estaba el club de oficiales.
El proyecto fue realizado por la dirección técnica de la Sección de Ingeniería del Estado Mayor del Ejército. El acuartelamiento tenía una capacidad para albergar a 2.000 hombres y contaba con los siguientes servicios:
Jefatura del Regimiento.
Cuerpo de guardia.
Sala de Justicia.
Dormitorios.
Botiquín.
Panadería.
Departamento comercial.
Sastrería.
Caballerizas.
Las calles interiores estaban debidamente pavimentadas y tenía instalación de agua potable y saneamientos. Todas las instalaciones estaban rodeadas por un muro ornamental diseñado con aspilleras y contaba con torres en sus vértices. En el eje central se levantaba la entrada principal a la que se accedía mediante un pórtico monumental. En cada lado y al fondo había sendas entradas secundarias dotadas de garitas de vigilancia.
El Jefe del Regimiento residía en una casa adosada al lado izquierdo. Al lado derecho se construyeron casas de madera para los alistados.
Frente al cuartel se construyó el hospital militar Joaquín Castrillo Duany que se venía a convertir en una extensión de la fortaleza. Este edificio sanitario era de hormigón y ladrillo y constaba de dos plantas. En el primer piso se ubicó la Jefatura del regimiento Nº 1 Maceo, a su lado se hallaba un busto de Guillermo Moncada y en la parte interior, y frente al polígono estuvo hasta el triunfo revolucionario, otro de Antonio Maceo. En este mismo lugar tenía su sede el Servicio de Inteligencia Militar.
Las tropas del Moncada se vieron implicadas en los diferentes levantamientos militares que se produjeron a mediados del siglo XX en Cuba, antes del triunfo revolucionario.

El asalto al cuartel Moncada
El 29 de julio de 1953 un grupo de jóvenes guerrilleros asaltan la fortaleza, al mismo tiempo que el cuartel Carlos Manuel Céspedes de Bayamo. Este grupo era comandado por Fidel Castro. El propio Castro expondría en su alegato de defensa en el juicio por los hechos del ataque al Moncada conocido como La historia me absolverá los pormenores de la operación.
Un grupo guerrillero formado por 21 hombres y comandado por Abel Santamaría tomó el Hospital Civil. Otro de diez hombres y bajo las órdenes de Raúl Castro ocupó el Palacio de Justicia y Fidel Castro al frente de 95 hombres atacó el cuartel Moncada.
El ataque al cuartel se produjo por la posta Nº 3. Una vanguardia de 8 hombres abrían el ataque mientras que detrás de ellos iba un subgrupo de 45 hombres, en el cual se hallaba Fidel, armado mayoritariamente con armas cortas. El resto de las fuerzas, que portaban armas largas, se extravió por la ciudad al equivocarse en un cruce de calles.
Frente a la posta Nº 3 los asaltantes de encuentran con una patrulla de guardia y el enfrentamiento con ella da tiempo a que se organice la defensa del cuartel. Aun así el enfrentamiento fue rudo, con bajas por ambos lados. La retirada fue organizada en grupos de 8 ó 10 hombres defendidos por seis francotiradores.1
Fidel relata que las pérdidas en la lucha no fueron significativas y las bajas en el bando atacante fueron debidas, principalmente, a la crueldad y la inhumanidad del ejército una vez que el enfrentamiento había cesado. El testimonio de Fidel Castro dice:
El cuartel Moncada se convirtió en un taller de tortura y de muerte, y unos hombres indignos convirtieron el uniforme militar en delantales de carniceros. Los muros se salpicaron de sangre: en las paredes las balas quedaron incrustadas con fragmentos de piel, sesos y cabellos humanos, chamuscados por el disparo a boca de jarro, y el césped se cubrió de oscura y pegajosa sangre. ...yo sé que sienten con repugnancia el olor de sangre homicida que impregna hasta la última piedra del cuartel Moncada.

