miércoles, 25 de enero de 2012

Juicio crítico a 100 años de la masacre de 1912 (I)



Radicales y moderados en el
Movimiento negro en Santiago de Cuba
Joel Moulot Mercaderes *
El 14 de diciembre de 1799, una Real Cédula dio a centenares de negros de la villa de El Cobre, no sólo la ratificación de su condición de hombres libres y de la posesión de las tierras que usufructuaban de antaño, sino que, además, les dio “la noble y generosa clase de Españoles”; más aún: allanó el camino para el acuerdo de la Diputación Provincial de establecer en dicho poblado –al amparo constitucional -y “para su mejor gobierno interior”- un ayuntamiento, “compuesto de alcaldes, Regidores y Síndicos […]”.
Fue un acto verdaderamente reparador, fruto, en parte, de la justicia metropolitana española, pero, sobre todo, de más de 120 años de lucha de aquellos negros –con laureles y reveses-, a partir de 1677, en que se sublevaron por primera vez, a fin de oponerse al desalojo y al sometimiento esclavista.
No veo otro momento igual. Aquel acontecimiento significó, de facto, tres cosas muy importantes para aquellos hombres de tez oscura: una, el reconocimiento –después escamoteado y olvidado- de su calidad de seres humanos, iguales en teoría –en tanto que “españoles reconocidos”-, a los demás habitantes libres; dos, la elevación en la autoestima del llamado hombre de color, al menos en ese territorio, y, también, muy especialmente, la validación de la lucha radical, para enfrentar la esclavitud y obtener los derechos básicos.
Verdad es que, hasta muchas décadas después, no hubo conquistas tan espectaculares para los negros de la jurisdicción santiaguera; mas, a partir de aquel entonces, fueron más frecuentes que antes las “escapadas hacia la libertad” (cimarronaje); los actos de asaltos a propiedades rústicas, en busca de recursos, y de defensa armada de los palenques frente a rancheadores y comisionados.
Por otra parte, la revolución industrial, más la lucha contra la trata de esclavos y la esclavitud misma, fueron dando nueva dimensión al problema negro y, condicionando una nueva estrategia para la lucha de los hombres de color, tanto esclavos como libres.
El bando del abolicionismo, igual se fue ampliando, cada vez más, con numerosos y notables hacendados y profesionales, otrora esclavistas -y/o defensores de ese infame modo de explotación humana-, haciendo que abolición e independencia fuesen, cada vez más, causas comunes, en las cuales tuvieron que comulgar tanto blancos como negros libres y esclavos.
De modo que el movimiento reivindicador negro –muy tempranamente en la jurisdicción santiaguera- encontró en la revolución separatista el cauce natural por el que debía fluir la lucha por su libertad y por sus derechos naturales, sociales y políticos.
No es casual, por tanto, ver en Santiago de Cuba a varios negros –encabezados por Petrona Sánchez- integrados, en 1848, al grupo conspirativo del licenciado neogranadino Juan Eulalio Godoy; o a Quintín Banderas, “y otros de su clase”, en los complots de 1849 a 1851, liderados por los Valiente, Cisneros Correa y Duany Repilado.
Que no es casual, lo demuestran, también, las dos grandes conspiraciones negras –con presencia blanca demostrada- de 1864, en El Cobre, y de junio de 1867, en ese partido, Palma Soriano y la ciudad de Santiago de Cuba, cuyas cabezas visibles fueron Carlos Rengifo, Fernando Guillet y Miguel Betancourt, la cual concluyó con el apresamiento de más de 300 integrantes, sublevados luego en la cárcel santiaguera, el 9 de octubre de 1867,  y cuyo epílogo fue la fuga de algunos de ellos, su asesinato, más tarde –¡vaya ironía!-, por varios esclavos de las haciendas donde se escondieron; y un juicio sumarísimo, en el que un consejo militar condenó a fusilamiento y a mayores penas de prisión a otros participantes del motín.
Se entiende, entonces, por qué la revolución del 68 contó desde sus preparativos y liminares de la guerra con la presencia numerosa de los hombres de color, libres y esclavos, quienes vieron en la contienda la oportunidad ideal de alcanzar libertad y derechos, y se dieron con mucha vehemencia a conquistarlos.
No resulta ocioso reconsiderar la trascendencia de aquel cataclismo bélico para el hombre negro, y especialmente –permítaseme significarlo- para los negros del territorio santiaguero.
Digamos, en primer lugar: la esclavitud, desacreditada en su criminal, abyecta y ridícula justificación, e inservible, por su ineficiencia económica; sostenida sólo por los exponentes más logreros y retrógrados de la sociedad, y que ya venía extinguiéndose lenta pero progresivamente -por caritativas manumisiones graciosas de algunos amos, o compradas por los propios esclavos-, sufrió un mortal resquebrajamiento con la libertad masiva, unas otorgadas por propietarios revolucionarios, antes y después del gesto de Céspedes en La Demajagua, y más numerosas aún, cuando hubo que reconocer libres a los esclavos mambises, al término de la campaña.
En segundo lugar, el hombre de color conquistó un reconocimiento extraordinario, al amparo de haber concluido la contienda asumiendo el mayor número de la plantilla del Ejército Libertador, así como de buena parte de su jefatura subalterna y oficialidad, y  aun de la cúpula combatiente, con gran protagonismo en tan longa y cruenta guerra, durante la cual mostró gran talento, afanes de superación cultural, civilidad moderna y justa, nivel de convivencia armónica con otros grupos raciales, especialmente con los blancos, y gran amor a Cuba.
Los momentos más altos de tal distinción –podría decirse- fueron el juicio de enaltecimiento que hizo de Antonio Maceo el mismísimo general en jefe español Arsenio Martínez Campos, y más aún su entrevista con los dos más altos jefes pardos de la Revolución: Manuel Titá Calvar Oduardo y el propio Antonio Maceo Grajales, el 15 de marzo de 1878, en los Mangos de Baraguá.
Por supuesto, estos hechos multiplicaron la autovaloración de la mayor parte de la “clase de color” a una altura casi sideral.
Pero tamaño reconocimiento en incrementada autovaloración del negro, trajeron aparejados, también, un redivivo racismo visceral y prevenciones viejas y nuevas por parte de muchos blancos –presos de falsos y deletéreos preceptos sobre el negro-, incluidos no pocos miembros distinguidos del independentismo.
DOS LÍNEAS DE LOS REINVINDICADORES NEGROS EN SANTIAGO
No me atrevería a decir que no lo hubo antes, ni que sólo se dio en esta zona del país; pero se puede ver claramente que, a partir de todas esas consecuencias positivas que trajo la Guerra Grande para el hombre negro, en Santiago de Cuba –mayor exponente de los grandes protagonistas mambises de esa raza, y donde la instrucción primaria pública del negro, al menos, fue notable, desde 1839, por obra del más grande héroe civil de la ciudad, de todos los tiempos, Juan Bautista Sagarra-, cobraron fuerza inusitada los prejuicios, el odio y, con renovada vigencia, las tesis racistas contra el hombre de color; todo manipulado por las autoridades españolas del Departamento Oriental; pero en los que coincidieron muchos blancos separatistas; digamos: “el negro como ser inferior al blanco”, “creado por Dios para servir al blanco”, “su naturaleza proclive”, “sus afanes para cobrar revancha contra los blancos”, “hacer una Cuba africana” y otros absurdos, muy digeribles en aquel ambiente.
