*Una
de las áreas notables de nuestra urbe caribeña, donde el negro esclavo africano
y sus descendientes hicieron síntesis de sus ritmos y de sus cantos
Joel Mourlot Mercaderes*
A decir verdad, es un lugar al que no hay
que precisarle apellido...ni "de Santo Tomás", ni "de
Crombet", ni "de los Mártires". Basta que a cualquier
santiaguero –donde quiere que se encuentre- le digan: " La Placita ",
y en su mente evocará ese pedacito de la ciudad de gran tradición cultural y
épica, posiblemente, también, la que más colme de recuerdos a quienes
acostumbraban a solazarse allí.
Nacida –y "crecida"- al amparo de
la iglesita de Santo Tomás, sobre una superficie de 2 500 a 3 000 metros
cuadrados , cual especie tarima, en la cúpula de una leve colina, que cubre el
desnivel que va de la calle de San Fermín (hoy Desiderio Fajardo), segmento
oeste del parque; a la de Santo Tomás (ahora Félix Pena), que es el límite
oriental del espacio, cuyo borde meridional es la calle de Trinidad (actual
Rafael Portuondo Tamayo), en tanto que la septentrional es una vía de de poco
más de 60 m de largo, que va desde occidente a oriente, a lo largo del costado
visible de la iglesia.
Pero La
Placita no es solo un parque –de los muchos que tiene la ciudad de Santiago de
Cuba-; es un ámbito mucho mayor: es un conjunto de edificaciones significativas
que la rodean; entre otras:
-La actual y ya centenaria logia masónica
Oriente, en la esquina de San Fermín y Trinidad, que ocupa la casona de lo que
fuera sede del famoso Casino Popular, sociedad de recreo (y superación) de
pardos y morenos, que quedó como entidad solo de los negros, cuando, en 1879,
el general Camilo Polavieja, jefe de la Comandancia del Departamento Oriental
de Cuba, logró escindir a ambos, conforme a sus torcidos fines políticos.
-La edificación de la otra esquina, la de
Trinidad y Santo Tomás; bello exponente de la arquitectura colonial del siglo
XVIII, cuyo costado derecho da uno de los límites visuales a la plaza.
-Las edificaciones contiguas que, por la
parte de la calle de Santo Tomás, hoy ocupan la secundaria básica... [y que
ayer fuera la célebre escuela pública en la que desplegó su magisterio la muy
afamada maestra Caridad Lacoste Chaillón (1874-1923)]; el teatro Martí, del
doctor Ángel Clarens (otrora Variedades), reformado escenario por el que
pasaron formidables compañías y solistas, foráneos y del patio, en gran gama de
manifestaciones culturales) y la unidad gastronómica que llega al borde,
afamada farmacia que fue de Tomás Padró, padre del homónimo general mambí,
punto de conspiración frecuentado por José Maceo Grajales, en los preparativos
de la Guerra Chiquita (1879-1880)
-Y, por supuesto, el templo católico del
cual hemos hablado, que da cierre al ámbito por el norte.
La
Placita es, asimismo, el sitio histórico donde varias generaciones jóvenes –incluso, de menos
jóvenes- se han dado cita, no solo para el flirteo o a las más serias
esperanzas amorosas; no solo para las tertulias, fecundas o bizantinas; o los
entretenimientos propios de cada grupo etario, sino, además, para conspirar por
la abolición de la esclavitud, por la independencia patria y por la libertad.
En sus bancos, están los hálitos de de
Pedro Domínguez, Lucas Mesa –por solo mencionar a los dos más ilustres, entre
muchos negros y mulatos más-, ejemplos de luchadores por la reivindicación de
su raza y por los ideales políticos de Cuba; de Francisco Pérez Garoz, los
Leyte Vidal, Lacret Morlot, los Sanchez Hechavarría, Vicente Pujals y hermanos;
Bernardo Camacho y decenas de patriotas santiagueros más, que se lanzaron a la
manigua en las tres guerras separatistas contra el yugo colonial español
(1868-1878, 1879-1880 y 1895-1898), y que conspiraron por las causas más
sublimes antes, durante y después de esas conflagraciones revolucionarias.
Se halla, igualmente, el espíritu de los
González Rubiera, de los Giraudy, de la joven América Lavadí y los tantos y
tantos que se enfrentaron a la tiranía del general Gerardo Machado Morales; el
de quienes alimentaron el espíritu democrático y de justicia social en los años
posteriores, y el de los formidables luchadores contra la tiranía del general
Fulgencio Batista y Zaldívar, que simbolizaron en la zona los hermanos País
García, encabezados por Frank; Pepito Tey, Tony Alomá, entre decenas y decenas
más –imposible de mencionar en espacio como este-; todos los cuales han dado
más de 150 años de gloria a este atractivo parquecito de la ciudad.
La Placita es, incluso, más: una de las
áreas notables de nuestra urbe caribeña, donde el negro esclavo africano y sus
descendientes hicieron síntesis de sus ritmos y de sus cantos con modalidades
europeas (francesas y españolas, especialmente), aportando variantes musicales
y danzarias a la vida cotidiana de Santiago de Cuba, y de la que nacería y se
desarrollaría, con el tiempo, el más grande blasón cultural de esta barriada:
la comparsa La Placita ,
sempiterna ganadora del primer premio en décadas de ediciones del carnaval
santiaguero; otro relevante orgullo de los residentes de este notabilísimo
barrio de mi ciudad...
*Periodista, investigador e
historiador santiaguero