“EL CAÑÓN DE DOS RÍOS”.
CONSIDERADO EL MAYOR JONRONERO DE LA PELOTA CUBANA. El santiaguero, sin dudas, hubiera superado
ampliamente la cota de 500 bambinazos de no haber integrado el nutrido
contingente de los retirados prematuramente en esa epoca.
La labor desarrollada por Orestes Kindelán Olivares,
el mejor cuarto bateador de las Series Nacionales en todos los tiempos, aun
resplandece como un hecho trascendental.
Ese nombre lo escuché por vez primera en 1982, e inmediatamente recabé en la coincidencia eponímica entre ese fornido atleta juvenil de 6.1 pies de estatura y 94 kilogramos de músculos con dos grandes toleteros orientales de antaño: Hermés Kindelán y Gerardo Olivares.
Bastó la actuación del joven en el campeonato mundial de su categoría celebrado en Barquisimeto, Venezuela, en 1982, para que todos se percataran de que estábamos en presencia de un gran prospecto.
Allí, Kindelán estuvo rodeado de otras futuras estrellas de la pelota cubana como Lázaro Vargas, Javier Méndez, Antonio Pacheco, Juan Padilla y Armando Ferreiro, entre otros, y demostró -con la fuerza de sus muñecas- que estaba listo para un béisbol de elevado nivel.
Su ingreso expedito al clásico cubano mayor no se hizo esperar, y el número 10 del equipo santiaguero, nacido en la ciudad de Palma Soriano el primero de noviembre de 1964, fue colocado en la receptoría.
Desde un inicio, todos se percataron que esa no sería su posición definitiva, pues realmente con Juan Castro, todo un maestro detrás del plato, el muchacho no tendría muchas opciones para un futuro previsible.
Kindelán, no obstante se iba adaptando a las nuevas exigencias que el pitcheo contrario demandaba de él, y de su bate emanaban todas las conexiones habidas y por haber. Así, en la XII Serie Selectiva de 1986 rompió una marca considerada inaccesible: los 28 cuadrangulares de Pedro José “Cheito” Rodríguez, que el palmero elevó hasta 30.
A partir del inicio de dicha saga, la ávida afición santiaguera, que desde la partida del toletero camagüeyano Miguel Cuevas, allá en la VI Serie, no contaba con un jonronero tan consumado como Kindelán, le nombró el Tambor Mayor para destacar al jonronero por excelencia de la pelota cubana a partir de entonces.
Y fue tan fuera de serie el papel desplegado por este jugador, que junto con Antonio Pacheco, Agustín Lescaille, Evenecer Godínez, Gabriel Pierre, Luís Tissert, y otros más, hizo posible que el equipo Serranos pudiera coronarse campeón de las Series Selectivas en 1986 y 1987.
El Campeonato Mundial de Parma, Italia, en 1988, aquel decidido por Lourdes Gourriel con jonronazo ante la formación de los Estados Unidos, fue la confirmación de que Kindelán daría mucho de que hablar a lo largo de su derrotero, pues en ella comenzó a hilvanar su gran historia en esas confrontaciones, en calidad de bateador designado, con el número 46 a su espalda en eventos internacionales.
Igualmente, fue crucial la participación de Kindelán en la Serie Nacional 1988-89 para que Santiago se impusiera ante Industriales en aquella memorable serie de play-off concluida en un Guillermón Moncada lleno a toda capacidad.
Ese año, “el Kinde” ganó la Triple Corona de la pelota cubana, con marca de .402, producto de 66 imparables en 164 veces al rectángulo, archivó 24 cuatriesquinazos, y empujó 58 carreras.
En la serie post-temporada de dicha contienda- no podía ser menos-, el cinchete oriental se erigió como un adalid, ya que botó cuatro pelotas para la calle, anotó ocho veces, impulsó a nueve hombres, y recibió cuatro transferencias.
El palmero, cuyo decursar iba de más en más, no demoró mucho tiempo para que todos se percataran de que estaba predestinado a la inmortalidad. En ese ínterin, su traspaso a la custodia del jardín izquierdo, tanto de los conjuntos orientales- Santiago y Serranos-, como de la formación nacional, lo ayudó para, con menos responsabilidades sobre él, mostrarse a toda vela en cuanta contienda se presentó.