No bastaba con dividir a blancos y negros; el funesto general Camilo Polavieja, desde los recovecos de su alma torcida y temerosa, promovió, asimismo, la de los pardos y morenos. Así, en enero de 1879, promovió la disolución del Casino Popular de Santiago de Cuba, en el que se recreaban, superaban, compartían ideas y razonaban, negros y mulatos, bajo el liderazgo de Néstor Rengifo, Pedro Antonio Domínguez, José Teodoro Prior, José Agustín Lafourié, Rebollar, Emiliano Lino Gómez, Francisco Audivert Pérez y Lucas Mesa, de lo más culto y esclarecido, entre la “clase de color”, en la sociedad civil de Santiago de Cuba. Disolverlo, en fin, para dividirlo en una sociedad de pardos, y otra para morenos.
No resultó sencillo, pues hubo fuertes discusiones, especialmente entre Lafourié, que apoyó la separación, y Mesa, que la fustigó e intentó demostrar su inconveniencia. Pero, a la larga, tampoco fue tan complicado lograrlo…
Fue el malvado genio de Polavieja, además, el que orquestó esa “propaganda atrabiliaria” –como la calificó Maceo, a la sazón-, que propagó la falacia acerca de que los hombres de color –bajo la conducción de los Maceo, Guillermón, José Medina Prudente, Pepillo Pereira, Lacret, Quintín, Garzón y otros- preparaban una guerra de razas, para practicar horrenda venganza en contra de los blancos, y que procuraban instaurar una república negra, para unirla a Haití, en una supuesta confederación.
Fue ese general carnicero quien cribó la revolución del 79 de los jefes blancos, para, justamente, hacerla aparecer como obra de los negros; quien llevó a cabo una horrenda represión contra civiles en los campos orientales, quien –de acuerdo con el capitán general- traicionó las capitulaciones establecidas con Guillermo Moncada y José Maceo, se burló de los cónsules garantes (de Estados Unidos, Francia e Inglaterra), apresó a cientos de mambises en alta mar, y los mandó sometidos a prisiones españolas en la costa norte africana y del Mediterráneo. Fue él mismo quien asesinó a decenas de negros y mulatos y deportó a más de 300 hombres de ellos –sin vínculos evidentes con la Guerra Chiquita- hacia Fernando Poo y las prisiones del norte de África, y quien, con experticia cirujana, seleccionó a sus principales adalides para asesinarlos (Rengifo y Rebollar, entre otros) y para deportarlos, como lo hizo con Prior, Domínguez y Mesa. Estos dos últimos, los únicos hombres de color miembros de la Junta Directiva del Partido Liberal de Santiago de Cuba, en 1878, y fallecidos ambos, precisamente, en 1881, en Ceuta, durante la deportación.
Lo peor de todo es que, persuadidos –o confundidos- por aquella propaganda infame…no se alzó en la jurisdicción ninguna voz señalada de rechazo a tanta sevicia.
Parece acertado afirmar que la generalidad de los pardos y morenos santiagueros se percataron, desde aquel entonces, de que la batalla por la plena libertad y el goce de todos los derechos del hombre negro, iba mucho más allá de la lucha por la independencia del país; esto es: también contra el racismo y la discriminación racial.
Imbuidos por la razón que les asistía, por la cuota de sacrificio aportado a la causa patriótica común (más después de la Guerra del 95) y por contar con la pertenencia -o simpatía- de los principales líderes del separatismo y de la futura república, y de gran número de jefes y oficiales negros en el Ejército Libertador-, tenían la absoluta convicción de que merecían esa libertad y todos esos derechos, y si se les privaba de ellos, los reclamarían –y aun los conquistarían- por la fuerza.
Exiguo fue, sin embargo, el número de quienes se dieron cuenta de que, en el entramado de la sociedad cubana, el enfrentamiento racial -aunque le asistiese toda la razón a una de las partes- iba a ser el peor de los males para la nación, para la república que se iba a instaurar, y para sus habitantes todos; que los blancos no debían intentar someter al negro, ni podían eliminarlo de la faz del país; y que ni los negros más locos o aviesos podían siquiera pensar en una Cuba negra, o donde tuviera preponderancia el negro, y que, incluso, la “clase de color” –lo mismo por carencia de recursos que de preparación, así como por otras circunstancias nada despreciables- no estaba en condiciones de forzar a la clase dirigente del futuro país a otorgar y garantizar el ejercicio de todos los derechos del negro.
Mínimo, pues, el número que pudo prever que la verdadera batalla de la raza, no era ya sólo la independencia y el rechazo al racismo y la discriminación racial, sino que, igual habría que librarla dentro de la propia clase de color: con la elevación del hombre negro, por medio, principalmente, de su propia y múltiple superación, ganándole al racismo espacio tras espacio, en la sociedad cubana.
Así pues, el movimiento reivindicador del negro se vio en el territorio santiaguero –en otros sitios, también, por supuesto- abocado ante dos tendencias, dos corrientes: la radical y la moderada.
Un factor que favoreció para algunos la prelación por la corriente más tajante, fue el fin de la Guerra de 1895-1898, en cuya epopeya –conjuntamente con muchos héroes blancos- llegaron al pináculo de la gloria muchos representantes de la raza negra, mártires y sobrevivientes; tales como: los hermanos Antonio y José Maceo Grajales, Guillermón Moncada Veranes, Jesús Sablón (Rabí) Moreno los hermanos Agustín, Juan Pablo y José Candelario Cebreco Sánchez, Pedro Díaz Molina, José Francisco Lacret Mourlot, Quintín Banderas Betancourt, Vidal y Juan Eligio Ducasse Revé, Florencio Salcedo, José González Planas, Alfonso Goulet, Luis Bonne, Prudencia Martínez Hechavarría, Victoriano Garzón, Manuel La’O Jay, Pedro Ivonet Dofourt, José Francisco Camacho Viera, Guillermo Pérez, Valeriano Hierrezuelo, Alfredo Despaigne, José Dolores Asanza Millares, Ramón Risco Cisneros, Evaristo Lugo, Lorenzo González, Juan de León Serrano, Félix Ruenes y tantos otros, generales y coroneles que harían una lista casi interminable.
Esa gran ofrenda patriótica reforzó su creencia de que Cuba libre, soberana, republicana y democrática haría justicia a la raza negra, favoreciéndola con el ejercicio de todos sus derechos.
No fue así: se alcanzaron unos; muchos otros, no; algunos negros llegaron más alto y más lejos; otros quedaron en el subsuelo y hasta retrocedieron; como fueron los casos de centenares de mambises –“de color”, en su inmensa mayoría-, que beneficiados en 1878-79, cuando la “mensura que hizo Guillermón”, y por otras entregas-, con el usufructo de algunas parcelas, padecieron desalojos y retaliaciones de geófagos y del gobierno.
Los ejemplos son numerosos: decenas de vecinos del El Dorado, Palma Soriano (1903); de la familia del capitán y mártir invasor Anselmo Cáyamo, a la entrada de El Cobre; de los vecinos de San Leandro, que sufrieron las usurpaciones del integrista Cástulo Ferrer, entre 1878 y 1895, y de los Almeida, en los liminares de la república;  los 200 veteranos mambises del propio El Dorado, Santa Bárbara y Monte Dos Leguas, liderados por el coronel Nicolás Lugo, que tuvieron que enfrentar los intentos de desalojo, en 1911, como lo estaban haciendo otras decenas de veteranos libertadores de Songo y de La Maya; por sólo señalar esos casos concretos.
Así pues, persuadida por varias razones, refugiada en la épica del rol de los negros durante las tres guerras separatistas y de los merecimientos consecuentes, sobreestimando en mucho su propia fuerza, e inspirada, a no dudar, por el “Movimiento Niágara” de los negros norteamericanos (inicios y estructuración 1905-1908), que postulaba y promovía un activismo que validaba hasta la violencia en el reclamo de los derechos; por todo eso y más, una gran masa de los reivindicadores negros en Santiago de Cuba, optaron por la línea radical en los reclamos y/o conquista de derechos, ante los grandes abusos y abrumadores olvidos a inicios de la república.
          *Periodista e Investigadfor de Historia

