viernes, 2 de diciembre de 2011

¿Qué pensaba Maceo del negro?, ¿qué, del blanco? 115 aniversario de la caída del general Maceo


Un asomo al apostolado racial
de Antonio Maceo Grajales

Por Joel Moulot Mercaderes *

Antonio Maceo Grajales ha sido el más grande defensor que ha tenido la raza negra en Cuba y, a la vez, uno de los más tesoneros propulsores de la unidad racial –sin menoscabo alguno- de todos los cubanos...
Fue él, sin duda, quien más abogó y quien con mayor denuedo laboró, no sólo para romper las ataduras del esclavo en Cuba, sino para elevar al llamado hombre de color –tanto a los sometidos a la servidumbre como a los nacidos libres- a la alta categoría de humano pleno y ciudadano gozoso de todos sus derechos, y que ahí sirven para ilustrarlo su currículo guerrero y su valiosa  correspondencia, reflejo de sus múltiples gestiones en tal sentido.
En medio de un ambiente saturado de convicciones racistas, que sentenciaban al llamado hombre de color a ser “inferior al blanco, por naturaleza”, “hecho por Dios para servir al blanco”, y al que achacaban holgazanería, perversión y agresividad consustanciales; en medio, en fin, de prejuicios raciales tales, que incluso muchos de nuestros más ilustres separatistas llevaron a la manigua mambisa, y a los que se hicieron sólitos gran parte de los negros, Maceo fue quien más sustento dio, entre los llamados “hombres de color”, al sano orgullo de ser negro, quien más propendió a la elevación de la autoestima de los de su raza, con argumentos tan altivos como el que expuso al propio presidente insurrecto cubano, el 16 de mayo de 1876:
“Y como el exponente precisamente pertenece a la clase [raza] de color, sin que por ello se considere valer menos que los otros hombres […]”; o, cuando -rechazando un decreto del gobierno español, en 1879- exclamaba: “Tal resolución ataca claramente a la dignidad de la raza de color, a la cual tengo el honor de pertenecer […]”, o, como cuando, once años más tarde, en Santiago de Cuba, le preguntaron: “¿No se ofende Ud., General, cuando sabe que alguien dice: ‘Ahí viene el negro Maceo’ ? ”, y él, sereno, profundo, sin ufanía, respondió: “El día en que los negros –porque en realidad no tienen otro color- no se pongan bravos porque le digan negros, ese día, amigo mío, quedará salvada la raza”.
Era orgullo racial basado, por ejemplo, en la entonces historia reciente de Cuba, en la Guerra de los Diez Años, en la cual el negro cubano descolló: “En nuestros primeros tiempos [de] revolución…-recordaba al respecto- hubo para mí ascenso a oficial del Ejército, la necesidad del momento, necesidad que cada día se hacía más imperiosa, porque los males se acrecentaron y los hombres que dirigían la guerra reconocieron su incapacidad militar, dejando por tanto comprender que sus ideas de ostracismo [racial] había dejado de imperar […]”; historia en la que no sólo consiguió Maceo muchas de las principales victorias bélicas del mambisado y el más alto grado militar del ejército revolucionario, sino, además, el más grande reconocimiento de las personalidades cubanas del separatismo y del autonomismo, dentro y fuera de Cuba, y hasta de sobresalientes figuras del bando español, como fue el caso, entre otros, el del mismísimo general Arsenio Martínez Campos, quien tuvo muy alta consideración hacia el líder separatista mulato, y hasta llegó a confesar a Lacret Morlot la grande inspiración que Maceo le causaba.
Orgullo asentado tanto en lo que él personalmente había logrado, y, también, en lo que conquistaron otros hombres de su raza en esa revolución; o sea: Manuel Titá Calvar, Guillermo Moncada, Paquito Borrero, José Medina Prudente, José Maceo Grajales y hermanos, Cecilio González, Pepillo Perera, los hermanos Cebreco, Quintín Banderas, Victoriano Garzón y tantos otros,  cuya mención haría una lista interminable.
Orgullo basado, asimismo, en lo que la experiencia internacional –y Maceo la conocía en buena medida- había demostrado, en cuanto a lo que había conquistado el negro en muchas latitudes, lo mismo en el campo militar, que en civilidad, en las artes y en la ciencia, siempre que tuvo condiciones u oportunidades para ello.
Pero –cabe aclararlo- un blasón alejado, absolutamente, de toda idea fatua de predominio negro, y evidentemente derivado de su concepto de republicanismo, que en Maceo equivalía a única forma de poder político capaz de asumir y practicar de modo cabal el lema que él consideró siempre como justicia suprema: “Libertad, Igualdad y Fraternidad”.
He ahí la primera clave del pensamiento racial de Antonio Maceo Grajales, y de su consecuente modo de afrontar la cuestión racial de Cuba: derrotar el estereotipo de inferioridad del negro, tanto en los blancos como en los propios representantes de la raza.
La segunda, que mucho resalta en su vida, es la defensa de los de su raza frente a la propaganda y medidas que persisten en considerarlos ya “subhumanos”, ya inhabilitados para ejercer todos sus derechos plenamente, sin sobreestimarlo, tampoco, ni enfrentarlos a los representantes de otras razas.
Así nos muestra la segunda esencia de sus convicciones raciales: la igualdad en derechos y en potencialidades, a pesar de las desigualdades en condiciones y facilidades.