Llegó 1990, y junto con él, la campaña de ensueño del “Tambor Mayor” Orestes Kindelán. Esa fue la ocasión de una ocurrencia inédita. El mulato oriental se anexó la Triple Corona tanto en los Juegos Centroamericanos y del Caribe México y el Campeonato Mundial de Edmonton, Canadá, ambos eventos en 1990.
Sobre este último torneo, específicamente, vayan estos datos: El “Cañón del Central Dos Ríos” , apelativo que también lo acompañó en su carrera, terminó con .588 de average, botó seis pelotas, impulsó a 19 hombres hacia el plato, anotó 18 veces, y sus indiscutibles fueron 20.
Asimismo, el increíble slugging del oriental sumó un estratosférico .1 265 y no paró hasta recorrer 43 bases. Por si fuera poco, su labor en los encuentros decisivos contra los nicaragüenses en dicho torneo tuvo tintes espectaculares con sus jonronazos cruciales.
Inexplicablemente, y a pesar de que Kindelán fue el Hombre del Mundial , el Jugador Más Valioso de esa contienda resultó el tirador taipeyano Kuo Lee Chien.
Pero si todo ello no hubiese sido suficiente, el mocetón palmero se dio el gustazo de conectar el batazo más largo de todos los tiempos en el estadio Atlanta-Fulton County. Un estacazo ante el lanzador japonés Hideo Suzuki, que recorrió 521 pies, en el Primer Juego de las Estrellas, organizado por la Asociación Internacional de Béisbol.
Por supuesto, tras dicha actuación, a la que se sumó su labor en la Serie Nacional con .287 general (.313 en el play-off), incluido su liderazgo en bases por bolas con 58, así como el .347 en la Serie Selectiva, fueron su visto bueno para convertirse en el Atleta del Año del deporte cubano en 1990, junto a la corredora Ana Fidelia Quirot.
Sin querer recargar esta crónica con estadísticas enaltecedoras, que serían redundantes, es pertinente expresar que Kindelán, quien a pesar de su poder, aprendió a pararse en el plato para hacer contacto, sin buscar el jonrón, se convirtió en un científico del golpeo.
El “Tambor Mayor”, conectaba para todas las bandas y discernía muy bien los lanzamientos con pleno dominio de cuál era su zona; razón por la que fue un slugger poco común, porque era igualmente un hombre de altos promedios.
El cuadrangular 406 del toletero oriental, que rompió la marca nacional de Lázaro Junco (405), sobrevino el 13 de abril de 1997 ante el serpentinero de Metropolitano Valdimir Dueñas y desde entonces el guarismo 487 vuelacercas, con los que concluyó el Kinde , se yergue como una utopía para todo toletero cubano.
En confrontaciones foráneas, Kindelán produjo 21 cuatriesquinazos en seis Campeonatos Mundiales, 28 en siete Copas Internacionales, 14 en tres Juegos Olímpicos, 13 en cuatro Juegos Panamericanos y 18 en Juegos Centroamericanos y del Caribe para un total de 94.
Sus promedios ofensivos respectivos en cada una de esas lides, casi siempre con el protagonismo de ser el cuarto bate fueron: seis Mundiales (.356), siete Copas Intercontinentales (.396), tres Olimpiadas (.388), cuatro Juegos Panamericanos (.345) y cuatro Juegos Centroamericanos (.481).
Desde el punto de vista doméstico, el palmero estuvo siempre entre los punteros, lo cual le permitió militar en 11 conjuntos campeones cubanos: Santiago (1988-89, 1998-99, 1999-2000, 2000-2001), Serranos (1986, 1987, 1992), Orientales (1993 y 1995), y Orientales- Copa Revolución- (1996 y 1997).
Por supuesto, tantas realizaciones incluyeron dos mil 30 indiscutibles en seis mil 588 veces al rectángulo, impulsó mil 011 carreras, promedió .313, archivó slugging de .600, y desapareció 487 pelotas.
Ese nombre lo escuché por vez primera en 1982, e inmediatamente recabé en la coincidencia eponímica entre ese fornido atleta juvenil de 6.1 pies de estatura y 94 kilogramos de músculos con dos grandes toleteros orientales de antaño: Hermés Kindelán y Gerardo Olivares.