martes, 17 de enero de 2012

LA PRIMERA VICTORIA


EL COMBATE DE LA PLATA. LA PRIMERA VICTORIA
Luis Sánchez del Toro
Hoy es 17 de enero, fecha en que se conmemora el 55 aniversario del combate del Cuartel de La Plata. Una victoria del naciente Ejército Rebelde, dirigido por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, que demostró al Mundo que los hombres que habían desembarcados 46 días atrás (el 2 de diciembre de 1956) a bordo del yate Granma, estaban dispuestos a luchar por la definitiva liberación de Cuba. Esta fue la primera victoria militar del Ejército Rebelde.
El cuartel de La Plata, perteneciente al ejército del tirano Fulgencio Batista. Con dos ráfagas de ametralladora disparadas por Fidel, a las dos y 40 de la madrugada del 17 de enero de 1957 comienza el combate de La Plata, el primero victorioso del Ejército Rebelde. El núcleo guerrillero de apenas 20 hombres pobremente armados daba así fe de su existencia y disposición combativa, y pronto comenzaría a engrosar sus filas con el ingreso de campesinos y de combatientes provenientes de las ciudades.
Ubicado en La Plata, zona del actual Municipio de Guamá, en la oriental provincia de Santiago de Cuba entre La Magdalena y Palma Mocha en un pequeño valle en el que desembocaba el río del mismo nombre. En aquel momento había un caserío donde habitaban campesinos y el mayoral de la finca La Plata.
Antecedentes
Luego del revés sufrido en Alegría de Pío, tras el desembarco del yate Granma, el 2 de diciembre de 1956, parte de los 82 navegantes fueron capturados o muertos, pero otros, con ayuda de campesinos se agruparon y expresaron su fe ilimitada en la vía escogida para la victoria final y cumplieron el compromiso de continuar la guerra en lo más intrincado de la Sierra Maestra.
El plan de ataque
El 14 de enero de 1957, las tropas rebeldes acamparon en las cercanías de la desembocadura del río La Plata, con el plan de atacar el puesto militar de ese lugar, donde custodiaban la costa sureña cinco soldados batistianos e igual cifra de marineros, al mando de un sargento de la Marina de Guerra.
La tropa dirigida por Fidel Castro la integraban 29 guerrilleros, 18 de ellos expedicionarios del Granma, 8 eran campesinos sumados oficialmente a la guerrilla, entre los que se encontraban Guillermo García y Crescencio Pérez, y 3 eran jóvenes enviados por Celia Sánchez que dirigía el Movimiento 26 de Julio en Manzanillo.
De estos 29 hombres, 22 participaron directamente en el combate, 3 de ellos no participaron en el ataque al cuartel: Faustino Pérez había bajado al llano a cumplir las misiones encomendadas, Ramiro Valdés tenía lesionada una rodilla y Carlos Bermúdez se encontraba muy debilitado físicamente.
Para la toma del apostadero (una casa de madera y techo de zinc), disponían de 24 armas: nueve fusiles con miras telescópicas, cinco semiautomáticos, cuatro de cerrojo, dos ametralladoras Thompson, dos pistolas ametralladoras, una escopeta calibre 16 y un revólver.
La llegada de la lancha que traía insumos y el relevo del cuartel confundieron a los rebeldes, y pospusieron la acción. Entonces Fidel dispuso un plan de vigilancia y exploración para asegurar el triunfo, convencido de que una derrota significaría perder el escaso armamento y quedar indefensos.
Para el ataque al cuartel, Fidel dividió el grupo guerrillero en 4 escuadras:
Primera Escuadra: Dirigida por Julito Díaz y sus hombres, Camilo Cienfuegos, Benítez y Calixto Morales, que cercarían la casa de guano ubicada a la derecha.
Segunda Escuadra: Dirigida por Fidel Castro y sus hombres, Universo Sánchez, Luis Crespo, Calixto García, Fajardo y Ernesto Che Guevara, que atacarían por el centro.
Tercera Escuadra: Dirigida por Raúl Castro, con sus hombres atacaría por la izquierda.
Cuarta Escuadra: Dirigida por Juan Almeida Bosque, con sus hombres, atacaría por la izquierda conjuntamente con la escuadra de Raúl.
Mientras, otros vigilaban a personas apresadas horas antes a pocos metros del puesto, incluyendo a Chico Osorio, despiadado mayoral colaborador del ejército batistiano, quien en medio de una embriaguez dio exactos detalles sobre la guarnición.
Es así como en la madrugada del 17 de enero, con dos ráfagas de ametralladora disparadas por Fidel comienza el combate de La Plata.
El combate
El combate duró cerca de 40 minutos, la fuerza dictatorial fue derrotada y tuvo dos muertos y cinco heridos —tres, muy graves, murieron poco después—, además de tres prisioneros; el resto logró huir. Desde este primer combate se puso de manifiesto lo que sería norma para el Ejército Rebelde: el respeto y la atención médica a los heridos enemigos.
Los guerrilleros no sufrieron bajas, y ocuparon ocho fusiles Springfield, más de mil balas, una ametralladora, ropa, mochilas, comida, y otros insumos.
Eran aún las 4:30 a.m. cuando los rebeldes dejaron a los heridos al cuidado de sus compañeros de armas y marcharon rumbo a Palma Mocha, adonde llegaron al amanecer del 17 de enero, para continuar internándose en la serranía, con la euforia de la primera victoria y la seguridad de que esta se multiplicaría, hasta convertirse en alborada con la liberación definitiva.
Aunque la censura de prensa no permitió difundir la noticia a los cubanos y demás países del mundo, las Fuerzas Armadas del régimen estuvieron obligados a reconocer que Fidel Castro comandaba un grupo de combatientes dispuestos a enfrentárseles. La esperanza de Cuba palpitaba en la Sierra Maestra.
