lunes, 24 de febrero de 2014

Carlos Manuel de Céspedes. El Padre de todos los cubanos




*El  eterno homenaje en el 140 aniversario de su muerte en combate este 27 de febrero













Un abogado revolucionario cubano que inició las guerras por la independencia en Cuba contra el régimen colonial
de España proclamando el 10 de octubre de 1868 su determinación de “independencia o muerte” y la libertad de sus esclavos. Céspedes esta considerado por los cubanos el Padre de la Patria, también fue Mayor general delEjército Libertador de Cuba y primer Presidente de la República de Cuba en Armas. Murió en combate frente a tropas españolas. El padre de todos los cubanos
Nacimiento
El domingo 18 de abril de 1819, en la villa de San Salvador de Bayamo perteneciente a la provincia cubana de Oriente, doña Francisca de Borja López y Ramírez de Aguilar (nacida en Puerto Príncipe) daba a luz al primogénito de su matrimonio con Don Jesús María de Céspedes y Luque (nacido en Bayamo). Al pequeño se le pone por nombre Carlos Manuel Perfecto del Carmen Céspedes y del Castillo. Nacido en hogar de abolengo, típico de los adinerados terratenientes del Valle del Cauto, amasadores de una suficiente fortuna, el niño es criado con todos los beneficios y comodidades propios de su alcurnia.
Los abuelos maternos eran propietarios de grandes estancias de ganado, ingenios de elaborar azúcar y fincas urbanas en Bayamo y Manzanillo los abuelos paternos, a su vez, eran descendientes de ricos hidalgos que unían al linaje del apellido cuantiosas propiedades de diversa índole. El apellido Céspedes pertenecía desde varias generaciones a acaudaladas familias que provenientes de Andalucía habían sentado sus reales en la prometedora colonia a mediados del siglo XVII.
Infancia
A los pocos años de nacido el niño, se trasladan los Céspedes a una finca campestre de la familia; en ella se desarrolla su infancia. Para la mayor parte de los biógrafos este cambio fue consecuencia de un ataque de corsario a Manzanillo que repercutió en las familias bayamesas ricas, trasladadas por un tiempo a sus haciendas montunas para poner ere a buen recaudo. En cambio para José Maceo Verdecía, el historiador bayamés por antonomasia, el establecimiento en la finca del padre de Céspedes se debió a la necesidad de recuperar su disminuida fortuna, De cualquier forma, los cinco primeros años de vida del niño se desarrollaron en plena naturaleza, mimado y atendido por una negra esclava. Esta le servía de aya y alimentaba su imaginación con la inagotable tradición oral de la región, repleta de cuentos y leyendas de güijes (jigues en Oriente), madres de agua, lagunas habitadas por babujales y torres misteriosas.
De regreso a Bayamo hace sus primeras letras en una escuelita atendida por una mujer casi anciana. Leer, escribir y el catecismo fueron los frutos de aquella enseñanza inicial. Luego pasó al Convento de Nuestro Seráfico Padre donde fue acogido por los frailes como un discípulo. En1829, con diez años de edad, entra al convento de San Domingo; en él estudia Latinidad y Filosofa.
También, durante otros dos años, estudia Gramática Latina en el convento de San Francisco, de la propia ciudad. Según consta en su expediente universitario fueron muy altas las calificaciones de estos primeros estudios.
Estudios universitarios
Como todo hijo de buena familia se traslada a La Habana a realizar los estudios superiores. Durante tres años el joven se dedica por entero a dominar las diferentes asignaturas. En el Colegio de San Carlos y San Ambrosio, donde años atrás han dictado sus luminosas conferencias el presbítero Félix Varela y el erudito bayamés José Antonio Saco, Céspedes perfecciona entre otras disciplinas, el conocimiento del latín a la vez que se ejercita físicamente en los deportes.
El 22 de marzo de 1838 obtiene el grado de Bachiller en Derecho Civil en la Real y Pontificia Universidad de La Habana. Es significativo que los terminó mediante la modalidad «a claustro pleno», es decir, acortó la duración del bachillerato y se sometió al rigor de un gran número de prestigiosos examinadores. La forma escogida por él era la más difícil y la más costosa, al exigirle al aspirante el abono de elevados honorarios a cada uno de los catedráticos examinadores y numerosos regalos a cuantos intervenían en el mismo. Pero con el dicho título en mano, grado menor del Derecho en la época, no podía ejercerse la abogacía en Cuba. Era menester obtener la licenciatura y, mejor aún, la borla doctoral. Estas serán sus próximas metas docentes.
Regresa a Bayamo y al siguiente año, el mismo día en que cumple los veinte, contrae matrimonio con su prima hermana María del Carmen Céspedes. Diez meses después, el 3 de enero de 1840, nace el primer hijo que fue nombrado, en honor a su padre, Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes. De esta unión también nacen María del Carmen y Oscar.
