miércoles, 23 de noviembre de 2011

"Donde único podíamos hacer algo efectivo, era en Santiago”

                                                    30 DE NOVIEMBRE
     Por estos días finales de noviembre –el penúltimo mes del año- recorro las estrechas y empinadas calles de la ciudad de Santiago de Cuba. El intenso ir y venir de su gente por sus populosas y atrayentes arterias como Enramadas, Trocha, el Paseo de Martí, Garzón, Aguilera, Carretera del Morro, y avenidas como Patricio Lumumba, Yarayó, Manduley… entre otras hacen revivir la historia, la rebeldía y hospitalidad de una tierra que siempre está de conmemoraciones.
    En esta oportunidad, a 55 años de la épica epopeya del alzamiento del 30 de Noviembre de 1956, en apoyo al desembarco del yate Granma, la heroica ciudad de Santiago de Cuba, ubicada en el extremo suroriental de la Mayor de Las Antillas rinde honores a su héroes y mártires y trabaja a favor de consolidar el triunfo del Primero de Enero de 1959, y las conquistas de la Revolución.  
        Un poco de historia acerca de los sucesos del 30 de Noviembre de 1956, quisiéramos revivir en estos momentos mediante la reproducción de tres entrevistas publicadas en Granma, Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en ocasión de celebrarse el 50 aniversario de esa gesta. Ellos son Vilma Espín, Haydée Santamaría y Armando Hart, tres destacados revolucionarios.

"Donde único podíamos hacer algo efectivo, era en Santiago”
Se conmemora el aniversario 50 de aquella de la epopeya heroica del 30 de noviembre, en que un grupo de jóvenes se lanzó a las calles de Santiago de Cuba y otras poblaciones orientales, para, al mismo tiempo que realizaba acciones audaces, distraer a las fuerzas represivas de la tiranía y con ello facilitar el desembarco del Granma, ocurrido dos días después.
En 1963, el periódico HOY, diario del hasta entonces Partido Socialista Popular, publicó esta entrevista con tres participantes directos de aquellos hechos, Vilma Espín, Haydée Santamaría y Armando Hart, presidenta de la FMC, Directora de la Casa de las Américas y Ministro de Educación en aquel momento, respectivamente, quienes narraron algunos incidentes de aquellos días, en una amena conversación que sostuvieron sobre el particular con varios compañeros redactores del periódico.
HAYDÉE.— Transcurrían los primeros días de noviembre. Días antes, en una reunión con Frank País, habíamos acordado reunirnos con él en Santiago de Cuba. Durante esta conversación, después de analizar la situación, decidimos que donde único podíamos hacer algo efectivo era en Santiago.
HART.—La reunión fue en La Habana. Tres o cuatro semanas antes, Frank había ido a México.
VILMA.—Fue muy rápido todo. Frank nos dijo que había que conseguir una casa en Santiago, donde yo estaba... y eso costó trabajo.
HART.—Salimos para Santiago, creo que el 14 de noviembre.
HAYDÉE.—Teníamos que cambiar de ómnibus por la madrugada.
HART.—Nos apeamos en Victoria de Las Tunas u Holguín, no recuerdo, creyendo que estábamos en Camagüey.
HAYDÉE.—Alquilamos una habitación en un hotel y conversábamos sobre la posibilidad de ir a visitar a un tío nuestro que reside en esa ciudad.
HART.—Pero cuando me asomé a una ventana y vi la calle, comprendí que no estábamos en Camagüey. El ómnibus se nos fue y llegamos a Santiago como a las tres de la tarde.
VILMA.—Y entonces... a buscar casa. Armando iba como profesor de la Universidad de Oriente.
HAYDÉE.—Nos alojamos en una casa de huéspedes, donde estuvimos viviendo antes del 30 de noviembre, durante esos días y hasta el mes de febrero en que vinimos para La Habana. Para todos los de la casa, yo me llamaba María.
HART.—Estuvimos allí tres meses sin problemas.
HAYDÉE.—Se podía actuar en Santiago, se recibía una gran cooperación.
HART.—Y el centro de operaciones era la casa de Vilma, en un lugar tan céntrico como San Jerónimo.
VILMA.—Cuatro meses, con vigilancia colaboradora de todos los vecinos, que nos avisaban cualquier movimiento raro de las fuerzas represivas.
HART.—Toda la manzana entera.