La derrota sufrida por las Fuerzas Armadas del tirano, no puede situarse entre las grandes desde el punto de vista militar, pero sí fue el primero desde el 10 de marzo de 1952; humillante y vergonzoso además, ya que habían afirmado que Fidel y sus seguidores perecieron en los “encuentros” con sus unidades militares.
Significación del ataque
El combate de “La Plata”, no fue de gran envergadura desde el punto de vista militar, pero si tuvo una gran significación histórica y es que echó por tierra toda la propaganda manejada por el enemigo, diciendo que Fidel y su gente habían sido aniquilados en “Alegría de Pío”, demostró la presencia del núcleo inicial del Ejército Rebelde en las montañas, y su decisión de luchar hasta vencer. Fue, además, muy alentadora para la moral de quienes habían iniciado su empresa liberadora con un costoso revés y la pérdida de entrañables compañeros de ideales.
El núcleo guerrillero pobremente armados daba así fe de su existencia y disposición combativa, y pronto comenzaría a engrosar sus filas con el ingreso de campesinos y de combatientes provenientes de las ciudades
La acción dio la certeza de que mediante tácticas de guerrilla era posible superar las bien entrenadas y profesionales tropas de la tiranía.
Sobre esa primera victoria revolucionaria, uno de sus protagonistas, Ernesto Che Guevara dijo: "Fue un llamado de atención, la demostración de que el Ejército Rebelde existía y estaba dispuesto a luchar, y para nosotros, la reafirmación de nuestras posibilidades de triunfo final".
Ernesto Che Guevara formó parte del grupo de combatientes rebeldes que participó en el ataque a un pequeño cuartel que existía en la desembocadura del río de La Plata y algún tiempos después de la victoria de la Revolución al escribir acerca de sus vivencias en la guerra en Cuba, publicó un trabajo titulado Combate de La Plata que salió reflejado en el periódico Revolución, en la edición del 9 de marzo de 1961 y en la revista “Verde Olivo” tres días después.
Consideraciones del Che sobre el combate
El Che señaló que ese combate “constituyó nuestra primera victoria y tuvo cierta resonancia, más lejana que la abrupta región donde se realizó.”
Y de inmediato aseguró: “Fue un llamado de atención a todos, la demostración de que el Ejército Rebelde existía y estaba dispuesto a luchar y, para nosotros, la reafirmación de nuestras posibilidades de triunfo final.”
En el trabajo señalado el Che ofreció detalles de cuándo y cómo se decidió realizar el ataque al citado pequeño cuartel de la dictadura batistiana en la Sierra Maestra.
“El día 14 de enero de 1957 –detalló-, poco más de un mes después de la sorpresa de Alegría de Pío, paramos en el río Magdalena que está separado de La Plata por un firme que sale de la Maestra y muere en el mar dividiendo las dos pequeñas cuencas. Allí hicimos algunos ejercicios de tiro, ordenados por Fidel para entrenar algo a le gente; algunos tiraban por primera vez en su vida. Allí nos bañamos también, después de muchos días de ignorar la higiene y, los que pudieron, cambiaron sus ropas.”
Agregó que en ese instante la tropa rebelde contaba con 23 armas efectivas y que por la tarde de ese día subieron la última loma antes de llegar a las inmediaciones de La Plata y que seguidamente siguieron por un angosto trillo del bosque transitado por muy pocas personas y marcado especialmente para ellos a punta de machete por un campesino de la región.
Precisó el Che que ya el 15 de enero avistaron el cuartel de La Plata, que se hallaba a medio construir, y que pudieron apreciar igualmente a los soldados.
Explicó que desde el amanecer del 16 de enero se mantuvo la observación sobre el cuartel y que ya a las tres de la tarde los combatientes rebeldes comenzaron a desplazarse y que por la noche cruzaron el río de La Plata, que no tenía profundidad y se apostaron en el camino.
Poco tiempo después capturaron a dos campesinos y éstos ofrecieron informaciones acerca de la cantidad de soldados que había en la instalación y detallaron además, que dentro de unos instantes pasaría por el lugar uno de los más famosos mayorales de la región, de pésima reputación entre los campesinos.
El Che señaló que se pudo capturar a ese mayoral que estaba borracho y se le logró engañar puesto que Fidel se hizo pasar por un coronel del ejército que estaba investigando por qué ya no se había podido exterminar a los rebeldes.
Tras comentar la actitud del citado mayoral e incluso señalar que él firmó su sentencia de muerte cuando mostró orgulloso el calzado que le había ocupado a uno de los expedicionarios que resultó asesinado días atrás, el Che manifestó que los combatientes rebeldes se fueron acercando a las posiciones enemigas a unos cuarenta metros y que Fidel inició el tiroteo con dos ráfagas de ametralladora “y fue seguido por todos los fusiles disponibles” y que inmediatamente invitaron a rendirse a los soldados, pero sin resultado alguno.
Y comentó al respecto: “El ataque se había iniciado a las dos y cuarenta de la madrugada y los guardias hicieron más resistencia de la esperada…”
Describió como algunos de los integrantes de la tropa rebelde, entre ellos Camilo Cienfuegos, se distinguieron en el desarrollo del combate hasta que se logró la victoria.
Y en la parte final de su trabajo resumió de la siguiente manera la trascendencia que le atribuyese a esa primera victoria de los integrantes del Ejército Rebelde, y al significado que tuvo que se lograra la ocupación de un número de armas, al exponer: “Éste fue el primer combate victoria de los ejércitos rebeldes; en éste y el combate siguiente, fue el único momento de la vida de nuestra tropa donde nosotros hayamos tenido más armas que hombres.”