Después del asalto
El miedo se apoderó de los soldados acuartelados en el Moncada después del ataque del 26 de julio de 1953. Se sellaron mediante raíles y sacos de arena las entradas al acuartelamiento, que se protegieron con nidos de ametralladora, con excepción de la posta norte. Se amplió el muro de circunscripción del cuartel que se convirtió en un triángulo que incluía la casa del general en su interior. Se emplazaron armas pesadas en la propia fortaleza y sus alrededores.
El ataque al Moncada fue percibido por los habitantes de Santiago de Cuba con sorpresa y equívoco. Muchos pensaron que se trataba de cohetes o fuegos de artificio e incluso algunos ciudadanos se acercaron a las instalaciones cuartelarias con curiosidad. El fuego de las ametralladoras fue el elemento que situó los acontecimientos en su justa medida. Se creyó también que podría tratarse de un ataque del militar Eleuterio Pedraza como respuesta a la frustración del golpe que encabezó contra Batista en 1941 y que éste había frustrado.
Fue a partir de las 11:00, con los servicios de comunicación ya restablecidos, cuando se difundió la noticia de que el ataque al Moncada estaba encabezado por Fidel Castro. Junto a la misma se sabía del gran número de bajas por parte de los asaltantes. Algunos de los huidos del ataque encontraron refugio entre la población civil, pero otros (entre ellos el propio Fidel Castro) huyeron a las lomas cercanas a la zona de la Gran Piedra. Finalmente, tras una intensa campaña liderada por el arzobispo de Santiago de Cuba, Enrique Pérez Serantes, Castro se entregó gracias a las garantías ofrecidas por el prelado católico.

La Revolución toma el Moncada
El 8 de enero de 1959, las columnas guerrilleras entran en la capital de Cuba haciendo que el hasta entonces presidente del país abandone éste. En Santiago de Cuba el ejército intenta impedir la entrada de las tropas revolucionarias. Raúl Castro toma por sorpresa el cuartel Moncada e insta a rendirse a la tropa. El coronel Rego Rubido, jefe del Regimiento Nº 1 Maceo, presenta su rendición incondicional a Fidel Castro en Loma Escandell. El cuartel Moncada y la ciudad de Santiago de Cuba quedan en manos de los guerrilleros. La tropa es desarmada y sus responsables arrestados.
Nota: este artículo previsto para el 28 de enero n o salió en pagina, sin embargo hoy 15 de marzo del 2013 lo retomamos como homenaje al 60 aniversario del asalto al cuartel Moncada.

Una aceptable actuación de Cuba






*Esperemos que vengan tiempos mejores y con manager menos paranoicos

La selección cubana tuvo una actuación aceptable en el III Clásico Mundial de Béisbol, pero evidenció que ha descuidado algunos elementos de ese deporte,  el miembro de la Comisión Nacional Frángel Reynaldo y los periodistas Sigfredo Barros y Michel Contreras.
En su opinión, los peloteros cubanos derrocharon combatividad, coraje y deseos de ganar, pero eso no basta.
El punto más alto del plantel fue el bateo; sin embargo, con el toque de bola no se puede contar, faltó una estrella del pitcheo, y el cuerpo de relevistas mostró debilidad. En general, cometieron demasiadas inexactitudes, sobre todo frente a Holanda, que se ha convertido en el verdugo de los representantes de la mayor isla de las Antillas.
Actualmente, Holanda es mejor que Cuba, al contar con un equipo que tiene mucho oficio, calidad individual y muy buen mánager, un conjunto que aprovecha todas las oportunidades.
Una verdad que duele
El béisbol cubano ya no es el mejor del mundo, hay que admitirlo, por lo que urge actualizar los métodos de preparación y las técnicas y ponerse a tope.
Nos falta ganar el juego que no se puede perder, se afirmó en la Mesa Redonda, en alusión a que en los últimos 6 años Cuba ha perdido varias finales de lides internacionales de béisbol.
Hace falta recuperar las competencias municipales para aprovechar el talento de miles de niños y adolescentes, suministrar implementos, incrementar la literatura beisbolera y las transmisiones televisivas de pelota profesional.
Ya existe un proyecto nacional para desarrollar el béisbol desde las edades tempranas, y en septiembre próximo abrirá en La Habana una escuela nacional de directores de equipo.
La realidad es que el nivel del Clásico Mundial se ha elevado, ya no hay selecciones débiles y así lo han demostrado Italia, España y Brasil.

