LUIS SÁNCHEZ DEL TORO
El fusilamiento de los ocho estudiantes de
Medicina, ocurrió el 27 de
noviembre de 1871, fecha en que fueron injustamente fusilados ocho
inocentes estudiantes del primer curso de Medicina
y que se recuerda cada año como una triste efeméride.
Al efecto se
han considerado en primera instancia el clima que imperaba entonces en la Ciudad de La Habana, además de quién había sido
Gonzalo Castañón y cuál
era la calidad moral y humana de quienes tomaron su nombre como pretexto para
convertirse en los principales responsables de este horrendo homicidio
colectivo.
Era la tarde
del viernes 24 de noviembre y los alumnos del primer curso
de Medicina esperaban en el Anfiteatro Anatómico la llegada de su profesor,
doctor Pablo Valencia y García, quien a las 3:00 p.m. debía impartir una clase
de Anatomía. El anfiteatro estaba ubicado en lo que hoy es la calle San Lázaro entre Aramburu y Hospital, muy próximo al cementerio de Espada que en aquella época
no se había aún clausurado.
Al enterarse
los estudiantes de que demoraría la llegada del profesor, por un examen que tenía
en el edificio de la Universidad, situado entonces en la calle O'Reilly
esquina a San Ignacio, se dispusieron varios a asistir a
las prácticas de disección que explicaba el doctor Domingo Fernández Cubas.
Algunos entraron en el cementerio y recorrieron sus patios, pues la entrada no
estaba prohibida para nadie.
Otros, al
salir del anfiteatro, vieron el vehículo donde habían conducido cadáveres
destinados a la sala de disección, montaron en él y pasearon por la plaza que
se encontraba delante del cementerio.
Los nombres de estos últimos eran Anacleto Bermúdez, Ángel Laborde, José de
Marcos y Juan Pascual Rodríguez. Por otra parte, un joven estudiante de 16 años
llamado Alonso Álvarez de la Campa, tomó una flor que estaba delante de las
oficinas del cementerio.
El vigilante
del cementerio nombrado Vicente Cobas, mortificado porque aquel grupo de
jóvenes “había descompuesto sus siembras”, hizo una falsa delación al
gobernador político Dionisio López Roberts, el cual dijo que los estudiantes
habían rayado el cristal que cubría el nicho donde reposaban los restos de
Gonzalo Castañón.
Esa
declaración de Cobas, cuyas funestas y terribles consecuencias ni él mismo
previó, fue motivo para que el gobernador fraguara con increíble prontitud un
plan para elevar su “prestigio” ante sus superiores.
Encarcelamiento de los estudiantes
El
gobernador político Dionisio López Roberts, tras visitar el cementerio, trató
de apresar primero a todos los estudiantes de segundo año de Medicina
asistentes a la clase del profesor Juan Manuel Sánchez Bustamante y García del
Barrio quien, con el respaldo y protección enérgica a sus discípulos, impidió
la consecución de tan cruel propósito.
Sin
embargo, el panorama fue completamente distinto con los alumnos de primer año del
profesor Pablo Valencia, quien asumió una actitud muy cobarde ante tal
situación al permitir el encarcelamiento de 45 de sus 46 alumnos de Anatomía
Descriptiva, se condujeron a la cárcel, a la que entraron a las 8:00 p.m. del
sábado 25 de noviembre.
Al día
siguiente, bajo las órdenes del Segundo Cabo, General Crespo, por encontrarse
ausente el Conde de Valmaseda, los estudiantes fueron
procesados en juicio sumarísimo.
Desde la
medianoche del día 26 hasta bien entrada la mañana del 27 demoró la decisión
del rigor de la sentencia y del número de prisioneros que se someterían a ella.
El fallo de este juicio no fue aceptado por los voluntarios españoles
amotinados frente al edificio de la cárcel donde se celebrara el juicio.
Los
estudiantes fueron procesados seguidamente una segunda vez, donde se determinó
que, tanto el estudiante que había arrancado la flor y los 4 que habían jugado
con el vehículo se debían condenar a la pena máxima y otros 3 escogidos al azar
para llevar a cabo el escarmiento.