martes, 10 de enero de 2012

MESSI HACE HISTORIA CON SU TERCER BALON DE ORO




*De las 485 personas que, con sus votos, decidieron quién debía ser merecedor del Balón de Oro 2011, 457 dieron al menos un punto al ganador: el delantero argentino del FC Barcelona Lionel Messi.

    Solo un 5,8 por ciento del jurado, que debía votar con 5, 3 y 1 punto a los futbolistas que consideraba que habían sido los mejores del año, se olvidó de Messi.
    Desde el año pasado, el Balón de Oro que entregaba la revista France Football se unificó con el premio al Mejor Jugador del Año de la FIFA, y con él, también su sistema de votación.
   Así, desde 2010 el FIFA Balón de Oro lo deciden conjuntamente los capitanes y entrenadores de las selecciones nacionales y los periodistas especializados.
   Leo Messi se proclamó ganador ayer por tercer año consecutivo. A él fueron a parar el 47,88% de los puntos, más del doble de los conseguidos por el delantero del Real Madrid Cristiano Ronaldo (21,60%) y cinco veces más de los que recibió Xavi Hernández, su compañero en el Barça (9,23%).
   Sin embargo, los números dejan claro que su éxito fue aun más arrollador. Porque el 94,2% del jurado le votó para que ocupara el primer, segundo o tercer lugar del podio.
    De los 153 capitanes de selección que emitieron su voto, 136 (el 88,9%) se acordaron de él. Y uno de los que no lo hicieron fue lógicamente él mismo, quien como capitán de Argentina apostó por tres de sus compañeros, los también azulgranas Xavi e Iniesta y el delantero de la albiceleste Agüero.
   La mayoría de los que no votaron a Messi fueron representes de selecciones exóticas o con escaso peso en el concierto internacional, como los de Burundi, Chad, China, Australia, Austria, Estonia, Etiopía, Macedonia, Nueva Zelanda, Pakistán, Tonga o Zimbabue.
   Tampoco le votaron los capitanes de Grecia y Hungría y el de Portugal, Nuno Gomés, que probablemente no quiso perjudicar a su compatriota Cristiano Ronaldo y prefirió apostar por éste, el también luso Nani y el brasileño Neymar.
  Entre los seleccionadores, el consenso para aupar a Messi al olimpo de los elegidos por tercer vez en su carrera aún fue mayor, ya que apoyaron su nominación 157 de los 166 que participaron en la votación (el 94,6%).
  
