La eterna cita con el judo
femeninoEl entrenador principal de la selección femenina de Cuba, Ronaldo
Veitía, se ha convertido en una figura importante de judo mundial gracias al
ascenso de sus pupilas en la elite mundial al ganar todo los títulos de la
Federación Internacional.
CUANDO hace dos años atrás confesaba que solo le
faltaba el anhelado título olímpico, Ronaldo Veitía Valdivie quería poner al
judo femenino cubano en la cúspide de la disciplina y convencer así de la
existencia de una escuela nacional. La confirmación de Sydney 2000, el reciente
mundial de Munich y las predicciones del actual ciclo, dejaron de ser un sueño.
Fueron muchos años de intenso trabajo en el entrenamiento en la búsqueda de talentos y métodos para llegar a ganarse el respeto de los atletas y técnicos de un deporte clasificado para sus creadores, los japoneses, y europeos fundamentalmente. Mientras por los años 60 ya ellos realizaban campeonatos, en Cuba se formó el primer equipo en 1983 y desde entonces se ha producido un gran salto internacional.
Su locuaz y expresivo dominio en el tatami diario y en los internacionales, también estuvo presente en el diálogo con JIT:
Llegó al equipo nacional en 1986. Qué encontró entonces?
«No éramos ni campeones de Centroamérica y del Caribe. En Europa y Asia ya se celebraban campeonatos continentales desde la década del sesenta y Cuba integró su primera selección nacional en 1983 para asistir a los Juegos Panamericanos de Caracas, Venezuela.
Cuando yo llegué fue una situación muy contradictoria pues las mujeres tienen sus características. Comenzamos entrenamientos de hombres adaptados a su capacidad, con escalas nuevas, el mismo nivel de carga de entradas y otros parámetros nunca probados. Entonces se opinaba que la mujer no debía hacer pesas, este error metodológico se obvió con una cientificidad de los entrenamientos y su seguimiento médico.
Estudiamos lo que podía ser limitante para las mujeres e hicimos hincapié en las entradas y el trabajo en newasa (en el suelo) porque sabíamos su caracter ganador y los traspolamos a ellas.
Poco a poco después de algunos enfrentamientos y adaptaciones, que incluso tuve que hacer como persona, fui observando lo productivo del trabajo con las mujeres. Estas muchachas, icreíblemente tienen un entrenamiento de hombres y, lo más importante, a pesar de la rudeza ninguna pierde su femineidad, que la adolecen otros equipos europeos y del mundo».
Habías trabajado con mujeres antes
«Yo siempre había trabajado con equipos masculinos, tuve buenos resultados y me dieron la tarea de entrenar al femenino.
Fui atleta del equipo nacional y me retiré en el año 1973. Obtuve varias medallas en topes, giras y torneos. Al dejar el deporte activo me dediqué a trabajar en el municipio Cotorro, de Ciudad de La Habana, de donde fui para la EIDE Mártires de Barbados, en la cual en diez años ganamos los Juegos Escolares Nacionales.
Más tarde participé en una colaboración técnica en México, país donde por primera vez entrené a mujeres. Cuando regresé a Cuba me propusieron trabajar en la ESPA y me negué porque quería hacerlo en la base, que es muy bonito con los niños, o de lo contrario en equipos de alto rendimiento, para valorarme como técnico.
Me escogieron para el equipo nacional femenino, algo que me sorprendió un poco pero ahora creo que los métodos aplicados han dado los resultados actuales.
La idiosincracia de la cubana te hace las adaptaciones para ella de características peculiares y puede ser la mejor del mundo. Ellas nacen pelenado, se desarrollan peleando y la misma vida diaria hace de ella una luchadora constante. Al escoger un deporte de combate entonces se refleja esa combatividad.
Esto lo aprovechamos con mucho entrenamiento parecido al de los hombres. Sabíamos, por ejemplo, que en el ascenso en la soga podían realizarlo solo con las manos, no con pies y manos como hasta ese momento. También cambiamos lo de reservar el ejercicio de planchas para los hombres. Esta mentalidad la fuimos dejando atrás. Algunas de nuestras atletas hacen levantamiento de pesas de hasta 110 kg en fuerza acostada».