“¡Perdimos porque perdimos!”, dijo el manager Víctor Mesa Martínez, en la conferencia de prensa que cerró la actuación de Cuba en el III Clásico Mundial de Béisbol (CMB).
Sin embargo según los especialistas y comentaristas aquí van algunos deslices:

En ese desafío contra Holanda hubo tres elementos determinantes: jugadores que no respondieron en el momento crucial a la defensa y la ofensiva, discutible manejo del juego por parte de Víctor y un rival Naranja menor errático.
En el temprano segundo inning Frederich Cepeda Cruz fue sorprendido en un intento de estafar la intermedia, con Alfredo Despaigne Rodríguez en el conteo de tres y dos (a la postre boleto). ¿Robar con Cepeda? 
Al  lanzador Vladimir García Escalante le  conectaron tres imparables, dio un pelotazo y soportó dos rayitas; aunque en dos lances por el campo corto Erisbel Arruebarruena no muy estuvo preciso.
En el cuarto, el mismo Cepeda Cruz –muy seguro en el torneo- bateó para doble play y rompió un instante ofensivo clímax, en el que Gourriel Castillo abrió con tubey y José Miguel Fernández lo remolcó con sencillo. Falló el bueno a la hora bueno; luego José Dariel Abreu  conectó jonrón  en solitario. Pese a eso se igualó 2-2 el encuentro.
Los europeos volvieron a activar la registradora en el final de ese episodio con la complicidad de la defensa cubana, que regaló dos anotaciones sin apenas un hit del contrario. Primero Arruebarruena optó por buscar un out por la antesala y convirtió un lance en fielder´s choice, cuando la jugada indicada era sacar en la inicial; luego Yulieski Gourriel Castillo se quedó “pasmao” y no cubrió un tiro del receptor a tercera para tratar de impedir un arriesgado robo. Error y carrera anotada ¿Dormido el Yuli o desconcentrado?  Con dos debajo en el quinto, Víctor quemó las naves con su habitual cambia-cambia; se quedó sin banco, aunque consiguió igualar las acciones. ¿Cuestionable la maniobra del técnico? Sí, desde el punto de vista estratégico; aunque ninguno de los cambios influyó en la derrota. (Realmente esta alineación a partir de aquí -Bell, Yulieski, Fernández, Cepeda, Abréu, Despaigne, Tomás, sin Eriel y con González- con algún reacomodo interno puedo aportar mayores dividendos).
Después sobrevino una calma. Holanda nos regaló un séptimo inning en el que conectó tres imparables pero se fue en blanco, en lo que tuvo mucho que ver un hombre cogido robando. Inflados por el scone reaccionamos en el octavo a puro bate para tomar el mando 6-4. Y cuando estábamos a ¡cuatro outs de San Francisco!, se apareció Andrelton A. Simmons y conectó cuadrangular de dos carreras a Norberto González para poner la pizarra 6-6.
¿Fue prudente dejar tanto tiempo en el box al zurdo? No. Hasta ahí González  había tirado 3,1 innings de leyenda –casi impecables-  y  exigirle una sobre dosis resultaba temerario. Todos sabemos que él para este nivel no pinta para más de tres vueltas por la Lomita de los Martirios. Así se pagan los riesgos.
En el noveno volvimos a tener una brecha para colarnos y poner contra la pared a los holandeses; pero Gourriel Castillo –después de batear un buen hit y robar segunda- no supo apreciar las bondades de un batazo al izquierdo, conectado por el zurdo Fernández, y se quedó tiritando en la antesala. ¿Podía anotar Yulieski? Sí.
 Acto seguido Cepeda volvió a fallar (ponche), con corredores por las esquinas y Abréu cedió en elevado.
Con todos estos desaciertos Cuba todavía estaba con vida. González volvió a encaramarse en el montículo y sacó el importante primer out del noveno; pero inexplicablemente Víctor lo extrajo del box. ¿Por qué ahora? ¿Para no correr los mismos riesgos que en la entrada anterior o fue otro de esos “luminosos” arranques de Serie Nacional? Por fortuna la decisión no influyó de manera directa en lo que estaba por suceder.  La piedra que desfondó el saco fue un costoso error de Gourriel Castillo. 
Yander Guevara Morales lanzó para dominado (era el segundo out); pero el Yuli (una y otra vez como una fantasma en los momentos cruciales) pifió una rolata que abriría el camino de la desesperación para los cubanos. Yander soportó un sencillo, Víctor se deshizo de él y perdió el rumbo en una apuesta por el novel Raicel Iglesia, una fórmula recurrente solo justificable por la poca profundidad del staff. Fin de la historia.