Viajes por Europa
España
En el mes de julio de 1940 parte Céspedes para España y utiliza como punto de desembarque en el viejo continente el añejo puerto de Le Havre, en Francia. Sigue rumbo a Barcelona y se matricula en la universidad de Cervera, al permanecer cerrada la alta casa de estadios de la ciudad condal. La estancia del joven estudiante en la agitada y turbulenta Cataluña es decisiva para su futura vida política. En esta ocasión no son únicamente los deberes docentes los que consumen toda la atención de Céspedes. A la par que cursa los estudios se involucra en las luchas partidarias españolas y se impregna del indomable sentimiento de los catalanes resistidos cono violencia a la dependencia de Castilla.
Es su debut en la política y lo hace en grande. Concluidas las guerras carlistas se configuran las diferencias entre la regente María Cristina y el general Espartero. Céspedes apoya el bando que sostiene a la regente. Conoce a Juan Prim y Prats, un joven y ambicioso militar que dará mucho que hacer en la escena española en las próximas dos décadas. Se entabla una amistad entre ellos duradera por muchos años. Céspedes se incorpora a las milicias civiles y participa en diversos encuentros de choque. Alcanza la jerarquía de capitán de estas fuerzas y según versos de aliento autobiográfico escritos diez años después, su participación fue activa y totalmente comprometida.
En algunos de los trabajos escritos sobre esta etapa de la vida de Céspedes se habla de un folleto publicado en 1841, en Madrid, en defensa de su patria -documento no encontrado aún- y de un duelo a pistola con un oficial español por ofensas a Cuba. Son datos sin precisión documental, pero que muy bien pudieron haber ocurrido dadas las características del temperamento de Céspedes, en este aspecto me detendré más adelante.
Resto de Europa
Concluidos sus estudios de Derecho y con el título de Abogado del Reino, como se le decía entonces, Céspedes recorre diversos países europeos, Turquía y algunas regiones del imperio de los zares rusos.
Durante su recorrido euroasiático visitó la Francia de las grandes y sonadas acciones de Luis Augusto Blanqui, de las ideas socialistas, anarquistas y románticas de Luis Blanc, Flora Tristán, y Lammenaís; la Alemania de las ideas socialistas utópicas y la cohesión de los grupos obreros; la Inglaterra de la era victoriana, la gran industria y el libre cambio, donde el movimiento cartista cobraba fuerza al aprovechar la coyuntura de la sostenida depresión industrial; la Italia conmovida por la acción de la Joven Italia de Mazzini, que había unificado las sociedades secretas del carbonarismo y a cuyas catacumbas Céspedes descendió para ver con sus propios ojos la forma de actuar de los revolucionarios italianos; la infeliz situación del raya (campesino turco) en Constantinopla, ciudad azotada por turbulencias religiosas y violentas diferencias de clase; y por último, las costas del Mar Negro absorbidas por el imperio zarista ruso, situación que le mereció a Céspedes el verso: «El remedo del romano imperio dado al bárbaro norte en cautiverio». En fin, una Europa convulsa en la que el desmoronamiento del edificio de la Santa Alianza ante las acometidas liberales y de otros signos más radicales, era el rasgo político distintivo. A Céspedes no pudieron escapársele tan fuertes contrastes: de un lado, una colonia con un retrógrado sistema de plantaciones en la que todas las libertades estaban reprimidas y ahogadas. Del otro, el ejercicio de la constitución, el parlamentarismo, los partidos políticos, las asociaciones de obreros, la ley, la pluralidad y la difusión de las ideas.
En Cuba
A su regreso a Cuba en 1844, el bayamés ya no es el mismo joven ingenuo y virginal en materia de política que partió en busca de su título de abogado. Debido a su viaje por Europa Céspedes dominaba y se expresaba correctamente en varios idiomas como el inglésfrancés y elitaliano. También conocía y manejaba desde pequeño el latín y el griego.
En Bayamo abre un bufete y escribe poemas y un folleto en el que hace la defensa de Cuba. Hizo la traducción al español de algunos cantos de La Eneida que nunca publicó y escribe también la comedia Las dos Dianas. Secretamente inicia sus planes independentistas. En su ciudad natal fue director de la Sociedad Filarmónica y de su Sección de Declamación. En 1849 fue síndico del Ayuntamiento de Bayamo.
A fines del mes de mayo de 1852 Carlos Manuel de Céspedes se radica en Manzanillo con su familia. En 1856 es elegido junto a Don Juan Butter y Don Joaquín Muñoz para conformar una Comisión encargada de modificar el Reglamento de la Sociedad Filarmónica de Manzanillo. El Reglamento quedó aprobado y protocolizado el 10 de febrero de 1858.