El consejo
de guerra firmó la sentencia a la 1:00 p.m. y, leído el fallo a los ocho
estudiantes que debían morir, entraron en la capilla poco antes de las 4:00
p.m. Después de permanecer allí por espacio de media hora, se les condujo con
las manos esposadas y un crucifijo entre ellas hasta la explanada de la Punta,
donde se llevaría a cabo la ejecución.
Frente a los
paños de pared formados por las ventanas del edificio usado como depósito del
cuerpo de ingenieros, se colocaron de 2 en 2, de espaldas y de rodillas a los
infelices inocentes, fusilados a las 4:20 por el piquete de fusilamiento al
mando del capitán de voluntarios Ramón López de Ayala.
Momentos
antes, en la capilla, habían dejado sus últimos mensajes, tanto a familiares
como a amigos. Fueron notas breves, con detalles aparentemente de poca
importancia, ante lo que ya era la muerte inminente, pero no por ello menos
desgarradores.
Eladio
solicitaba a Cerra que, como prueba de amistad, conservara un pañuelo en
posesión de Domínguez y que diera a éste el que le acompañaba.
Anacleto
pedía que padres y hermanos se consolaran pronto y entregaran a Lola su sortija
y leontina para que siempre se acordara de él.
Alonso reiteraba
a los suyos un querer entrañable y la fe de ver a los padres en la gloria.
Pascual
decía a Tula nunca haber creído verse en un caso así, porque había sido hombre
de orden.
Ángel, en el
adiós definitivo, afirmaba: muero inocente, me he confesado.
Los cadáveres
fueron trasladados a un lugar extramuros de lo que actualmente es el Cementerio de Colón y conocido con el nombre de
San Antonio Chiquito, acompañados por una compañía de voluntarios. No se
permitía a los familiares el reclamo de sus muertos para darles sepultura.
En el sitio
fueron arrojados los cuerpos sin vida en una fosa de 2 metros de largo por 1 ½
metros de ancho y 2 ½ de profundidad. Para proporcionarles un mejor acomodo en
el fondo, se dispuso colocar 4 en un sentido y los otros 4 en sentido opuesto.
Las partidas de defunción no se registraron en ninguna
iglesia parroquial. No fue sino después de 2 meses y medio que se asentaron sus
partidas de enterramiento en los libros del cementerio.
Esto permite
comprender hasta qué punto de humillación quiso llevarse todo lo concerniente a
la ejecución de los ocho estudiantes del primer año de Medicina. De sus
restantes compañeros de curso, 11 fueron condenados a 6 años de prisión, 20 a 4
años y 4 a 6 meses de reclusión, con independencia de que los bienes de todos
quedaron sujetos a las responsabilidades civiles determinadas por las leyes.
La tragedia,
que concluyó el 27 de noviembre, se ha expuesto generalmente como hecho
aislado, limitada a una inocente travesura estudiantil bárbaramente castigada
por el régimen colonial, sin relación alguna con la lucha que libraban los
cubanos por su independencia.
Este oscuro
hecho fue un escarmiento ejemplar que quiso dar España
ante el desarrollo insurreccional para desatar el terror y demostrar así la
medida de los extremos a que podía llegar un sistema agonizante. Tanto el
abominable crimen, como el inconcebible proceso judicial que lo precedió,
contribuyeron a fortalecer el sentimiento independentista de los cubanos.
La fecha de noviembre
27 se celebra en Cuba
como día de Duelo Nacional.
En memoria a los jóvenes fusilados injustamente, se
encuentra este Monumento a los ocho estudiantes de
Medicina, a la salida del Túnel, a la izquierda del Malecón
habanero.
Datos de los Estudiantes
Alonso Álvarez de la Campa y Gamba (edad 16)
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Nacido: 24 de junio
1855
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Bautizado
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Fecha: 25 de
agosto 1855
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Lugar: Parroquia de Nuestra Señora de Monserrate, La
Habana
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Libro: Bautismo de Blancos, Libro 5, Folio 59, No.