135 Aniversario de la Protesta de Baraguá.





Conocida en la historia de Cuba como la negativa a aceptar el convenio de paz conocido como Pacto del Zanjón. Fue lidereada por el mayor general Antonio Maceo, otros altos jefes, oficiales y tropas orientales a su mando, protagonizada en Mangos de Baraguá, territorio oriental, el 15 de marzo de 1878

Antecedentes
La desunión, la dispersión y el caudillismo arrinconaron la Guerra del 68 hasta el callejón del Pacto del Zanjón, donde el colonialismo español pretendió una injusta paz en los precisos instantes en que los mambises reasumían la iniciativa en Oriente y Las Villas. Aún así se demostró que todavía en muchos hombres de este país el decoro permanecía inalterable. y que el Pacto del Zanjón era una simple tregua, una breve interrupción de la guerra y no una salida y que se volvería a combatir hasta lograr la verdadera libertad.
La falta de unidad había llegado en algunos casos al resquebrajamiento de la disciplina y se se erigía como un factor funesto que atentaba contra el alcance de la añorada libertad. Algunos, (no todos) asumieron el Zanjón como salida y muchos continuaron empeñados en la lucha en la parte oriental de la Isla. 

Preparativos de la protesta
Maceo, que en enero de 1877 había sido ascendido a Mayor General y repuesto ya de las graves heridas recibidas el 6 de agosto de ese propio año, en el combate de Mangos de Mejías (ocho en total, cuatro de ellas en el pecho), se incorpora de nuevo a la guerra.
Las victorias resonantes en Florida, Llanada de Juan Mulato y San Ulpiano en enero y Febrero de 1878, le reconfortan por el tiempo perdido en la convalecencia.
Desconocedor de lo que sucedía en Camagüey y Las Villas va en busca de su médico y amigo fraternal, el doctor Félix Figueredo, para comentar los rumores que circulaban de conferencias y tratos con los españoles, en los que no creía.
El doctor Figueredo le dio un amplio informe de las noticias que había recibido, y como a una pregunta directa sobre la posición y actuación del Generalísimo Máximo Gómez, contestara que "no podía responder más que de sí mismo", Maceo, al oír todo lo que se había dicho de los jefes de la Revolución que aceptaron el convenio con los españoles, se alejó visiblemente disgustado, sin despedirse del amigo.
Hay que tener en cuenta que los cuchicheos también fueron coreados por informaciones aparecidas en periódicos cubanos editados en Nueva York. Estos publicaron que los jefes mambises rendidos a Arsenio Martínez Campos habían sido comprados del modo más abyecto posible, lo que aprovecharon algunos enemigos del general Gómez para mentir sobre él, argumentando que era del grupo de los sobornados.
La verdad histórica es que, si bien es cierto que Martínez Campos fue pródigo con los traidores en las filas cubanas, es totalmente válido que Máximo Gómez permaneció apartado de las negociaciones y no recibió ni una sola peseta de los españoles.
El 18 de febrero de 1878, en Pinar Redondo, se entrevistaron Gómez y Maceo. Era el momento esperado por el primero para informar al segundo todo lo ocurrido en Camagüey y dar el adiós a la heroica madre de la familia Maceo, a su comadre Mariana Grajales. Allí conoció de la postura de Maceo en cuanto a no aceptar lo proclamado en el Pacto del Zanjón y su disposición a continuar la lucha. Se enteró también del objetivo del Titán de celebrar una entrevista con Martínez Campos para pedirle una suspensión de hostilidades que le permitiera organizarse; "comprendí -dice Gómez- la idea aviesa de Maceo, para darle un buen golpe al enemigo, y le alenté en la empresa".