En agosto de 1859 Don Carlos Manuel de Céspedes había sido designado para ocupar el cargo de vocal Contador Secretario de la Junta Jurisdiccional de Fomento de Manzanillo. Era también asesor sustituto de la Ayudantía de Marina y Matrícula del distrito y vocal de la Junta de Diezmos de la Parroquia de la Villa. En este año ya había estado preso y desterrado varias veces. Sin embargo, cambios políticos en España propiciaron condiciones más favorables a los criollos, tratando aquel gobierno de atraer y conciliar a los desafectos. España intentaba corregir los graves errores pasados. Tal vez Céspedes aceptara el cargo, por la nueva situación, aunque también pudo ser para representar los intereses y propiedades de la familia
Céspedes, dedicado a su labor como abogado, aumentaba su clientela por el prestigio adquirido en el profundo conocimiento de su profesión, su vasta cultura, su afabilidad y cortesía en el trato con las gentes. Colaboró en La Prensa (La Habana), El Redactor (Santiago de Cuba) y La Antorcha (Manzanillo), donde ocupó, además, el cargo de redactor.
Ideas independentista
En septiembre de 1867 comenzó a conspirar en Manzanillo, lugar donde residía, junto a Francisco Vicente Aguilera y Perucho Figueredo. Más tarde fundó y presidió la Junta Revolucionaria de Manzanillo.
En el mes de diciembre de 1867 el gobernador de Manzanillo, Rafael Jerez y Molina recibió un anónimo, escrito en papel de envolver del que se usa en las bodegas, y en el que se le avisaba de una proyectada conspiración contra el gobierno y que se iba a dar el grito el día de Noche Buena. Decía el anónimo informante que los conspiradores contaban con los negros a los que les darían la libertad, y un machete y un puñal; decía también que hacía poco se habían introducido 1 500 rifles por la Caimanera o por la casa de alguien que no se sabe, pues a partir de esa palabra el anónimo tiene recortadas muchas palabras, como las del nombre del ingenio donde se reunían todos los días a conspirar, según el informante; pero se entiende claramente que están de acuerdo los camagüeyanos y parte de los pueblos de Santiago.
En otro anónimo se dan poco más o menos los mismos detalles, pero el levantamiento se señala para el día de la Purísima, 8 de diciembre, o el día de Noche Buena. Se informa:
que tienen embullados a muchos montunos y también hay un fondo para socorrer a las familias de los conspiradores.
En el informe que el gobernador de Manzanillo envió al del Departamento Oriental dice que en el anónimo se señala para llevar a cabo la intentona a don Carlos Manuel de Céspedes, que el primer acto de la revuelta será tomar el cuartel y poner en él la bandera americana.[3] A través de los informes del gobernador de Manzanillo se deja ver un gran temor. Su primer acto fue ir a detener a Carlos Manuel de Céspedes, lo que no realizó por hallarse éste junto al lecho de su esposa gravemente enferma.
Fallecida su esposa, probablemente a principios de 1868, Carlos Manuel se trasladó al ingenio Demajagua pues por el momento parecía que su mayor interés consistía en levantar esa finca. Ésta tenía una magnífica casa de mampostería con amplios portales adornados con columnas. Se hallaba construida sobre una meseta desde la que se divisaba el mar. A un lado se hallaba el ingenio y al otro el barracón de los esclavos. Céspedes trasladó para el ingenio el mobiliario que tenía en su casa de Manzanillo, los cuadros, la biblioteca, tal como si pensara en una estancia permanente en dicho lugar dedicado más a las labores del campo que a las del bufete.
En la reunión celebrada en San Miguel de Rompe el 4 de agosto de 1868 defendió sin éxito el criterio de comenzar de inmediato la guerra contra España, por considerar que existían condiciones para ello. El 6 de octubre de 1868, en el Ingenio Rosario, fue elegido jefe máximo del levantamiento armado, el cual se acordó iniciar el 14 de octubre de 1868. No obstante, al conocer que el día 8 le habían cursado un telegrama al gobernador militar de Bayamo ordenándole su detención y la de los principales conspiradores, ordenó empuñar las armas y concentrarse en su ingenio Demajagua durante la noche del día 9.
Guerra de los Diez Años

En Demajagua, al mediodía del 10, arengó a los reunidos proclamando su determinación de Independencia o Muerte y proclamó la libertad de sus esclavos. Siguiendo su relato de los sucesos del 10 de octubre dice el general Masó:
El General en Gefe reunió sus esclavos y los declaró libres desde aquel instante, invitándoles para que nos ayudasen si querían, a conquistar nuestras libertades; lo mismo hicieron con los suyos los demás propietarios que le rodeábamos.
Carlos Manuel de Céspedes acababa de entrar en la inmortalidad al retar el secular poderío español con un puñado de hombres desarmados.