   Los entrenadores que no le dieron ni un punto fueron los de las selecciones de Buthan, Burundi, Nigeria, Palestina, Islas Salomon y Venezuela.
   Tampoco votaron a la 'Pulga' tres entrenadores ilustres: el seleccionador de Macedonia, John Benjamin Toshack (Xavi, Cristiano Ronaldo y Eto'o), el de la República de Irlanda, Giovanni Trapattoni (Xavi, Ronney e Iniesta) y el de China, José Antonio Camacho.
    El ex seleccionador de la 'Roja' apostó por una terna de candidatos íntegramente
española, formada por Iker Casillas, Xavi e Iniesta, y debió convencer al capitán de su selección, Li Weifeng, para que hiciera lo mismo, pues éste repitió exactamente la votación de su entrenador.
   Entre la prensa especializada, Messi literalmente arrasó. De los 166 periodistas con derecho a voto, solo el representante de Letonia y el de Guinea Ecuatorial 'pasaron' del astro argentino. Además, 150 de ellos (el 90,4%) lo colocaron en lo más alto del podio.

martes, 27 de diciembre de 2011

Deportistas del Año en Cuba: Julio César La Cruz y Yarelys Barrios


                     Los Mejores de Cuba en el 2011

      El boxeador Julio Cesar La Cruz y la discóbola Yarelis Barrios fueron seleccionados hoy mejores atletas de deportes individuales en Cuba durante 2011, año de Juegos Panamericanos y copas y campeonatos del mundo.
      En el coliseo de la Ciudad Deportiva, en esta capital, también se dieron a conocer los más destacados de disciplinas colectivas, nominación que recayó en los voleibolistas Wilfredo León y Yoana Palacio.
     El voleibol resultó escogido como el deporte y equipo masculino, mientras que la categoría de novato del año fue para el también boxeador Lázaro Jorge Álvarez, luego de informarse los resultados de la encuesta del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación.
     Los 10 mejores de 2011 resultaron el luchador Mijaín López, Lázaro Borges, Dayron Robles y Leonel Suárez (atletismo), Idalis Ortiz y Asley González (judo), Hanser García (natación), Lisandro Guerra (ciclismo), Leinier Domínguez (ajedrez) y Rosbelis Despaigne (taekwondo).
      También ocuparon espacios en la lista, Jorge Luis Kim, mejor profesor de educación física; Danil Gilbert Romero y William Rosquet, árbitros nacional e internacional, respectivamente, Yunidis Castillo (atleta discapacitada) y Erick López (dominio del balón).
     Menciones especiales para los medallistas en campeonatos mundiales y los XVI Juegos Panamericanos de Guadalajara, Pedro Isaac (lucha), Yasniel Toleado (boxeo), Yoelmis Hernández (pesas), Liban López (lucha) y Guillermo Martínez (atletismo).
     Con similar distinción aparecen los discapacitados Omara Durán (atletismo), Luis Felipe Gutiérrez (atletismo) y Lázaro Pérez (natación).
     Los atletas juveniles más destacados fueron José Armenteros (judo) y Yurisleidis Mendieta (atletismo).
     Lázaro Fundora (voleibol), Yordan Bisset (voleibol), Joan Miguel Moncada (béisbol), Yorgelis Rodríguez (atletismo), César Rafael Arocho (pelota vasca) y Niurkis Moras (balonmano) encabezaron la lista de los 10 mejores juveniles del año.
     Completan la relación Rosalía Vázquez (atletismo), Raisa Beltrán (balonmano), Ismaray Armenteros (atletismo) y Hugo Franco (tiro con arco).
   En la reunión también se acordó realizar una actividad de reconocimiento para todos los deportistas que, con sus medallas, garantizaron a Cuba el segundo lugar por países en los XVI Juegos Panamericanos de Guadalajara, México.

jueves, 22 de diciembre de 2011

ANIVERSARIO 170 DE SU NATALICIO


CONTINÚA  CABALGANDO "EL MAYOR"