Así, Maceo, en febrero 21, escribe a Martínez Campos. Le dice que conoce por Gómez, Rodríguez y Cedeño, comisionados del Departamento Central, lo pactado en Camagüey, "Oriente y Tunas -afirma- se hallan en condiciones de continuar la lucha, no están de acuerdo con la resolución de la Junta del Centro"; termina solicitando entrevistarse con él y pide cuatro meses de suspensión de hostilidades para consultar la voluntad de todos los distritos que componen ese Departamento.
La Revolución había perdido mucho vigor. Pero Maceo se sobrepone por encima de todos. Proclama su posición irrevocable de combatir. Su conducta ejemplar arrastra a jefes, oficiales y soldados. Reanima el patriotismo y la entrega a la causa patria.
Antonio Maceo (desde el mismo inicio de la acción liberadora) conoce de la existencia en miembros del Ejército Libertador, colaboradores y partidarios, de fuertes tendencias divisionistas, propugnadoras de la indisciplina y la anarquía en las filas revolucionarias.
Él, soldado por excelencia, orden y disciplina personificadas, se aparta de tales fracciones y se dedica de forma total a combatir (en todo momento y en el lugar que le corresponde) a las fuerzas armadas de la metrópoli que sembraban muerte, hambre y terror a lo largo de toda la Isla. 

Protesta de Baraguá
El 15 de marzo se realizó la entrevista entre los generales Antonio Maceo y Arsenio Martínez Campos y allí, entre halagos de su homólogo español, Antonio Maceo concretó su posición en pocas, pero precisas palabras:
El general Martínez Campos llegó a Mangos de Baraguá conducido por José Cefí Salas y después de realizar su presentación y la de sus acompañantes, pronunció breves palabras de introducción a la conferencia. Por su parte, el general Maceo presentó a sus acompañantes y de inmediato comunicó a Martínez Campos que no estaban de acuerdo con el pacto firmado, ya que con el mismo no se lograba la independencia de Cuba, ni la abolición de la esclavitud. Posteriormente hablaron el general Manuel Calvar y el doctor Félix Figueredo, quienes reforzaron los planteamientos hechos por Maceo. Seguidamente Martínez Campos replicó:
Pero es que ustedes no conocen las bases del convenio del Zanjón. Sí —interrumpió Maceo— y porque las conocemos es que no estamos de acuerdo.
Martínez Campos trató de leer el documento, pero Maceo no se lo permitió al plantearle:
Guarde usted ese documento, que no queremos saber de él.
Como resultado de la conferencia, se acordó que volverían a romperse las hostilidades y se estableció para ello un plazo de ocho días con el fin de que las tropas ocuparan los territorios designados. El capitán de Cambate, Fulgencio Duarte, que había presenciado la entrevista, exclamó:
¡Muchachos, el 23 se rompe el corojo!.
Martínez Campos, quien había ido a Baraguá confiado en la facilidad de un arreglo pronosticado por sus confidentes, se retiró moralmente derrotado ante la actitud resuelta y serena de Maceo, líder del pueblo y de la Revolución, dispuesto a seguir luchando hasta vencer o morir."
 Una vez terminada la histórica entrevista, los participantes, en representación del pueblo cubano elaboraron y aprobaron una breve constitución y formaron el Gobierno provisional de Oriente, para continuar la lucha por la independencia de Cuba.

