martes, 11 de septiembre de 2012

PANCHITA, MÁS JOVEN QUE MAÑANA


PANCHITA, MÁS JOVEN QUE MAÑANA
*Francisca Muñoz Vera, quien en las históricas montañas de su natal Ti Arriba, festejó sus 103 años
LUIS SÁNCHEZ DEL TORO    Fotos: Jorge Luis Guibert
      Así dice sentirse Francisca Muñoz Vera, una mujer serrana que el pasado 25 de agosto celebró sus cumpleaños 103 en su natal comunidad de Ti Arriba, municipio de Songo-La Maya, rodeada de hijos, nietos, biznietos, vecinos y del ambiente campestre al cual nunca renunciará porque conoció en él los verdaderos tesoro de la vida.
     En este histórico sitio nací en 1909, comenta con extraordinaria lucidez en su memoria, además crecí, me casé y tuve mis nueve hijos, de ellos tres hembras, siempre en compañía de mi marido. Por estos sitios conocí la pobreza, el hambre, la miseria y todos esos males que acompañaban permanentemente a los hombres y mujeres del campo antes del triunfo de la Revolución, el Primero de Enero de 1959.
      El diálogo con Panchita, como cariñosamente la conocen todos por allá, es fluido, coherente y claro lo que sorprende y deja estupefacto a cualquier interlocutor. Su trayectoria a través de esos años acumulados son imposibles resumir en dos o tres cuartillas, donde pudiéramos destacar su intenso quehacer como recogedora de café en diferentes regiones de la antigua provincia de Oriente, o como lavandera y cocinera para ganarse la vida y aportar a la crianza de sus hijos.
      Fueron tiempos muy difíciles, afirma Panchita, de muchos sacrificios en todos los aspectos de la vida y caracterizado por un riguroso y explotador trabajo, sin embargo mírame bien, aquí estoy viva y fuerte todavía, por eso me pregunto  que quién inventó eso que el trabajo mata, ya que si fuera de esa manera no hubiera llegado ni a los 20 años, porque empecé muy temprano a trabajar.
      Esta centenaria mujer aún mantiene una vitalidad sorprendente, que le permite disfrutar de un buen juego de pelota o un programa de la televisión, escuchar  la radio o participar en un animado partido de barajas, además de coser, escribir y hasta leer sin espejuelos porque con mucho orgullo afirma, “nunca los he usado para nada”.
      Se dice sentir fuerte a pesar de  llevar sobre sus hombros más de una centuria, y no oculta que en algunas ocasiones siente dolores en sus piernas, sin embargo su acompasado andar siempre en compañía de su bastón es ágil y seguro. “Los años no perdonan y con sinceridad puedo decir que no me siento cansada. Nunca he sido enfermiza y solo en dos veces estuve hospitalizada a causa de una operación de la hernia”, comenta con presunción Panchita.
      Considera a la demarcación de Ti Arriba como lo máximo, allí se multiplican sus deseos por continuar viviendo, ya que se alimenta del aire puro de las mañanas, las cálidas noches favorecidas por la corriente eléctrica que alumbran el caserío, el olor característico del campo cubano, además de las delicias de una adecuada alimentación preferentemente con vegetales y  frutas, sin descartar bien temprano un delicioso té de anisón o de otra planta medicinal.
     “El pasado año estuve en la ciudad de Santiago de Cuba donde compartí con mis otros hijos y familiares. Allí cumplí una breve estancia para volver nuevamente a este histórico sitio donde nací y finalmente descansaré cuando llegue la hora.
     “Continuaré siempre aquí rodeada de una numerosa familia entre los que sobresalen mis nueve hijos, más de 30 nietos y cerca de 50 biznietos, además de los vecinos y otras personas que me quieren, y con quienes compartí este cumpleaños, ah, y desde ya los estoy invitando a los 104 porque me siento más joven que mañana”, dijo finalmente Panchita con una amplia sonrisa en los labios.
*Dice sentirse actualmente Francisca Muñoz Vera, quien en las históricas montañas de su Natal Ti Arriba, festejó sus 104 años
LUIS SÁNCHEZ DEL TORO    Fotos: Jorge Luis Guibert
      Así dice sentirse Francisca Muñoz Vera, una mujer serrana que el pasado 25 de agosto celebró sus cumpleaños 103 en su natal comunidad de Ti Arriba, municipio de Songo-La Maya, rodeada de hijos, nietos, biznietos, vecinos y del ambiente campestre al cual nunca renunciará porque conoció en él los verdaderos tesoro de la vida.
     En este histórico sitio nací en 1909, comenta con extraordinaria lucidez en su memoria, además crecí, me casé y tuve mis nueve hijos, de ellos tres hembras, siempre en compañía de mi marido. Por estos sitios conocí la pobreza, el hambre, la miseria y todos esos males que acompañaban permanentemente a los hombres y mujeres del campo antes del triunfo de la Revolución, el Primero de Enero de 1959.
      El diálogo con Panchita, como cariñosamente la conocen todos por allá, es fluido, coherente y claro lo que sorprende y deja estupefacto a cualquier interlocutor. Su trayectoria a través de esos años acumulados son imposibles resumir en dos o tres cuartillas, donde pudiéramos destacar su intenso quehacer como recogedora de café en diferentes regiones de la antigua provincia de Oriente, o como lavandera y cocinera para ganarse la vida y aportar a la crianza de sus hijos.
      Fueron tiempos muy difíciles, afirma Panchita, de muchos sacrificios en todos los aspectos de la vida y caracterizado por un riguroso y explotador trabajo, sin embargo mírame bien, aquí estoy viva y fuerte todavía, por eso me pregunto  que quién inventó eso que el trabajo mata, ya que si fuera de esa manera no hubiera llegado ni a los 20 años, porque empecé muy temprano a trabajar.
      Esta centenaria mujer aún mantiene una vitalidad sorprendente, que le permite disfrutar de un buen juego de pelota o un programa de la televisión, escuchar  la radio o participar en un animado partido de barajas, además de coser, escribir y hasta leer sin espejuelos porque con mucho orgullo afirma, “nunca los he usado para nada”.
      Se dice sentir fuerte a pesar de  llevar sobre sus hombros más de una centuria, y no oculta que en algunas ocasiones siente dolores en sus piernas, sin embargo su acompasado andar siempre en compañía de su bastón es ágil y seguro. “Los años no perdonan y con sinceridad puedo decir que no me siento cansada. Nunca he sido enfermiza y solo en dos veces estuve hospitalizada a causa de una operación de la hernia”, comenta con presunción Panchita.
      Considera a la demarcación de Ti Arriba como lo máximo, allí se multiplican sus deseos por continuar viviendo, ya que se alimenta del aire puro de las mañanas, las cálidas noches favorecidas por la corriente eléctrica que alumbran el caserío, el olor característico del campo cubano, además de las delicias de una adecuada alimentación preferentemente con vegetales y  frutas, sin descartar bien temprano un delicioso té de anisón o de otra planta medicinal.
     “El pasado año estuve en la ciudad de Santiago de Cuba donde compartí con mis otros hijos y familiares. Allí cumplí una breve estancia para volver nuevamente a este histórico sitio donde nací y finalmente descansaré cuando llegue la hora.
     “Continuaré siempre aquí rodeada de una numerosa familia entre los que sobresalen mis nueve hijos, más de 30 nietos y cerca de 50 biznietos, además de los vecinos y otras personas que me quieren, y con quienes compartí este cumpleaños, ah, y desde ya los estoy invitando a los 104 porque me siento más joven que mañana”, dijo finalmente Panchita con una amplia sonrisa en los labios.

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