241
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Por: Pbtro. Francisco de Paula Gispert
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Anacleto Bermúdez y González de
Piñera (edad 20)
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Nacido: 7 de junio
1851
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Bautizado
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Fecha: 23 de julio
1851
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Lugar: Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, La
Habana
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Libro: Bautismo de Españoles, Libro 31, Folio 505,
No. 1009
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José de Marcos y Medina (edad 20)
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Nacido: 7 de marzo
1851
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Bautizado
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Fecha: 16 de abril
1851
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Lugar: Parroquia de Nuestra Señora de Monserrate, La
Habana
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Libro: Bautismo de Blancos, Libro 3, Folio 64, No.
211
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Ángel Laborde y Perera (edad 17)
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Nacido: 5 de
diciembre 1853, Barrio del Cerro, La Habana
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Bautizado
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Fecha: 22 de
diciembre 1853
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Lugar: Parroquia El Salvador del Mundo, Cerro, La
Habana
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Juan Pascual Rodríguez y Pérez (edad 21)
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Nacido: 24 de junio
1850
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Bautizado
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Fecha: 5 de agosto
1850
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Lugar: Parroquia del Espíritu Santo, La Habana
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Libro: Bautismo de Españoles, Libro 40, Folio 25v,
No. 54
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|
por: Don Antonio Abad Facenda
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Carlos Augusto de la Torre y
Madrigal (edad 20)
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Nacido: 29 de julio
1851,
en Puerto Príncipe
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Bautizado
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Fecha: 16 de
octubre 1851
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Lugar: Catedral de Camagüey,
Puerto Príncipe
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Libro: Bautismo de Españoles
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Eladio González y Toledo (edad 20)
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Nacido: 29 de
octubre 1851,
en Quivicán,
Habana
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Bautizado
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Fecha: 27 de
noviembre 1851
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Lugar: Parroquia de San Pedro Apóstol, Quivicán, Habana
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Libro: Bautismo de Blancos
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Carlos Verdugo y Martínez (edad 17)
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Nacido: 15 de enero
1854
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Bautizado
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Fecha: 18 de marzo
1854
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Lugar: Catedral de San Carlos de Matanzas, provincia
de Matanzas
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Libro: Bautismo de Blancos, Libro 27, Folio 84, No.
320
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|
por: Pbtro. D. Francisco Caleat
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Situación de España
La situación
para el régimen colonial español era crítica en el año 1871. En aquel momento la
administración estaba saturada de funcionarios que, como el gobernador político
Dionisio López Roberts, acechaban la ocasión para amasar fortunas por
delaciones, indultos y pago de rescates, que constituían crímenes imperdonables
contra la corona.
A pesar de la
ofensiva militar española contra las fuerzas mambisas, la Revolución avanzaba y
ello fue uno de los motivos de la opresión indiscriminada sobre la población civil.
Los mambises estaban dando al mundo civilizado un ejemplo de revolución
unificada y organizada, ya con una constitución y un gobierno establecidos.
El Ejército
Libertador asestaba golpes contundentes a las tropas del ejército español. En
esos momentos las fuerzas mambisas vivían una etapa de recuperación en el orden
militar; Máximo Gómez había obtenido grandes éxitos al
invadir Guantánamo y Antonio Maceo,
quien también diera una dura pelea en aquel territorio, fue ascendido a
coronel, situación que dio al traste con los esfuerzos de Martínez Campos.
En Camagüey,
el mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, tras
reorganizar su tropa, había protagonizado el 8 de octubre
el rescate de Sanguily, una asombrosa proeza que dejó perplejos a los españoles
y llenó de admiración a los revolucionarios y simpatizantes, con una muestra de
valentía y capacidad combativa que también recuperaban Calixto
García y los suyos. Esta situación favorable a la causa
independentista exacerbaba la ira colonialista. Ante la imposibilidad de
asestar un golpe definitivo a los mambises, desató su furor en mujeres y niños.
El cuerpo de
voluntarios protagonizó la violencia contrarrevolucionaria en las zonas
urbanas, donde sembraron el terror. Su condición de dueños casi absolutos de
las ciudades, se demostraba en su impunidad en acontecimientos como fue el
fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina el 27 de noviembre de 1871,
expresión de máxima y feroz represalia que la metrópoli desataba contra los
independentistas cubanos, con los voluntarios de La Habana como principales
promotores y con la complicidad de las más altas autoridades colonialistas.