El domingo 11 de octubre, alrededor de la una de la mañana, partió Céspedes con sus huestes de la Demajagua. Iba hacia la sierra de Naguas, considerada por él y sus colaboradores más inmediatos, el primero de ellos Bartolomé Masó, quien recogió el hecho para la posteridad, como un lugar adecuado para esperar la incorporación de grupos alzados en varios lugares de la comarca. Para tomar el camino de ascenso más practicable, el ya bautizado Ejército Libertador marchó en dirección a Yara, de donde parte dicho camino. Al anochecer penetraron los patriotas en el pueblo, estrenando el grito de ¡Viva Cuba libre! Sorpresivamente toparon con una muralla de fuego. Simultáneamente por el otro extremo del pueblo acababa de entrar una columna española procedente de Bayamo, la cual recibió a los confiados libertadores con descargas de fusilería, causando entre ellos primero el asombro, después la dispersión y entre una y otra cosa la primera baja definitiva del Ejército Libertador, Fernando Guardia Céspedes y la primera del ejército colonialista.
La fácil victoria sobre los insurrectos obtenida en Yara fue participada de modo inmediato a las autoridades superiores de la colonia y dada a la publicidad como advertencia a desafectos al régimen. Era desde luego imposible a quienes se vanagloriaban de aquel éxito de las armas españolas, percatarse de la verdadera significación de aquel encuentro. El caso es que del mismo surgió la notoriedad de Yara, donde por primera vez los cubanos probaron su determinación de batirse, aunque fuera con unos cuantos fusiles anticuados, con el afamado ejército español.
Aquella fue una prueba tremenda para Céspedes, pero inmediatamente reaccionó ante su primer descalabro. Aquella negra noche del 11 al12 de octubre de 1868, cuando reanudó su marcha hacia la Sierra con un puñado de hombres, uno de ellos apuntó qué pronto había terminado la empresa iniciada en La Demajagua. Y según el testimonio de otro de los acompañantes, Céspedes se irguió sobre los estribos y replicó:
¡Aún quedamos doce hombres; bastan para hacer la independencia de Cuba!
Ya con las fuerzas incrementadas por los nuevos alzamientos producidos, tomaron el caserío de Barrancas el 15 de octubre y pusieron sitio a Bayamo a partir del 18, tomándola el 20 de octubre, Céspedes fue acogido por la población como su libertador. Se autoproclamó capitán general del Ejército Libertador con el objetivo de lograr un nivel acorde con la máxima autoridad española en la Isla. No obstante, el 29 de enero de 1869, en Tacajó, renunció a emplear tal denominación.
Aunque era firme defensor de la abolición total de la esclavitud, se vio precisado a dictar un decreto, el 27 de diciembre de 1868, en que ésta se establecía de forma gradual e indemnizada. Con ese gesto intentaba captar a los terratenientes, de los cuales esperaba obtener recursos que permitieran adquirir las armas necesarias para la guerra. Durante un receso de la Cámara de Representantes, firmó el decreto que establecía la abolición de la esclavitud.
Presidente de la República en Armas
En la primera decena de abril de 1869 se dieron cita en el pueblo de Guáimaro, Céspedes y 10 miembros de su consejo -un organismo estrenado para evitar la acusación de estar gobernando solo-, con los miembros de la Asamblea de Representantes del Centro y de la Junta Revolucionaria de Las Villas, para discutir la formación de un Gobierno nacional. Allí se había volcado todo el Camagüey revolucionario y habían concurrido, además de los grupos representativos de las regiones insurreccionadas, que iban a formar la Asamblea Constituyente, muchos patriotas llamados a «pasar a la historia», como el espirituano Honorato del Castillo, el oriental Francisco Vicente Aguilera, el camagüeyano Ignacio Mora, el pinareño Rafael Morales, los matanceros hermanos Betancourt, los habaneros hermanos Sanguily. etc. El ambiente de entusiasmo se caldeaba con la presencia de muchas familias camagüeyanas. Allí estaban la madre y las hermanas del generalManuel de Quesada, una de las cuales sería esposa de Céspedes meses después; también estaba Ana Betancourt de Mora la cual reclamo para la mujer cubana los derechos políticos del hombre.
El día 11 quedó constituido la Cámara de Representantes y el 12 de abril, tomó posesión Céspedes de la Presidencia de la República. Fue entonces que la Cámara recibió:
una petición suscrita por un gran número de ciudadanos -dice la resolución adoptada al respecto- en que se suplica a la Cámara manifieste a la Gran República los vivos deseos que animan a nuestro pueblo de ver colocada a esta Isla entre los Estados de la federación Norte Americana.
La Cámara, por unanimidad, hizo suya la petición recibida. Y el Presidente de la República sancionó la ley. El ministro de Cuba en Estados UnidosJosé Morales Lemus, que por entonces encontraba en congresistas y miembros del Gabinete de Grant inclinación al reconocimiento de la independencia de Cuba, no creyó oportuno dar curso al acuerdo pidiendo la anexión.