Bastó la actuación del joven en el campeonato mundial de su categoría celebrado en Barquisimeto, Venezuela, en 1982, para que todos se percataran de que estábamos en presencia de un gran prospecto.
Allí, Kindelán estuvo rodeado de otras futuras estrellas de la pelota cubana como Lázaro Vargas, Javier Méndez, Antonio Pacheco, Juan Padilla y Armando Ferreiro, entre otros, y demostró -con la fuerza de sus muñecas- que estaba listo para un béisbol de elevado nivel.
Su ingreso expedito al clásico cubano mayor no se hizo esperar, y el número 10 del equipo santiaguero, nacido en la ciudad de Palma Soriano el primero de noviembre de 1964, fue colocado en la receptoría.
Desde un inicio, todos se percataron que esa no sería su posición definitiva, pues realmente con Juan Castro, todo un maestro detrás del plato, el muchacho no tendría muchas opciones para un futuro previsible.
Kindelán, no obstante se iba adaptando a las nuevas exigencias que el pitcheo contrario demandaba de él, y de su bate emanaban todas las conexiones habidas y por haber. Así, en la XII Serie Selectiva de 1986 rompió una marca considerada inaccesible: los 28 cuadrangulares de Pedro José “Cheito” Rodríguez, que el palmero elevó hasta 30.
A partir del inicio de dicha saga, la ávida afición santiaguera, que desde la partida del toletero camagüeyano Miguel Cuevas, allá en la VI Serie, no contaba con un jonronero tan consumado como Kindelán, le nombró el Tambor Mayor para destacar al jonronero por excelencia de la pelota cubana a partir de entonces.
Y fue tan fuera de serie el papel desplegado por este jugador, que junto con Antonio Pacheco, Agustín Lescaille, Evenecer Godínez, Gabriel Pierre, Luís Tissert, y otros más, hizo posible que el equipo Serranos pudiera coronarse campeón de las Series Selectivas en 1986 y 1987.
El Campeonato Mundial de Parma, Italia, en 1988, aquel decidido por Lourdes Gourriel con jonronazo ante la formación de los Estados Unidos, fue la confirmación de que Kindelán daría mucho de que hablar a lo largo de su derrotero, pues en ella comenzó a hilvanar su gran historia en esas confrontaciones, en calidad de bateador designado, con el número 46 a su espalda en eventos internacionales.
Igualmente, fue crucial la participación de Kindelán en la Serie Nacional 1988-89 para que Santiago se impusiera ante Industriales en aquella memorable serie de play-off concluida en un Guillermón Moncada lleno a toda capacidad.
Ese año, “el Kinde” ganó la Triple Corona de la pelota cubana, con marca de .402, producto de 66 imparables en 164 veces al rectángulo, archivó 24 cuatriesquinazos, y empujó 58 carreras.
En la serie post-temporada de dicha contienda- no podía ser menos-, el cinchete oriental se erigió como un adalid, ya que botó cuatro pelotas para la calle, anotó ocho veces, impulsó a nueve hombres, y recibió cuatro transferencias.
El palmero, cuyo decursar iba de más en más, no demoró mucho tiempo para que todos se percataran de que estaba predestinado a la inmortalidad. En ese ínterin, su traspaso a la custodia del jardín izquierdo, tanto de los conjuntos orientales- Santiago y Serranos-, como de la formación nacional, lo ayudó para, con menos responsabilidades sobre él, mostrarse a toda vela en cuanta contienda se presentó.
Llegó 1990, y junto con él, la campaña de ensueño del “Tambor Mayor” Orestes Kindelán. Esa fue la ocasión de una ocurrencia inédita. El mulato oriental se anexó la Triple Corona tanto en los Juegos Centroamericanos y del Caribe México y el Campeonato Mundial de Edmonton, Canadá, ambos eventos en 1990.
Sobre este último torneo, específicamente, vayan estos datos: El “Cañón del Central Dos Ríos” , apelativo que también lo acompañó en su carrera, terminó con .588 de average, botó seis pelotas, impulsó a 19 hombres hacia el plato, anotó 18 veces, y sus indiscutibles fueron 20.