Posterior a la Protesta de Baraguá
A pesar de lo dicho, la revolución estaba herida de muerte a causa del regionalismo, las indisciplinas y los intereses personales, elementos que sembraron discordias y desalientos en los protagonistas de aquella guerra que, convocada por las figuras más progresistas y radicales de la burguesía criolla, fue abrazada por las capas más humildes de la población, entre ellas la esclava.
Aun cuando las circunstancias resultaron adversas para mantener la lucha en el territorio oriental, según lo pensado por Antonio Maceo, la protesta encabezada por él revistió un gran significado.
Una actitud similar con relación al Pacto del Zanjón adoptó en Las Villas el coronel Ramón Leocadio Bonachea, quien se mantuvo activo hasta abril de 1879 en que, al deponer las armas, en la estación ferroviaria de Jarao, aseguró volver a empuñarlas cuando las circunstancias lo permitieran.
Ambos representaron el sentir de muchos patriotas opuestos a abandonar la lucha, y no sólo salvaron el honor de Cuba y del Ejército Libertador, sino que legaron a los cubanos el espíritu de jamás rendirse ni darse por derrotados. La espada fue dejada caer entonces; pero el esfuerzo por levantarla de nuevo se intensificó, y lo lograron. 

Trascendencia
La trascendencia de este acto, expresión acabada del espíritu revolucionario de los cubanos, demostró que los jefes, oficiales y soldados que sobre sus hombros habían llevado el peso y las penurias de aquella guerra, no estaban dispuestos a renunciar.
La heroica actitud asumida por Maceo y la tropa bajo su mando ante el vergonzoso acto protagonizado por quienes se abrogaron el derecho inconsulto de deponer las armas, adquiere mayor dimensión cuando fue precisamente aquella protesta la que se encargó de demostrar al general Arsenio Martínez de Campos, jefe español participante en el Zanjón, y al mundo, que los firmantes del pacto no podían en modo alguno representar los intereses y posiciones de la generalidad porque numerosos libertadores no renunciaban a sus ideales y, por lo tanto, no rendían las armas si con ello no obtenían, como condición mínima, el cese del infamante régimen esclavista.
Trascendental, por lo valiente, oportuno y firme de los planteamientos, pues no solo consolidó el pensamiento revolucionario cubano en momentos de profunda crisis moral sino que reafirmó los objetivos básicos de la rebeldía nacional: la independencia de Cuba y la libertad de los esclavos
Baraguá constituyó la reafirmación expresa del amor a la independencia y a la justicia social, y de hacerlo constar se encargaron los revolucionarios más puros, negados a dejar caer la espada. Con su actitud, Maceo y sus seguidores, a la vez que salvaron su honor de combatientes enaltecieron el de Cuba, legando a las generaciones posteriores la posibilidad de proclamar con orgullo que, desde el primer empeño, los revolucionarios cubanos jamás han sido vencidos ni derrotados.
Así lo manifestó Fidel en ocasión del centenario del histórico gesto:
“(...) con la Protesta de Baraguá llegó a su punto más alto, llegó a su climax, llegó a su cumbre el espíritu patriótico de nuestro pueblo; y que las banderas de la patria y de la revolución, de la verdadera revolución, con independencia y con justicia social, fueron colocados en su sitial más alto.”