La iniciativa de pedir la anexión tuvo raíz camagüeyana. Poco antes de constituirse la República, la Asamblea de Representantes del Centro había acordado -el 6 de abril de 1869- una petición semejante. Mas la responsabilidad histórica del acuerdo de la Cámara de Representantes en Guáimaro, recae en cuantos la aprobaron, entre ellos Céspedes. Las circunstancias prevalecientes desde enero del 1869, cuando España desató la guerra a muerte, causando tremendas pérdidas de vidas en Oriente y en Las Villas, autorizaba a recurrir a cualquier medio, de procurarse recursos para continuar la lucha, y uno de ellos era conseguir la ayuda norteamericana a cual precio. Políticamente, lo primero era separarse de España; después habría que ver si el pueblo renunciaba a su total independencia para sumarse a la federación norteamericana.
No necesitó Céspedes mucho tiempo para llegar a la convicción de que nada tenían que esperar los revolucionarios cubanos del Gobierno deWashington. Así lo revelan dos escritos suyos de 1870.
El primero es un manifiesto «Al pueblo de Cuba» fechado el 7 de febrero de dicho año; el segundo es una carta a José Manuel Mestre, sucesor de Morales Lemus como representante diplomático de Cuba en Estados Unidos, de fines de julio.
En el manifiesto expresa:
Al lanzarse Cuba a la arena de la lucha, al romper con brazo denodado la túnica de la monarquía que aprisionaba sus miembros, pensó únicamente en Dios, en los hombres libres de todos los pueblos y en sus propias fuerzas. Jamás pensó que el extranjero le enviase soldados ni buques de guerra para conquistar su nacionalidad (...)
En la carta de Mestre se aprecia la clarividencia política de Céspedes. Dice así:
Por lo que respecta a los Estados Unidos tal vez esté equivocado, pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es a apoderarse de Cuba sin complicaciones peligrosas para su nación y entretanto que no salga del dominio de España, siquiera sea para constituirse en poder independiente; éste es el secreto de su política y mucho me temo que cuanto haga o proponga, sea para entretenernos y que no acudamos en busca de otros amigos más eficaces o desinteresados.
Consecuente con su concepto de esa política, Céspedes alentó a los libertadores cubanos a valerse de sus propios recursos, al par que incitaba por todos los medios y en todos los tonos a los emigrados auto titulados revolucionarios para que costearan y enviaran armas a Cuba libre o acudieran con sus brazos o sus talentos en ayuda de los que aquí libraban lucha desesperada por derrocar al Gobierno colonial.
Finalmente, el presidente Céspedes retiró la representación diplomática de Cuba en Estados Unidos, a cargo entonces del licenciado Ramón Céspedes Barreiro. En carta dirigida al mismo el 30 de noviembre de 1872, le comunicó dicha resolución y le explicó su fundamento en los siguientes términos:
No era posible que por más tiempo soportásemos el desprecio con que nos trata el gobierno de los Estados Unidos, desprecio que iba en aumento mientras más sufridos nos mostrábamos nosotros. Bastante tiempo hemos hecho el papel del pordiosero a quien se niega repetidamente la limosna y en cuyos hocicos por último se cierra con insolencia la puerta. El caso del Pioneer ha venido a llenar la medida de nuestra paciencia: no por débiles y desgraciados debemos dejar de tener dignidad.
Así, interpretando el sentir del pueblo revolucionario de Cuba, Céspedes cerraba el cielo de las vacilaciones y de los cabildeos anexionistas.
Resultados de su gobierno
Carlos Manuel de Céspedes se oponía a la aprobación de formas de gobierno en que, por ser extremadamente democráticas y republicanas, limitaran las atribuciones del ejecutivo y del general en jefe para dirigir la guerra, pues sostenía con firmeza que para tener República, primero había que hacer la guerra.
Al asumir la presidencia Céspedes trazo estrategias para llevar la guerra a toda la Isla, ya fuese por tierra o por mar. Lo antes dicho se demuestra en las siguientes ideas:
Sustentó la idea de dar un carácter nacional a la guerra, para ellos nombró, el 1 de junio de 1869, a Domingo Goicuría en el cargo de jefe de operaciones de Pinar del Río.
Fraguó la idea de invadir el occidente de la Isla, lo cual sólo pudo materializarse años más tarde. Fue partidario de destruir las riquezas deEspaña en la Isla de Cuba para socavar sus fuentes de sustento de la guerra.
Trató de llevar la guerra al mar, para lo cual nombró oficiales de la marina y otorgó patentes de corso. Sostuvo total intransigencia en cuanto a la conquista de la independencia, siendo muestra de ello el hecho de que el 15 de febrero de 1871 declaró traidor a todo el que entrara en negociaciones con los españoles.
Céspedes defendió el método de lucha irregular. Trabajó por el incremento de las expediciones armadas desde el exterior y desplegó una extensa actividad diplomática cursando misivas a distintos gobiernos de América en busca del reconocimiento, tanto para la beligerancia como para la República en Armas, y su apoyo.
Oposición interna
Difícil le resultó el ejercicio de su gobierno debido al antagonismo de los miembros de la Cámara de Representantes, quienes le atribuían una actitud antidemocrática y dictatorial. Se le dificultó ejercer un verdadero mando, como poder ejecutivo, debido a los arraigos caudillistas y regionalistas de una gran parte de los jefes.
