Escrito por Luis
Sánchez del Toro
La cubanía, como expresión de una actitud
ante la vida fue modelando la conducta de los criollos, cuya mentalidad
evolucionó desde el antagonismo con la represión colonial que alcanzó su primer
gran momento con Céspedes el 10 de octubre de 1868.
El concepto de lo cubano fue matizándose
con rasgos de carácter propios, con modos de ser y hacer que iban creando
mecanismos mentales y psíquicos reflejados en el temperamento primero y en el
carácter después, en respuesta a la realidad social que cambiaría radicalmente
con el triunfo de la
Revolución y crearía un proceso de simbiosis entre pueblo y
nación.
Un hecho trascendental desde el punto de
vista ético y estético está dado en cómo la cubanía fue adquiriendo una
trascendencia conceptual, alejada de aquel sentido peyorativo en que algunos
promotores culturales la minimizaban al extremo de proclamar la posibilidad de
hacer arte "con una lata y un palo".
En el concepto de cubanía están implícitos
toda una serie de rasgos que
identifican al cubano como individuo y al pueblo en su conjunto, desbrozando
entelequias y superficialidades que han ido emigrando y desvirtuando lo
verdaderamente auténtico en caricaturas que plagan la calle Ocho miamense y que
aún mantienen sus aguas residuales en algunos centros nocturnos, donde un humor
con pus, busca complicidad en lo más vulgar y antiestético.
Pese al recrudecimiento del bloqueo
imperialista, la cubanía se engrandece día a día, en su carácter de símbolo y
signo de rebeldía y resistencia, con el ímpetu avasallador de un pueblo que
construye su presente y lleva su mensaje solidario al mundo. Que exhibe logros
indiscutibles en cada manifestación del arte y las letras, mostrando ante el
mundo la supremacía.
La cubanía rigió la obra de nuestro Héroe
Nacional José Martí, en todas las vertientes de su fecunda creación desde la
poesía hasta el ensayo, la novela y la crónica, como en cada enseñanza de
Varela.