VILMA.—Mi papá era Cónsul de Francia y esto, al principio, cohibía un poco a los esbirros. Pero, después, nada los detuvo. En la casa nos reuníamos aún después de que comenzaran a vigilarnos. Nos hicieron un registro en enero, sin que lograran nada. El segundo lo hicieron el 6 de abril y ya no pudimos volver allá. Tuve que sumergirme entonces en la vida clandestina completa. Y a mediados del 58, me quedé en el Segundo Frente.
LOS TELEGRAMAS
HAYDÉE.—Había dos cables donde se anunciaba la salida de los compañeros del Granma, de México, el 27.
VILMA.—Había que contar 3 días después, para realizar las acciones de Santiago.
HAYDÉE.—Uno iba dirigido a Arturo Duque de Estrada en Santiago. Y el otro, de confirmación, a La Habana.
HART.—Al hotel Royal Palm, creo, que era un punto de correo nuestro, donde recibíamos la correspondencia de México.
HAYDÉE.—Ese papel se lo comió Aldo (Santamaría) cuando lo cogieron preso, pues lo llevaba consigo.
HART.—El martes 27, al mediodía, vino Frank a vernos corriendo. Me levantó en peso, no obstante ser más bajito que yo, y me dijo que había llegado el cable.
HAYDÉE.—Traía un papelito en la mano, pero tenía una cara tan expresiva y tan contenta, que no tenía que hablar.
HART.—Desconozco si los dos telegramas (el de Santiago y el de La Habana) eran iguales.
30 DE NOVIEMBRE
HART.—Los planes de las acciones del 30 de noviembre los hizo Frank. El era el jefe de acción. El segundo era Pepito Tey.
VILMA.—Se había preparado a cada grupo por separado. Se citó a los jefes de grupo, que sabían lo que tenían que hacer cuando sonara el morterazo sobre el Moncada. (Se atacaría la Estación de Policía, la Marítima y se bloquearía el Moncada, sobre el cual caerían morterazos de una pieza que debían manejar Lester Rodríguez y Josué País, hecho que no se pudo realizar al caer los dos presos. Los dos primeros objetivos se lograron, aunque con la pérdida de Pepito, "Tony" Alomá y Otto Parellada en el asalto a la Policía.)
HAYDÉE.—Aunque no sonara el morterazo, todo debía comenzar a las 7 a.m. Al no sonar, pues lógicamente se produjo alguna confusión.
VILMA.—Anexo a estos planes, existía la posibilidad de otras acciones. Para ello se contaba con las brigadas juveniles. Y, además, se pasaría una cinta por la radio con un llamamiento.
Nosotros teníamos que ir a dormir a Punta Gorda el 29, pero Frank planteó que tenía que quedarse alguien para entregar la cinta... y esa fui yo.
HART.—En la grabación, después de hablar obreros y estudiantes, yo hacía un llamamiento, anunciando que Fidel había llegado a Cuba. La cinta se grabó en casa de Vilma, con una grabadora que era del maestro de Frank. En La Habana, creo que a Enrique Oltusky le habían dejado otra cinta grabada, que tampoco se pudo pasar. Desconozco si aún la tiene.
VILMA.—Asela de los Santos y yo nos quedamos con la cinta. Se la entregamos a las 6 de la mañana al técnico convenido de la CMKW y le dijimos que la pasara a las 7. Cogimos una máquina y fuimos a la Compañía de Teléfonos, donde nos aguardaba un compañero que iba a pasar por las líneas telefónicas a toda la isla el llamamiento que saldría por la radio.
A todo el mundo se le había dicho que el 30 no sería el de la acción, sino una prueba. Todos o casi todos acudieron. Pero cuando se les dijo lo que iba a ocurrir, hubo algunos que se negaron. Uno de ellos fue el técnico de la CMKW, que quemó la cinta... se asustó.
LA SALIDA DE PUNTA GORDA
HART.—Pasamos la noche del 29 en Punta Gorda.
HAYDÉE.—Salimos en una caravana de autos. Iba en la primera máquina, contrario a cuando el asalto al Moncada, en que iba atrás. En este carro estábamos Frank, Armando y Taras (Domitro).
HART.—Detrás, algunas otras máquinas con un grupo de compañeros.
HAYDÉE.—Recuerdo que le hablé a Taras de la similitud de aquella carretera de Punta Gorda con la de Siboney y la impresión que me producía, sobre todo al mirar hacia atrás.