Muchos se habían convertido en sus enemigos, fundamentalmente los miembros de la Cámara y los partidarios de Miguel Aldama agente general de la República en Estados Unidos, quienes tejieron una serie de intrigas en torno a su persona. Aunque Céspedes fue informado oportunamente sobre la conjura que se tramaba con el objetivo de sustituirlo de la presidencia, dio muestras del sacrificio de sus ideas para mantener la unidad que el momento requería.
Sin embargo, esta conjura se materializó el 27 de octubre de 1873, en el campamento de Bijagual, cuando fue depuesto como presidente por los representantes de la Cámara. El brigadier José de Jesús Pérez, uno de los hombres alzados en Demajagua el 10 de octubre de 1868 le ofreció sus tropas para resistir a la Cámara, pero Céspedes no quiso que se produjeran enfrentamientos entre cubanos por su causa y acató disciplinadamente el hecho consumado, pues estaba consciente de que oponerse hubiera ocasionado una división entre los cubanos capaz de destruir la revolución.
Caída en combate
Después de su destitución lo obligaron a acompañar al nuevo gobierno y a la Cámara durante dos meses. Tras la negativa de permitírsele salir al extranjero para visitar a su esposa e hijos, se le confinó a la finca San Lorenzo, en la Sierra Maestra. Hacia allí se dirigió el 27 de diciembre de 1873, sin la debida escolta, pues el gobierno se la negó, la llegada al lugar se produjo el en la noche del 23 de enero de 1874. En la quietud de la sierra se dedicó a escribir y a enseñar a leer a los niños.
El 27 de febrero de 1874, una columna española penetró sorpresivamente en San Lorenzo. En el diario de Céspedes se refleja la llegada de los españoles:
Hoy ha salido un criado en busca de cocos y trae la noticia de haber llegado una columna española.
Según el historiador Yoel Cordoví Núñez, especialista del Instituto de Historia de Cuba, los acontecimientos del día 27 sucedieron de la siguiente forma[5]:
El desenlace fatal se avizoraba. El Padre de la Patria, luego de sus acostumbradas tareas diurnas, incluida la última partida de ajedrez con su coterráneo Pedro Maceo Chamorro, sale a visitar a algunos vecinos de la intrincada comarca, en donde enseñaba a leer y escribir a los niños y dialogaba con los campesinos de la zona. Una niña se aproxima a la casa de "Panchita" Rodríguez, donde se encontraba Céspedes, y por el camino descubre la presencia de soldados españoles. Al parecer, una traición ponía al descubierto su paradero.

El patriota, revólver en mano, sale del bohío. Los españoles emprenden la persecución abriendo fuego.

Un capitán, un sargento y cinco soldados lo persiguen. Los españoles intentan capturarlo vivo, pero el bayamés dispara sin detener la carrera. La hora final llegaba. El sargento Felipe González Ferrer se le encima, y ante un último esfuerzo de Céspedes por neutralizar de un disparo a su rival, el sargento acciona su fusil y a quemarropa le perfora el corazón.
El coronel del Ejército Libertador Manuel Sanguily captó todo el simbolismo de la muerte de Céspedes cuando resumió la misma en poéticas palabras:
Céspedes no podía consentir que a él, encarnación soberana de la sublime rebeldía, le llevaran en triunfo los españoles, preso y amarrado como un delincuente. Aceptó sólo, por breves momentos, el gran combate de su pueblo: hizo frente con su revólver a los enemigos que se le encimaban, y herido de muerte por bala contraria, cayó en un barranco, como un sol de llamas que se hunde en el abismo
Así dejaba de existir el iniciador de la guerra de independencia en Cuba contra el gobierno español. Su cadáver fue conducido a Santiago de Cuba, donde se le dio sepultura.
Padre de la Patria
Un hecho que demostró el amor del presidente por la causa independentista ocurrió en mayo de 1870, cuando el capitán general de la Isla,Caballero de Rodas, le envió un mensaje comunicándole que su hijo menor, Oscar, había sido capturado y condenado a muerte, por lo que le proponía ofrecerle la vida del joven a cambio de un arreglo personal, cuyas bases se discutirían posteriormente.
La respuesta de Céspedes fue tajante: Oscar no es mi único hijo, soy el padre de todos los cubanos que han muerto por la Revolución. Por tal actitud los cubanos lo proclamaron Padre de la Patria.


EL 24 DE FEBRERO NO SÓLO FUE EN BAIRE




*EL REINICIO DE UNA GUERRA NECESARIA ORGANIZADA POR JOSÉ MARTÍ

   A pesar de que historiadores y docentes han demostrado hasta la saciedad que este día se desarrolló un levantamiento simultáneo, muchos siguen centrando en Baire el inicio de la Guerra Necesaria.