Asimismo, el increíble slugging del oriental sumó un estratosférico .1 265 y no paró hasta recorrer 43 bases. Por si fuera poco, su labor en los encuentros decisivos contra los nicaragüenses en dicho torneo tuvo tintes espectaculares con sus jonronazos cruciales.
Inexplicablemente, y a pesar de que Kindelán fue el Hombre del Mundial , el Jugador Más Valioso de esa contienda resultó el tirador taipeyano Kuo Lee Chien.
Pero si todo ello no hubiese sido suficiente, el mocetón palmero se dio el gustazo de conectar el batazo más largo de todos los tiempos en el estadio Atlanta-Fulton County. Un estacazo ante el lanzador japonés Hideo Suzuki, que recorrió 521 pies, en el Primer Juego de las Estrellas, organizado por la Asociación Internacional de Béisbol.
Por supuesto, tras dicha actuación, a la que se sumó su labor en la Serie Nacional con .287 general (.313 en el play-off), incluido su liderazgo en bases por bolas con 58, así como el .347 en la Serie Selectiva, fueron su visto bueno para convertirse en el Atleta del Año del deporte cubano en 1990, junto a la corredora Ana Fidelia Quirot.
Sin querer recargar esta crónica con estadísticas enaltecedoras, que serían redundantes, es pertinente expresar que Kindelán, quien a pesar de su poder, aprendió a pararse en el plato para hacer contacto, sin buscar el jonrón, se convirtió en un científico del golpeo.
El “Tambor Mayor”, conectaba para todas las bandas y discernía muy bien los lanzamientos con pleno dominio de cuál era su zona; razón por la que fue un slugger poco común, porque era igualmente un hombre de altos promedios.
El cuadrangular 406 del toletero oriental, que rompió la marca nacional de Lázaro Junco (405), sobrevino el 13 de abril de 1997 ante el serpentinero de Metropolitano Valdimir Dueñas y desde entonces el guarismo 487 vuelacercas, con los que concluyó el Kinde , se yergue como una utopía para todo toletero cubano.
En confrontaciones foráneas, Kindelán produjo 21 cuatriesquinazos en seis Campeonatos Mundiales, 28 en siete Copas Internacionales, 14 en tres Juegos Olímpicos, 13 en cuatro Juegos Panamericanos y 18 en Juegos Centroamericanos y del Caribe para un total de 94.
Sus promedios ofensivos respectivos en cada una de esas lides, casi siempre con el protagonismo de ser el cuarto bate fueron: seis Mundiales (.356), siete Copas Intercontinentales (.396), tres Olimpiadas (.388), cuatro Juegos Panamericanos (.345) y cuatro Juegos Centroamericanos (.481).
Desde el punto de vista doméstico, el palmero estuvo siempre entre los punteros, lo cual le permitió militar en 11 conjuntos campeones cubanos: Santiago (1988-89, 1998-99, 1999-2000, 2000-2001), Serranos (1986, 1987, 1992), Orientales (1993 y 1995), y Orientales- Copa Revolución- (1996 y 1997).
Por supuesto, tantas realizaciones incluyeron dos mil 30 indiscutibles en seis mil 588 veces al rectángulo, impulsó mil 011 carreras, promedió .313, archivó slugging de .600, y desapareció 487 pelotas.
Se
retira del deporte activo y juega en la Liga Japonesa de Béisbol,
en la etapa 2002-2006,
demostrando ser un gran slugger, patentizando que lo logrado en las series
nacionales no fue casualidad donde quedó solo a 13 cuadrangulares de los 500.
Al regresar a Cuba
en el 2006
comenzó a trabajar de nuevo con el equipo de béisbol de Santiago de
Cuba, siendo el entrenador de bateo. También ha participado con el
equipo de béisbol de Cuba
en Juegos Deportivos del ALBA y encuentros
internacionales, participó en los Juegos Olímpicos de Beijing
2008,
como parte del equipo Cuba que obtuvo la plata olímpica.
Se
desempeña como entrenador de bateo del equipo de béisbol de Santiago de
Cuba aunque también fue entrenador del equipo nacional que participó
en los Juegos Olímpicos de Beijing
en el 2008.