Ignacio Agramonte y Loynaz, Mayor General del Ejército Libertador cubano conocido como «El Mayor». Fue uno de los líderes más sobresalientes de la Guerra de los Diez Años. Organizó la célebre caballería camagüeyana, al frente de la cual alcanzó grandes victorias contra las tropas colonialistas españolas.
Nació en Camagüey el 23 de diciembre de 1841 y cayó en combate el 11 de mayo de 1873 frente a las tropas españolas en los potreros de Jimaguayú en la propia provincia. Fue uno de los fundadores de la junta revolucionaria de Camagüey. Participó en las labores conspirativas que condujeron al alzamiento de los camagüeyanos, el 4 de noviembre de 1868, en el paso del río "Las Clavellinas", en el que no figuró personalmente, pues se había decidido que permaneciera en la ciudad organizando el aseguramiento logístico de los alzados, a quienes se sumó el día 11 en el ingenio "El Oriente", cerca de Sibanicú.
Intelectual revolucionario, formidable y prestigioso jefe militar hecho con la práctica de la lucha cotidiana, esposo amante, hombre honesto y de principios. Ignacio Agramonte fue elegido Secretario de la Cámara de Representantes, cargo al que renunció el día 26 para ponerse al frente de la división Camagüey. El mayor de los hijos, nacido en un medio familiar desahogado, Agramonte llegó a adquirir una vasta cultura que, sin embargo, no puso al servicio de las clases pudientes sino de los desposeídos.
Los dos padres de Ignacio Agramonte pertenecieron a familias criollas. El padre, Ignacio Francisco Guillermo Agramonte Sánchez-Pereira, también abogado, de ideas liberales, fungiría como regidor y fiel ejecutor del ayuntamiento de Puerto Príncipe; a su vez, ostentaba cargo en la filial principeña de la sociedad económica. Igualmente se desempeñaba en el "Real Colegio de Abogados" de la ciudad, su hermano, "Francisco José", ejercía como Decano de ese importante centro de jurisprudencia.
Familia Agramonte
Por la parte del padre fueron varios los miembros que desempeñaron cargos importantes dentro del cabildo o ayuntamiento; también en la milicia y en la iglesia. Varios se emplearon como abogados. Eran hombres emprendedores y de particular inteligencia. Por la rama familiar de la madre, María Filomena Loynaz y Caballero, igualmente procedía de una de las más antiguas familias principeñas, ligada al abogado Juan José Caballero y Caballero, marqués de Santa Ana y Santa María.
Desde pequeño Ignacio Agramonte parecía gozar de plena compatibilidad de caracteres y comunicación con su padre. Es sabido que éste le estimulaba su curiosidad intelectual al llevarlo con frecuencia a los salones de la Sociedad Filarmónica, repletos de la ilustrada juventud principeña. Sin dudas, María Filomena no ocupaba un segundo puesto en cuestiones de atención a sus hijos; marchaba a la par de su compañero y parece haber sido sumamente celosa por alejarlos de las cuestiones sociales más comunes y banales de la vida colonial.
Romance épico
El 1 de agosto de 1866 contrae matrimonio con Amalia Simoni quien sería el amor de su vida, en la iglesia de "Nuestra Señora de la Soledad". Lo que Ignacio sintió por Amalia fue un amor sublime, fue idolatría total. Desde Abril de 1867 le confesó haber nacido el uno para el otro. Fue su única novia y esposa. En cuatro ocasiones le juró ser ¨ tuyo para siempre y aún después ¨. De esta unión nacen sus dos hijos: Ernesto, nacido en la manigua, y Herminia, a la que no llegó a conocer.
En Amalia lo encontró todo y ese regocijo pleno lo hizo sentir el hombre más dichoso. Estando Amalia lejos por causas de la guerra, no dejó de sentirla muy cerca. Ella, tan fuerte de carácter como él, tan revolucionaria y cubana, de amplia cultura, amadora, de finos y educados modales, de exquisita formación musical, entre otras cualidades especiales, esto hacía que se lograra una perfecta concordancia ética, amorosa y política con su amado”.
Principales combates
Su primer combate como jefe de las tropas lo libró el 3 de mayo de 1869, en "Ceja de Altagracia". El 17 de mayo 1869 renunció por estar en desacuerdo con la distribución que el gobierno hiciera del armamento desembarcado por "La Guanaja", el 13 de mayo de 1869, por la expedición del vapor "Salvador". El día 28 se le aceptó la renuncia con la condición de que se mantuviera en el cargo hasta que se designara su relevo, lo cual no llegó a producirse. El 13 de junio de1869 participó en la toma del fuerte de "La Llanada" y una semana después, en la acción de "Sabana Nueva". El 20 de junio de 1869, las fuerzas bajo su mando penetraron en la ciudad de Puerto Príncipe con el empleo de una pieza de artillería, acción de gran repercusión política y militar.
El 16 de agosto de 1869 tomó parte en el frustrado ataque a Las Tunas, dirigido por el general en jefe del Ejército Libertador, mayor general Manuel de Quesada. En ese mes libró el combate de "La Luz" y el 27 de octubre de 1869 intervino en el de "Sabana de Bayatabo". Bajo el mando del mayor general Thomas Jordan, jefe del estado mayor general, combatió en "Minas de Juan Rodríguez" (combate de Tana), el 1 de enerode 1870, y en "El Clueco", el 26 de enero de 1870. Al agudizarse sus discrepancias con el presidente Carlos Manuel de Céspedes, presentó su renuncia, el 1 de abril de 1870, la cual fue aceptada el 17.
Diez días antes había combatido en "Jimirú". Sin mando, pero conservando el grado de Mayor General, continuó la lucha acompañado por su escolta y por las pequeñas fuerzas que se le fueron agregando. En tales condiciones realizó alrededor de 19 acciones combativas en ese año, entre ellas las de Caridad de Pulido, Puente Carrasco, La Gloria, Santa Brianda de Altamira, Ingenio Grande, Embarcadero de Vertientes y Múcara. Comprendiendo la importancia de mantener la unidad entre los cubanos, aceptó el ofrecimiento de Céspedes, el 13 de enero de 1871, de reincorporarse al frente de las fuerzas de Camagüey, y reasumió el mando de la división el día 17. A partir de ese momento desarrolló el período más brillante de su carrera militar. La experiencia adquirida le permitió introducir cambios en el empleo táctico de la caballería, imprimiéndole gran movilidad, lo que posibilitó lograr la sorpresa en el combate. El 20 de febrero de 1871 llevó a cabo el ataque a la "Torre Óptica de Colón" (Pinto).
