miércoles, 28 de mayo de 2014

EL CORINTHIA: UNA HONROSA EXPEDICIÓN





    
El 28 de mayo para la historia de Cuba es una fecha triste, que recoge la ignominia y la afrenta pública de la patria adolorida por el actuar criminal del presidente de turno de aquella República al quitarle la vida a 16 prisioneros indefensos.
     El líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz en el discurso pronunciado en homenaje a los mártires del Corinthia (en el 1959) explicaba la diferencia entre los que "odian y fundan":
    Porque una de las costumbres que el tirano –Fulgencio Batista-  inculcó en su soldadesca, uno de los vicios más repugnantes que desde el 4 de septiembre se apoderó de los institutos armados, fue la cobardía y el vicio de asesinar a los prisioneros.
    Continuó diciendo:
    Esta práctica nunca la realizaron los rebeldes y a pesar de que cientos de nuestros compañeros fueron asesinados, tuvimos siempre la calma y la serenidad de no infringir ni una sola vez nuestro criterio de que al prisionero no se le asesina, de que al prisionero no se le maltrata, de que al herido no se le remata. Y esa es una norma mantenida por los revolucionarios durante toda la guerra que duró dos años, y que tiene tanto o más mérito cuando se piensa en lo diferente que fue la conducta de nuestros enemigos. Asesinaban no solo por asesinar, asesinaban hasta por mentir, asesinaban para fingir una victoria. Muy poco respeto experimentaban por la vida humana, que hasta para obtener grados asesinaban; para obtener grados asesinaron a los expedicionarios del Corinthia, y para obtener grados en una sola tarde asesinaron en El Oro de Guisa a 54 campesinos
   El 19 de mayo de 1957, zarpó desde Miami rumbo a Cuba el yate Corynthia conduciendo a un grupo de jóvenes revolucionarios, la mayoría pertenecientes a la Organización Auténtica (OA) comandados por Calixto Sánchez Whyte, con la intención de desembarcar en un punto de la costa oriental de la isla, próximo a Baracoa, y abrir un nuevo Frente guerrillero.
    Los expedicionarios sufrieron las penalidades de una navegación con mal tiempo, por espacio de cuatro días. Esta circunstancia, unida a la poca experiencia del maquinista que fungía como patrón, impidió el desembarco por el lugar proyectado
    El día 23 de mayo de 1957, pescadores que se encontraban en Los Coquitos, en la costa norte del Cayo Saetía, Nicaro, ayudaron a desembarcar a los expedicionarios, quienes indagaron cómo llegar a la Sierra Cristal. Así, en dos grupos, uno por tierra y el otro por mar, los condujeron hasta la playita de La Llanita.
    Luego, en pequeños grupos cruzaron en botes el canal de Boca de Carenerito, con el propósito de llegar hasta Dos Bahías, en tierra firme, donde descansaron. Esa fue la última vez que los pescadores los vieron.
   Los expedicionarios reemprendieron la marcha hacia el sur para tratar de alcanzar las estribaciones de la Sierra Cristal. Las condiciones físicas del grupo rebelde eran pésimas. Al cansancio, la fatiga y los pies llagados debido a la agotadora jornada de cinco horas, se unía la angustia de no poder contar con un guía que los condujera a un lugar seguro.
   Dos hombres plantearon que no querían seguir y otros dos se rezagaron. A los primeros los pusieron bajo custodia como medida de seguridad y a los otros se les autorizó a que descansaran y que después alcanzaran al resto del grupo. Fernando Virelles quedó al frente de los cuatro hombres. El grueso del contingente continuó la marcha.
    Los cinco hombres que quedaron se sentaron a descansar. Pronto los venció el sueño. Cuando Virelles se despertó con los primeros claros del día, descubrió que los dos hombres bajo custodia habían escapado. Rápidamente se alejó del lugar con los otros dos expedicionarios.
    Aproximadamente a esa hora, los pescadores habían llegado al Faro de Saetía, distante unos 8 kilómetros del lugar del desembarco, a dar cuenta a la Marina de Guerra, de acuerdo con lo que le habían indicado los expedicionarios. De inmediato fueron alertados el Puesto Naval de Antilla y el Escuadrón 84 de la Guardia Rural de Mayarí, acerca de lo que habían informado los pescadores, y se cursó un radiograma a la Jefatura de la Marina de Guerra en La Habana.
   Tras desembarcar por Cabonico, Mayarí (al norte de la antigua provincia de Oriente),  la expedición dirigida por Calixto Sánchez White (al frente de un grupo de jóvenes del Partido Auténtico) fue perseguida de inmediato por tropas del Regimiento de Holguín. Dichas tropas estaban al mando del connotado asesino Fermín Cowley Gallego (el autor de la “noche del terror), quien recibía la orden del presidente Batista (desde La Habana) de exterminar a los osados combatientes e impedir a toda costa que el frente auténtico se hiciera fuerte en la "Sierra Cristal".  
    El ejército con una diferencia de 30 soldados por cada expedicionario logró cercarlos, próximo al poblado de Cabonico, cercano a las comunidades de Téneme y Barredera. El capitán Pablo Cárdenas Taylor, por órdenes del coronel Cowley, asesinó a los combatientes prisioneros. Este hecho estremeció al pueblo de Cuba.
Asesinato
Mártires del Corinthia
   El 28 de mayo de cada año se cumple un aniversario más de la masacre perpetrada por el expresidente cubano Fulgencio Batista. El pueblo de Cuba no olvida a sus mártires y rendirá por siempre eterno tributo de recordación y homenaje a los caídos por la independencia de la patria. Entre los mártires caídos en Corinthia se encuentran:


    En la actualidad existen algunos centros educacionales en el país que llevan gloriosamente el nombre Mártires del Corinthia, como es el caso de una escuela ubicada en la zona urbana del municipio Vertientes, en la provincia Camaguey.
   Fragmentos de discurso pronunciado por el comandante Fidel Castro Ruz, durante la inhumación de los restos de los expedicionarios del “Corinthia
    …Y aquel desembarco fue para nosotros, que en aquel instante éramos un grupo muy reducido de hombres, un motivo de aliento y un motivo de agradecimiento por lo que implicaba de solidaridad con los que estábamos combatiendo en Cuba desde hacía varios meses.
     Tan pronto tuvimos noticias de aquel desembarco, que ya teníamos la experiencia de lo que podía ocurrirles en los primeros instantes, el grupo nuestro, que en aquellos momentos no llegaba todavía a los cien hombres, trató de brindarles colaboración. Y encontrándonos en aquellos días cerca de una guarnición enemiga fuertemente atrincherada, decidimos atacarla con el propósito de aliviar la situación del grupo que acababa de desembarcar, puesto que sabíamos por experiencia que el enemigo siempre dirigía el grueso de sus fuerzas contra cualquier brote de esa índole, que implicara el establecimiento de un segundo frente en la provincia de Oriente. Recordamos perfectamente bien cómo con la idea de que íbamos a colaborar y a socorrer de algún modo a aquel grupo expedicionario, preparamos el ataque al cuartel de El Uvero el 28 de mayo de 1957.
    Aquel día, el ataque del grupo de la Sierra Maestra obtuvo un éxito de los mayores, por ser de los primeros y por ser de los hechos que más fortalecieron nuestra hueste; uno de los mayores triunfos de nuestras fuerzas, por cuanto se hicieron al enemigo 11 muertos, 19 heridos y 14 prisioneros no heridos, que hacían ascender a 33 el número total de prisioneros.
    Creíamos que con aquel ataque estábamos ayudando al grupo de compañeros que había desembarcado por el norte de la provincia; sin embargo, ya en esos instantes ellos habían sido hechos prisioneros.    De donde se pueden comparar, por los hechos que sucedieron con posterioridad, los dos pensamientos y las dos conductas que animaron a los hombres de uno y otro bando. Nosotros habíamos hecho ese mismo día, 19 prisioneros heridos que recibieron inmediatamente el tratamiento de nuestros médicos; que fueron asistidos en lugares seguros para que sus propios compañeros los fuesen a recoger, por cuanto nuestros medios de asistencia médica no podían garantizar en ningún sentido la vida de aquellos hombres que habían sido heridos en combate que se habían rendido a nuestras fuerzas.'
      Con los 14 prisioneros que por razones de seguridad estuvieron tres días con nosotros compartimos nuestros alimentos y, al final, puesto que no podíamos alimentarlos en la Sierra Maestra, nos vimos en la disyuntiva de tener que mantenerlos prisioneros en condiciones duras o ponerlos en libertad, y optamos por ponerlos en libertad.            Fueron 33 hombres que debieron su vida al pensamiento que animaba a los que estaban luchando por liberar la patria de la tiranía, 33 hombres que no recibieron vejación alguna, que no fueron maltratados ni de obra, ni de palabra, a pesar de que aquel combate nos había costado 15 bajas, a pesar de que entre esas bajas siete eran compañeros muertos en acción, de los más valerosos de nuestra tropa. Nosotros pusimos en libertad a los prisioneros y curamos a los heridos….”

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