Fueron muchos años de intenso trabajo en el entrenamiento en la búsqueda de talentos y métodos para llegar a ganarse el respeto de los atletas y técnicos de un deporte clasificado para sus creadores, los japoneses, y europeos fundamentalmente. Mientras por los años 60 ya ellos realizaban campeonatos, en Cuba se formó el primer equipo en 1983 y desde entonces se ha producido un gran salto internacional.
Su locuaz y expresivo dominio en el tatami diario y en los internacionales, también estuvo presente en el diálogo con JIT:
Llegó al equipo nacional en 1986. Qué encontró entonces?
«No éramos ni campeones de Centroamérica y del Caribe. En Europa y Asia ya se celebraban campeonatos continentales desde la década del sesenta y Cuba integró su primera selección nacional en 1983 para asistir a los Juegos Panamericanos de Caracas, Venezuela.
Cuando yo llegué fue una situación muy contradictoria pues las mujeres tienen sus características. Comenzamos entrenamientos de hombres adaptados a su capacidad, con escalas nuevas, el mismo nivel de carga de entradas y otros parámetros nunca probados. Entonces se opinaba que la mujer no debía hacer pesas, este error metodológico se obvió con una cientificidad de los entrenamientos y su seguimiento médico.
Estudiamos lo que podía ser limitante para las mujeres e hicimos hincapié en las entradas y el trabajo en newasa (en el suelo) porque sabíamos su caracter ganador y los traspolamos a ellas.
Poco a poco después de algunos enfrentamientos y adaptaciones, que incluso tuve que hacer como persona, fui observando lo productivo del trabajo con las mujeres. Estas muchachas, icreíblemente tienen un entrenamiento de hombres y, lo más importante, a pesar de la rudeza ninguna pierde su femineidad, que la adolecen otros equipos europeos y del mundo».
Habías trabajado con mujeres antes
«Yo siempre había trabajado con equipos masculinos, tuve buenos resultados y me dieron la tarea de entrenar al femenino.
Fui atleta del equipo nacional y me retiré en el año 1973. Obtuve varias medallas en topes, giras y torneos. Al dejar el deporte activo me dediqué a trabajar en el municipio Cotorro, de Ciudad de La Habana, de donde fui para la EIDE Mártires de Barbados, en la cual en diez años ganamos los Juegos Escolares Nacionales.
Más tarde participé en una colaboración técnica en México, país donde por primera vez entrené a mujeres. Cuando regresé a Cuba me propusieron trabajar en la ESPA y me negué porque quería hacerlo en la base, que es muy bonito con los niños, o de lo contrario en equipos de alto rendimiento, para valorarme como técnico.
Me escogieron para el equipo nacional femenino, algo que me sorprendió un poco pero ahora creo que los métodos aplicados han dado los resultados actuales.
La idiosincracia de la cubana te hace las adaptaciones para ella de características peculiares y puede ser la mejor del mundo. Ellas nacen pelenado, se desarrollan peleando y la misma vida diaria hace de ella una luchadora constante. Al escoger un deporte de combate entonces se refleja esa combatividad.
Esto lo aprovechamos con mucho entrenamiento parecido al de los hombres. Sabíamos, por ejemplo, que en el ascenso en la soga podían realizarlo solo con las manos, no con pies y manos como hasta ese momento. También cambiamos lo de reservar el ejercicio de planchas para los hombres. Esta mentalidad la fuimos dejando atrás. Algunas de nuestras atletas hacen levantamiento de pesas de hasta 110 kg en fuerza acostada».
EL GORDO VEITÍA
Los
resultados de la escuadra femenina de judo tienen un nombre, o mejor, un apodo.
Su artífice ha sabido conducir, enseñar, educar.
Ha
sido padre para todas aquellas que se han formado bajo su tutela,
a quienes nunca les faltó su mano amiga por encima del hombro ni el
consejo sabio cuando el mundo parecía derrumbárseles.
Su
carácter fuerte, el temple de cubano y la forma física lo hacen ver
diferente. Claro, luce extraordinario.
Es
duro a la hora de regañar y se emociona como un niño si de celebrar
y agitar nuestra enseña nacional se trata. Cubano por sobre todas las
cosas, ha ganado a base de méritos propios cada título olímpico o mundial,
cada medalla panamericana, cada sonrisa y agradecimiento infinito que le
regala su pueblo.
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