Historia

   A principios de 1895, el ambiente en Cuba era francamente insurreccional. El fracaso del Plan de Fernandina, al incautar las autoridades estadounidenses las armas de la expedición que organizaba José Martí para reiniciar la Guerra Necesaria, lejos de amilanar a los independentistas, levantó el espíritu revolucionario.
   Los jefes comprometidos dentro de la Isla, ansiosos por retornar a la manigua, apremiaban al Apóstol para que firmara la Orden de Alzamiento con el argumento de que el Gobierno colonial español ya estaba sobre aviso y en cualquier momento podían caer detenidos.
   El 29 de enero, Martí convocó a Mayía Rodriguez, en quien Máximo Gómez había delegado su “autoridad y poder expresos”, y a Enrique Collazo, que daba de la autoridad de éste, para valorar las noticias e informes recibidos de Cuba. Los reunidos coincidieron en la necesidad de impartir cuanto antes la Orden de Alzamiento, la cual redactó el Héroe Nacional de Cuba y suscribieron los tres. En ella, se autorizaba:
“el alzamiento simultáneo, o con la mayor simultaneidad posible, de las regiones comprometidas (…) durante la segunda quincena, no antes del mes de febrero”.
     Se le envió esta decisión “al ciudadano Juan Gualberto Gómez y en él a todos los grupos de Occidente”, con copias para Guillermón Moncada, residente de Santiago de Cuba; Bartolomé Masó, radicado en Manzanillo; Francisco Carrillo, localizado en Remedios, y el camagüeyano Salvador Cisneros Betancourt. Los documentos fueron llevados a La Habana por el patriota Juan de Dios Barrios.
    En los primeros días de febrero de 1895, en su condición de Delegado del Partido Revolucionario Cubano (PRC) en Cuba, Juan Gualberto recibió la ya mencionada Orden de Alzamiento y “otras que debía encaminar”, según su testimonio.
   El joven estudiante Tranquilino Latapier partió rumbo a Oriente a encontrarse con Moncada, con la advertencia precisa de que sólo después de obtener la conformidad del general santiaguero, podía trasladarse hacia Manzanillo para ver a Masó. No tuvo problemas. Regresó a la capital con la aceptación de los dos jefes orientales y una interesante propuesta de Quintín Bandera: la de fijar como fecha del alzamiento el 24 de febrero, primer domingo de carnaval.
   El médico matancero Pedro Betancourt se dirigió a Las Villas para entregarle las instrucciones de Martí a Francisco Carrillo, quien se negó a secundar el levantamiento simultáneo ante la escasez de armas. Pero al informarle a Juan Gualberto mediante telegrama, Betancourt escribió:
“Carrillo bien”
    El Delegado del PRC en Cuba interpretó como que el mambí villareño aceptaba la fecha de alzamiento. Camagüey, entretanto, reiteraba que no se levantaría de inmediato.
   Ni en la Orden de Alzamiento ni en documento posterior escrito por Martí o Juan Gualberto se distingue a localidad alguna como el centro principal de la sublevación. Siempre se habla de un levantamiento simultáneo.
Preparativos
    Desde días antes de la fecha fijada, los jefes mambises orientales habían abandonado sus casas para no ser localizados por las autoridades colonialistas.
    Guillermón Moncada, por ejemplo, montado en una mula, burló la vigilancia española y se fue al poblado de Auras donde se hospedó en casa de un patriota. En la mañana del 24 de febrero, dejó su refugio y con un grupo de patriotas, acampó en la loma de La Lombriz, Alto Songo.
    En su finca Colmenar de Bayate, cerca de Manzanillo, al amanecer, Bartolomé Masó hizó la bandera de la estrella solitaria y estableció allí un campamento mambí.
    Ochenta insurrectos se alzaron en Yara y entraron a punta de machete en el poblado donde hicieron acopio de armas.
    Cerca de Bayamo se levantaron Joaquín Estrada Castillo, en su finca El Mogote; Esteban Tamayo, en Vega de la Piña, con 80 compañeros; José Manuel Capote, en San Diego, con 40 hombres armados.
   Periquito Pérez tenía instrucciones precisas de Antonio Maceo de controlar con su gente la costa sur de la jurisdicción de Guantánamo, con vistas a las expediciones que debían desembarcar por allí. Clandestino desde octubre de 1894, ante la persecución de las autoridades españolas, recibió órdenes de Guillermón Moncada de poner en pie de guerra a la tierra del Guaso. El 24, a media mañana, se pronunció en Matabajo. A esa hora, Emilio Giró le secundaba en La Confianza con otro grupo de patriotas. A la tarde, el joven Enrique Tudela y 12 valientes mal armados tomaron el fortín de Hatibonico y se apoderaron de armas y municiones. Sería esa la primera victoria de las fuerzas cubanas en la guerra recién comenzada.
