Sirva este modesto trabajo priodístico un homenaje a los adultos mayores cubanos.
LUIS SÁNCHEZ DEL TORO Fotos: Jorge Luis Guibert
Francisca Muñoz Vera, una mujer serrana de
105 años, dice sentirse por estos tiempos más vieja que ayer, a la vez que más
joven que mañana, cuando de años se
trate. El pasado 25 de agosto celebró su cumpleaños, pero esta vez de manera
especial en su natal comunidad de Ti Arriba, histórico y abrupto terruño
serrano, perteneciente al municipio de Songo-La Maya.
Se antojó de reunirse nuevamente con su
numerosa familia, vecinos del barrio y en particular con sus amigas de la
infancia Sara Orozco Rodríguez y Ofelia Dominico Castellanos, de 102 y 100
años, respectivamente, con quienes compartió momentos de felicidad y mucha
dicha de gozar a plenitud una vida centenaria en pleno Siglo XXI.
Entre anécdotas, recuerdos, chistes y
remembranzas de los duros tiempos de antaño fluyó el agasajo dispuesto a
Francisca o Pancha, como cariñosamente la conocen todos por esta demarcación.
Conversaron estas veteranas con mucha lucidez acerca de los esposos, la crianza
de los hijos, los exigentes quehaceres de la casa y el campo, así como la
estrecha vinculación a la Revolución como trabajadoras agrícolas, federadas y
cederistas.
En ningún momento las vimos arrepentirse de
nada, a no ser de tener más fuerza para poder aportar a la sociedad cubana, de
ahí que por momentos afloraran en sus ojos algunas lágrimas de alegría,
mientras de sus labios brotaran una verbo que siempre acompañó sus vidas: amor.
Dice Panchita que en este histórico sitio
nació en 1909, además de crecer, casarse y tener nueve hijos, además de
rememorar la miseria, el hambre y la pobreza, entre otros males que acompañaban
a los hombres y mujeres del campo antes del triunfo de la Revolución.
Su coherente y armonioso diálogo, aún asombra
a muchos que tuvimos la dicha de celebrar su centuria en el popular barrio de
Portuondo, en la ciudad de Santiago de Cuba. Su trayectoria es imposible de
resumir, pero si podemos destacar sus labores como recogedora de café,
lavandera o cocinera para ganarse la vida y contribuir al sustento de la
familia, por eso expresa con preocupación que “quién fue que inventó eso que el
trabajo mata”.
Su vitalidad es envidiable, manifiesta
sentirse fuerte aunque no oculta que en ocasiones tiene dolores en las piernas,
sin embargo su andar con el bastón es ágil y seguro, lo que le permite
desplazarse en la casa y disfrutar de un buen juego de pelota o un programa en
la televisión, escuchar la radio y hasta coser de vez en vez.
Se regocija de nunca ser enfermiza y solo
estar hospitalizada en dos ocasiones, como consecuencia de una operación de la
hernia. “En Ti Arriba se multiplican mis deseos de vivir, el aire puro, su
naturaleza y la gente que me rodea, entre ellas mis amigas Ofelia y Sara,
seguiremos añadiéndoles años a estas tres centurias de amor”, dijo finalmente
con una sonrisa en los labios.
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