A continuación libró los combates de Lauretania, Limpio Grande, Hato Potrero, La Entrada, El Mulato y La Redonda. Culminó 1871 con los combates de El Plátano, La Horqueta, San Tadeo, San Ramón de Pacheco, Sitio Potrero y El Edén. En 1872 elevó el espíritu de lucha en Camagüey librando, entre otros, los combates de Palmarito de Curana, Destino, Casa Vieja, EL asiento, San Borges, y San José del Chorrillo. El 10 de mayo se extendió su mando hasta la provincia de Las Villas al subordinársele ese territorio. Ese día combatió en "Consuegra". Le siguieron los encuentros de San Pablo, Los Yareyes, Babujal, Jicotea, Salado, el 22 de julio, donde una bala le atravesó ambos omóplatos, Jacinto, Las Yeguas y La Matilde. En 1873 libró los combates de Buey Sabana, Curana, Sao de Lázaro, Ciego Najasa, Soledad de Pacheco, Aguará, el fuerte Molina y Cocal del Olimpo. El 11 de mayo, en el momento en que atravesaba el potrero de Jimaguayú en medio de un combate, acompañado por un ayudante y dos ordenanzas, una bala enemiga impactó su sien izquierda provocando que se extinguiera tan valiosa vida. En el escalafón del Ejército Libertador aparece como ascendido a Mayor General el 24 de febrero de 1870, reconociéndosele la antigüedad en el grado desde el 10 de abril de 1869.
Rescate del brigadier Sanguily
El 7 de octubre de 1871 se cubrió de gloria cuando, al frente de 35 jinetes, protagonizó la audaz hazaña de rescatar al entonces General de Brigada Julio Sanguily, quien horas antes había caído en poder de los españoles. Esta brillante acción es ejemplo de capacidad organizativa, coraje y valentía. Con un pequeño grupo de hombres logró arrebatarle vivo el prisionero a fuerzas españolas muy superiores en número.
Calificativos honorosos
A partir de Mayo de 1869 algunos partes militares fueron firmados por Agramonte como "El Mayor General" y luego aparecía su nombre. El 9 de julio de 1873, fue el brigadier norteamericano Henry Reeve quien lo calificó "El Mayor..."
El presidente de la República de Cuba en armas, Carlos Manuel de Céspedes, el 8 de julio de 1873 lo denominó "Heroico hijo". El doctor Félix Figueredo Díaz, brigadier y jefe de sanidad del ejército oriental lo nombró, el 23 de julio de 1873, "ídolo de los camagüeyanos".
Su ayudante y miembro de la escolta, el capitán villareño Ramón Roa Garí, lo definió en 1873, "UN HOMBRE DE HIERRO". El generalísimo dominicano-cubano, Máximo Gómez Báez, en julio de 1873, admitió que Agramonte estaba llamado a ser el "Futuro SUCRE cubano". El patriota y periodista Ignacio Mora de la Pera lo consideró, el 11 de junio de 1873, como "La mejor figura de la revolución"
Desde el 10 de octubre de 1888, estando en Nueva York, José Martí lo calificó... "Diamante con alma de beso".[[Manuel Ramón Silva y Zayas, camagüeyano, catedrático del Instituto de Segunda Enseñanza y coronel de la guerra de independencia de 1895, llamó a Ignacio Agramonte, el 11 de mayo de 1899 , "Mártir de Jimaguayú". En el periódico habanero "La Verdad|La Verdad", apareció un artículo dedicado a recordar el aniversario de la fatal caída en combate de Agramonte. La publicación, del 11 de mayo de 1899, lo designó como "Egregio Caudillo". En esa misma fecha, Manuel Ramón Silva lo ratifica con tres adjetivos, "El libertador", "Titán y campeón de la libertad".
El destacado periodista camagüeyano [[Ricardo Correoso y Miranda Ricardo Correoso y Miranda, publicó en el periódico "El Machete|El Machete" un atrevido artículo dedicado a honrar a Ignacio Agramonte, cuando aún la Isla estaba sometida a España. El 18 de mayo de 1887 lo designó "Ilustre abogado" y además un "Washington cubano".
Escolta de Agramonte, participante en el rescate del brigadier Julio Sanguily, el 8 de octubre de 1871, el periodista Manuel de la Cruz Delgado, el 20 de mayo de 1902, lo designó "Insigne paladín" y "Arquitecto de la revolución". Los Veteranos de la guerra de independencia siempre llamaron a Agramonte: "Paladín de la vergüenza" y "Apóstol inmaculado".
Enrique Collazo Tejada, brigadier cubano y escritor, designa a Agramonte: "Salvador de la revolución". El abogado, amigo de la familia, y excombatiente a las órdenes de Agramonte, lo describió, el 21 de febrero de 1921, "Coloso genio militar". El estadista y patriota cubano, Manuel Sanguily Garrite, el 30 de agosto de 1917, designó a Agramonte con extraordinario relieve continental, al nombrarlo "Un Simón Bolívar".
Valores de su vida militar
En los tres años y medio de su vida militar participó en más de cien combates. Además de los citados, se encuentran, los de La Industria, Caridad de Arteaga, El Rosario, El Socorro, Piedrecitas, Guaicanamar, La Trinidad, Las Catalinas y El Quemado. Como jefe supo combinar los principios de la táctica con la lucha irregular en las condiciones de las extensas sabanas de Camagüey, fundamentalmente con el empleo de la caballería. Llegó a establecer una sólida base de operaciones en ese territorio y prestó especial atención a la preparación militar y general de los jefes y oficiales, para lo cual creó escuelas militares como la de Jimaguayú.
Tratado con cariño y respeto por sus subordinados con el sobrenombre de "El Mayor", impuso estricta organización y disciplina a sus tropas. "El Bayardo", sobrenombre con el que pasó a la historia, es un símbolo de gallardía, patriotismo y valor. El 25 de julio de 1900 se le puso su apellido al pueblo de "Cuevitas", en la provincia de Matanzas.
Muerte
El 11 de mayo de 1873, en una acción de sorpresa, fue derribado de una bala en la sien derecha. El día 12, al llegar el cadáver a la plaza situada frente al hospital, el Padre Olallo, desafiando a los soldados españoles, solicitó conducirlo en camilla hasta el "Hospital de San Juan de Dios", donde lavó sus restos mortales y rezó ante el cadáver. El cuerpo fue incinerado con leña y petróleo por orden del gobernador hispano
Ampudia.
A los 32 años, en plena juventud, traspasó los umbrales de la inmortalidad.