    Ya al mediodía, Victoriano Garzón abandonó Santiago de Cuba con un grupo de independentistas y montó campamento cerca de la ciudad, en la finca San Esteban. Alfonso Goulet, también cumpliendo órdenes de Guillermón, sublevó al poblado de El Cobre. Quintín Bandera, al frente de un puñado de patriotas, todos armados, acampó cerca de San Luis. Silvestre Ferrer incendió con sus hombres al poblado de Loma del Gato, tradicional centro de operaciones del Ejército español, y en Palma Soriano se le unieron cubanos de distintas generaciones.
    Días antes de la fecha fijada para el alzamiento, Saturnino Lora había recibido el siguiente mensaje:
“De orden del general Moncada, que se levante el día 24 por la tarde y espere órdenes”.
    También Guillermón le encomendaba avisar a Fernando Cutiño Zamora y los patriotas de Jiguaní.
    Lora cumplió cabalmente. Reunió en la tarde a sus compañeros en el Puente de la Herrería y al frente de ellos marchó hacia la plaza de Baire, donde se proclamó en rebeldía. Sacó su revólver y disparó sus seis tiros al aire. Cutiño, José Reyes Arencibia y un reducido grupo entraron en Jiguaní ya casi al anochecer.
    Permanecieron en esta localidad hasta cerca de las nueve de la noche y partieron a Baire. Unidos ambos destacamentos, marcharon hacia La Salada, para ponerse bajo el mando de Jesús Rabí (27 de febrero).
    En Occidente, se reunieron en las cercanías del poblado matancero de Ibarra un pequeño grupo que incluía a Juan Gualberto Gómez y a Antonio López Coloma. Iba a encabezar este alzamiento el general Julio Sanguily, cuya actitud controvertida hoy levanta muchas suspicacias entre los historiadores e incluso algunos lo tildan de traidor a la Patria. Inexplicablemente, este alto oficial mambí se dejó detener en La Habana por las autoridades españolas en la mañana del día 24.
   Entretanto, sin práctico ni jefe militar, los patriotas de Ibarra resultaron una fácil presa para las tropas españolas. Muchos de ellos cayeron prisioneros. López Coloma fue fusilado por los colonialistas.
    Corrieron igual suerte al de Ibarra los levantamientos de Jagüey Grande y Aguada de Pasajeros. Acogidos al indulto ofrecido por el Gobierno español, la mayor parte de sus complotados marcharon al extranjero, pero después, por distintas vías, retornaron a la manigua para incorporarse al Ejercito Libertador.
     Según varias fuentes, unas 35 localidades de distintas partes del país se levantaron en armas contra el colonialismo español aquel 24 de febrero. Solo en la región oriental, sobre todo en su parte sur, pudieron consolidarse los focos guerrilleros.
Por qué Baire
    Acerca de por qué Baire comenzó a ser considerada centro principal del levantamiento, cuando en realidad no lo fue, existen distintas teorías.
    En primer lugar, la propaganda mediática del colonialismo español sobredimensionó el alzamiento en esa localidad para atribuirle falsamente un carácter autonomista, con el avieso propósito de confundir a los cubanos. El historiador guantanamero Regino Boti aventuró, en cambio, una interesante hipótesis:
   “Contribuye en ello la seducción fonética de la frase: El grito de Baire. Puesto que parece que se trata solo de ponerle nombre a la Revolución, fuera el que fuese, más que para rendir pleitesía a la verdad, para recreo de nuestros oídos somnolientos (…) Las otras expresiones —grito de Ibarra, Guantánamo o Manzanillo—, serán ciertamente menos gratos sonidos aunque encierren mayor consistencia histórica”.
   En diversos congresos nacionales de Historia, celebrados a lo largo del siglo XX en Cuba, Emilio Roig de Leuchsenring combatió la errónea tendencia de centrar en Baire el inicio de la Guerra del 95.
   Otros dos insignes especialistas, Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo, también combatieron esa simplificación histórica, lo que les atrajo la animadversión de ciertas mentes estrechas, aquejadas de un regionalismo absurdo, que no han vacilado en apelar a párrafos apócrifos como el que se halla en el Archivo Nacional (José Martí. Fondo Donativo. Caja 632, número 50) y que el Centro de Estudios Martianos no incluye en las Obras Completas del Apóstol por existir grandes dudas sobre su autenticidad.
    Algunos de los grandes historiadores cubanos, como Regino Boti, Sergio Aguirre y Jorge Ibarra Cuesta han propuesto denominar como Grito de Oriente a los hechos que iniciaron la Guerra del 95.
    Otra destacada historiadora, Hortensia Pichardo, profundizaría en el concepto:
“Hacer del heroico Baire el centro aislado o principal del levantamiento, sería desconocer que el 24 de febrero de 1895, como resultado de una sabia orientación táctica de Martí, lo que tuvo lugar fue —aunque no en la escala prevista y necesitada del proyecto martiano—, un levantamiento simultáneo con el cual el Delegado del Partido Revolucionario Cubano aspiraba a que la llama bélica prendiera en toda la Isla, para permitir que la Guerra Necesaria tuviera —como él solía decir—, la brevedad y la eficacia del rayo”.