HART.—Llegamos al cuartel general a las 6:30 ó 6:45 de la mañana. Estaba situado en San Félix y Santa Lucía.
VILMA.—Yo llegué a esa casa, después de entregar la grabación, casi parejamente con ustedes. Aquí teníamos que ir recibiendo la llamada de todos los jefes de los grupos, a medida que iban saliendo. Yo recibía la de Pepito, informando que ya salía.
Además de las acciones planeadas, había cientos de muchachos listos para entrar en acción. No se sabía lo que podía pasar. Algunos de aquellos muchachos cayeron presos. Específicamente, recuerdo a "Papucho".
HART.—Varios de ellos estaban en la Estación de Policía, que fue incendiada por el grupo de Pepito. Algunos estuvieron a punto de morir carbonizados, "Papucho", que tenía entonces 17 años, entre ellos. Llegó todo quemado a casa de Vilma.
VILMA.—Y Martí Pérez medio asfixiado. Los habían salvado los bomberos, que apagaron el incendio por detrás del edificio.
HAYDÉE.—Y es que era impresionante ver a aquellos muchachitos con sus brazaletes en las calles.
VILMA.—Incluso con el uniforme verde olivo. Los que participaron en las acciones los vistieron.
HART.—Hay que decir que el espíritu revolucionario de Santiago era algo extraordinario. Vivíamos allí sin problemas. Nos paseábamos por las calles y aun después del 30 de Noviembre... y más aún, después de caer presos.
VILMA.—El jefe del Cuartel era Frank. Yo estaba allí porque teníamos una serie de botiquines y enseñábamos a un grupo de muchachas los primeros auxilios. Todos los botiquines tenían su equipo, para auxiliar a los heridos. Heridos hubo pocos y los graves fueron llevados al hospital, como aquel muchacho al que le atravesaron un pulmón.
Al concluir las acciones, había que abandonar el Cuartel y tratamos de salvar las armas. Le hablé a Frank que debíamos ir hacia una casa que estaba al fondo, donde vivía un médico para esconder las armas. Al mismo tiempo, se consideró la posibilidad de ir hacia la Sierra y se enviaron dos mensajeros para ver cómo estaban las salidas de Santiago.
HART.—Aquel día pasamos varios sustos. Uno de ellos se produjo cuando Haydée y yo regresábamos de tratar de conseguir una casa para trasladar las armas. Haydée se quedó en la acera de enfrente, mientras yo tocaba la puerta del Cuartel. Entonces, los vecinos de los altos creyeron que quien tocaba la puerta era la policía y pusieron sobre aviso a Frank y demás compañeros. Haydée, desde enfrente, les hacía señas de que abrieran e interpretaron que quería decirles que era la policía. Por poco el propio Frank me dispara.
VILMA.—Mientras llegaba la respuesta de los mensajeros, discutimos varias veces si íbamos o no para la Sierra.
HAYDÉE.—Yo tenía la experiencia del Moncada, e insistía en irnos. "Aquí nos van a matar", decía.
VILMA.—Yo consideraba que no de-bíamos irnos. "Podemos repetir todo lo que hemos hecho y quedarnos igual, quedaría desorganizado el movimiento", opinaba. Al final hubo que desechar la salida a la Sierra: los caminos estaban bloqueados. Salí al doblar de la esquina a buscar la casa. Habíamos encontrado un cielo raso donde podíamos esconderlas. Antes de regresar al Cuartel, llegan Armando y Haydée, diciéndonos que teníamos que irnos, que estábamos rodeados.
HAYDÉE.—Nos había dado la impresión esa, por un avión pequeño que volaba muy bajo.
VILMA.—Yo estaba empecinada en no dejar las armas. Dije que se me había quedado dentro de la casa una identificación y tenía que recogerla. Entré y recuperé mi maletín de primeros auxilios que no me resignaba a perder. Haydée entró conmigo y soltó a las dos muchachas que trabajaban en aquella casa y que todo el tiempo estuvieron encerradas en un cuarto.
HAYDÉE.—Tamaño regaño me gané por eso de Frank. Las mujeres no corrían ningún peligro. Las soltamos. Les dijimos que pasábamos por allí en aquel momento, pues desconocían que formábamos parte del grupo que ocupó la casa. Ellas, al salir, parece que comentaron lo ocurrido, y saliendo nosotros llegó la policía. Por cierto que cuando yo entré contigo, llené una cartera muy grande que tenía con armas cortas y gran cantidad de balas.
