Parque Céspedes, catedral, la casa más añeja de América...
Escrito por Joel Nicolás Mourlot Mercaderes *
Quizás los santiagueros no
lo hayamos descubierto aún, pero este lugar es, realmente, el recinto más
espectacular de nuestra añeja ciudad: una revelación de grandes y
significativas obras, por valores propios, integradas, a la vez, a los
sentimientos y quehaceres de un mundo de gente, que se muestra a cuantos vienen
y van por las cuatro vías por las que se puede acceder a ella…
Vieja, querida y coqueta
–cuya faz ha renovado muchas veces-, y a la que todavía cortejan esbeltos,
vetustos y eternos pretendientes, la Plaza de Arma de Santiago de Cuba, o el
parque Céspedes, como todos acá le llamamos, constituye, sin lugar a duda, uno
de los conjuntos monumentales más atractivos de la ciudad y, absolutamente, en
el que más interactúan propios y foráneos; sede de incontables citas de
múltiples amores, de peñas fervorosas sobre los temas más polémicos, en las
que, las más de las ocasiones, el amor propio lleva ventaja a la razón;
bancadas de relatos hiperbólicos y de glorias ficticias, que ganan
verosimilitud con la fuerza con que son contadas; áreas de recreos infantiles,
añorado escenario, en fin, de varias generaciones, en cuya parte central, un
original monumento, erigido en 1953, rinde tributo de recordación perenne a la
gesta del 10 de octubre de 1868, al máximo héroe de aquella gesta y Padre de la
Patria cubana, a Carlos Manuel de Céspedes.
Mirando al sur, sobre el
escaque que marcan las calles Heredia, al frente; Lacret (San Pedro) y Félix
Pena (Santo Tomás), por los laterales, y Bartolomé Masó (San Basilio), al
fondo, se alza predominante, sobre un promontorio aplanado, la Santa Basílica
Metropolitana, cercana ya a los 350 años en este propio sitio (anteriormente,
desde 1522, en otros puntos de la ciudad), en la que resaltan no sólo sus altas
torre-campanarios y su gran cúpula central, sus puertas enormes, el amplio y
acogedor atrio, en forma de U, con su balaustrada de madera torneada, y sus
bajos –también en U, en toda la extensión de la lonja, con sus activas
entidades culturales y comerciales.
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Catedral de Santiago de Cuba
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Su aspecto actual, de
sobria expresión neoclásica, es obra del eminente arquitecto y urbanista
santiaguero Carlos Segrera Fernández, a quien también debe el populoso centro
de solaz, los dos edificios que copan todo el lado oriental del recinto
citadino: el hotel Casa Granda -activo y con elevada demanda, por supuesto, a
solo meses de su centenaria existencia- y la versión moderna del otrora Club
San Carlos, hoy sala de conciertos Esteban Salas (altos) y galería de artes
Oriente (bajos); obras de las que, por sus estilos y funciones, la ciudad
siente especial orgullo; cual lo sintió por otra creación de Segrera: el
anterior hotel Venus, abatido por el terremoto de 1932, en cuya área hoy se
levanta el moderno edificio del BANDEC, antiguo Banco Nacional de Cuba.
Si de orgullo hablamos,
contiguo a esa entidad financiera, abarcando entre ambos todo el segmento de la
calle Félix Pena, desde Heredia a Aguilera, se muestra la edificación más
antigua de América, con casi 500 años de existencia, lo que fuera la Casa del
Adelantado Diego Velázquez, ahora Museo de Ambiente Colonial, rescate glorioso
del profesor catalán –santiaguero por amor y condición- Francisco Prat Puig;
autor principal –es oportuno decir- del proyecto que hace unos 60 años se
materializó en el nuevo Ayuntamiento de Santiago de Cuba, único en su
expresión, como síntesis evocadora de la modesta pero valiosa arquitectura
colonial santiaguera, rival fraterno, en majestuosidad, de la catedral, a la
que mira de frente.
*Destacado investigador, historiador y
periodista santiaguero
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