¡Cómo pesaba!
VILMA.—Por cierto, que se nos ocurrían cosas tremendas a cada momento. Poco antes de abandonar el Cuartel, abrimos el refrigerador y lo encontramos lleno de huevos.
HAYDÉE.—Teníamos en la mente lo del Moncada, el hambre aquella, y dijimos: "Si vamos para la Sierra, nos llevamos estos huevos salcochados".
VILMA.—Metimos los huevos en una gran olla que en definitiva se quedó allí y al otro día apareció retratada en los periódicos. Yo me había pasado aquel día preparando batidos de fruta bomba para los muchachos.
AQUELLA BARRIGA AZUL
HAYDÉE.—Íbamos para San Jerónimo, cuando llegó la policía. Entramos en una casa (yo llevaba la cartera que casi se me caía) hasta que no hubo peligro.
VILMA.—Como a la una de la tarde, Haydée y yo le dijimos a Armando que íbamos a comprar emparedados. Lo que hicimos fue ir hasta las cercanías del Cuartel General, para ver cómo estaba la situación y si podíamos recuperar algunas armas. Cuando llegamos a la esquina, lo que primero vimos fue la barriga de gran tamaño de un policía que salía de allí. ¡Nunca olvidaré aquella barriga azul! Haydée y yo nos miramos con cara de desilusión, pues aunque no nos habíamos dicho nada, las dos ha-bíamos salido con la misma idea: sacar las armas.
HART.—Después, estuvimos dos o tres días sin ver a Frank.
VILMA.—Aparte de las acciones de Santiago, se hicieron las de Nicaro, en donde mataron a Rafael Orejón; de Palma, que atraparon a Oscarito Chaín cuando bajó a Santiago; de Ermita y Guantánamo.
HART.—Frank había venido organizando grupos de acción en toda la provincia. Tuvimos contacto con él después del Moncada y habíamos preparado algo para las elecciones del 54, que no se pudo efectuar. Pensábamos atacar numerosos colegios electorales, con el propósito de acopiar armas. Ya nos habían ocupado las granadas de Salud 222. Había tenido contacto con nosotros en La Habana. Recuerdo que Fidel, poco después de salir de la cárcel, nos dijo en una reunión que "en Oriente contamos con un tipo formidable". Le contesté que era Frank País. Y Fidel me preguntó: "¿Cómo tú lo sabes?". Frank, y con él numerosos grupos, se incorporó al Movimiento a través de Lester Rodríguez, que era el jefe en Oriente. Frank era entonces el jefe de acción allí, después el Jefe Nacional de Acción y más tarde Coordinador Nacional.
VILMA.—Aquel día de las elecciones del 54, nos la pasamos Frank, Rafael Rivero, Nitza (hermana de Vilma) y yo dando vueltas en una máquina a ver qué se podía hacer.
¿SE ADELANTARON?
HAYDÉE.—Las acciones de Santiago creo que se adelantaron.
VILMA.—Frank me dijo que había que realizar las acciones al tercer día de haberse recibido el telegrama.
HAYDÉE.—Pero de todas maneras, estuvo mal. Debimos habernos enterado primero del desembarco e inmediatamente producir las acciones. Nos hubiéramos enterado por la movilización de tropas y aviones. Nosotros, la orientación que teníamos era no tirarnos en Santiago hasta que no se hubiera producido el desembarco. Esto trajo por resultado que todas las fuerzas de la tiranía se concentraron sobre nosotros en Santiago. Por las condiciones excepcionales en que nos encontrábamos en Santiago, podíamos muy bien haber estado acuartelados 3 ó 4 días, hasta que desembarcara Fidel. Hubiéramos ayudado más y desperdigado a las fuerzas represivas.
HART.—Nos enteramos del desembarco el mismo día que se produjo. Estábamos tristes y preocupados y Frank nos vino a ver y nos dijo: "Ahora, a unir a los campesinos y realizar acciones, que esto será una bola que nadie podrá detener". Tuvo un concepto clarísimo de lo que sería la lucha en el campo.
VILMA.—Se hicieron viajes a La Habana y se inició la reorganización.

No hay comentarios:

Publicar un comentario