Ya, el 16 de mayo de 1876, asombró y alarmó a varios, cuando escribió al Presidente de la República de Cuba en Armas, que no se sentía de menor valer por ser de la “clase de color”; médula de su ideario racial que, en reunión de diciembre de 1878, ante Máximo Gómez, Flor Crombet y varios líderes más de la emigración cubana, reiteró, al exponer su inalterable convicción de que los negros eran iguales a los blancos, y de que no admitiría la subordinación de una raza por otra, que le ganó animadversión de Flor, Ángel Pérez y otros, no obstante lo cual volvió a reiterar en su proclama del 9 de septiembre de 1879, en que sentenció: “¡El hombre negro es tan libre como el blanco!”.
No se limitó a la proclamación, buscó la solidaridad de gobernantes y de personalidades extranjeros para que colaborasen en el logro de la abolición de la esclavitud en Cuba y para elevar la raza a un estadío de acorde con los progresos de la civilización de su época, y, además, cuando el gobierno colonial español decretó limitación de entrada a la Isla a los negros y expulsiones de los elementos de dicha raza, en 1880, azuzando las prevenciones y hasta la hostilidad contra ellos, el Héroe de Baraguá escribió: “[…] y como no es posible que yo vea con indiferencia una declaración de guerra a mi raza –diría, igualmente, en una réplica a medidas injustas y discriminatorias del gobierno español en la Isla-, hoy por medio de la prensa llamo la atención de los pueblos civilizados y, muy particularmente, a los interesados para que, si posible fuere, se eviten los desastres que puede traer una contienda que carece de lógica en nuestra época de civilización y progreso.”
La tercera clave para comprender el pensamiento racial de Antonio Maceo Grajales está en su modo de apreciar cómo podrían los negros cubanos –“a quienes el egoísmo material tiene postrados en la más profunda ignorancia”- alcanzar no sólo esa igualdad en derechos, sino también en la consideración de toda la sociedad nacional, mediante el autodesarrollo, del propio mejoramiento como hombre, como persona, como ciudadano.
Cultura y virtud, eran los dos secretos que descubrió para alcanzar tales metas, por eso exigía a los de su raza no aceptar nada sobre la base del color de su piel, sino por el ejercicio de las virtudes humanas, que para él se resumían en la honradez de miras y de acción, la seriedad y responsabilidad, la voluntad, la autosuperación máxima, por todas las vías; la firmeza de principios, y los sacratísimos deberes, casi obsesivos, de conquistar la libertad, no sólo de Cuba, sino del hombre, y de alcanzar el sueño de la igualdad y la fraternidad humanas.
Refrendó todas esas aspiraciones y abogacías con su propio ejemplo, con el cual demostró, en efecto, que el hombre negro podía llegar a la misma estatura general del hombre blanco, sin favoritismo; antes bien; frente a muchos obstáculos naturales e interpuestos para alcanzar esos elevados presupuestos humanos, tocó, sobre todo, el punto más crucial de los hombres de su tiempo: la conciencia, con una labor paciente e inmensamente activa, de persuasión, desde la base de los principios: sin aceptar –repetimos- la usurpación de derechos de una raza por otra, ni la subordinación de la raza blanca sobre la negra, ni tampoco la de esta sobre aquella.
“Los cubanos no tienen más que una sola bandera –postuló-, la de la independencia, que cobija a todos los hombres de cualquier origen o raza que sean; allí [en Cuba] se lucha por la igualdad del hombre y por la emancipación de la esclavitud”
Precisamente, lo que sobresale en ese apostolado racial de Antonio Maceo es su inveterada afición a la unidad de todos los cubanos, por encima de las razas, a ver en el hombre su esencia humana, y no el color de la piel; el imperativo de que los negros se aliaran siempre a sus hermanos blancos: “¡Uníos a sus hermanos blancos!, hijos del país, que os defienden vuestros derechos, y seréis felices!” -clamaba-, para alcanzar las metas de Cuba, a la par que las propias; el afán –como dijo a su hermano José, en carta del 1. de julio de 1896- de que la democracia hallara terreno en Cuba, donde se premiaría “la idoneidad probada y el verdadero mérito”.
A los blancos, les decía: “Miren lo que los negros hacemos a vuestro lado; ayúdenlos con esta obra de abnegación y patriotismo, para la conquista de la libertad y los beneficios de la democracia, y
a los de su propia raza: “Van a crecer y a desarrollar con la libertad, pero por vuestro propio esfuerzo y merecimientos; tienen que conquistar la admiración de vuestros hermanos, para que les den, luego, esas admiración y el cariño, y así es como se establecerá entre ambos el imperio de la confraternidad—.”
Enemigo fue de las banderías raciales, y mucho más de cualquier intento de guerra de razas, porque –mil veces lo dijo y demostró-: “[…] nada rechazo con tanta indignación como la pretendida idea de una guerra de raza. Siempre, como hasta ahora, estaré al lado de los intereses sagrados del pueblo todo e indivisible sobre las mezquinas [ideas] de partidos y nunca se manchará mi espada en guerras intestinas que harían traición a la unidad interior de la mi Patria”; que no era “una política de odio la suya, es una política de justicia en que la ira y la venganza ceden a favor de la tranquilidad y la razón […]”, pese a sufrir él en carne propia tantos intentos de humillación y de pretericiones, sólo por el color de su piel.
Dijo más: “En cuanto a mí, amo a todas las cosas y a todos los hombres, porque miro más a la esencia que al accidente de la vida, y por eso tengo sobre el interés de raza, cualquiera que ella sea, el interés de la Humanidad […]”.
Eso que lo señaló en 1881, a Camilo Polavieja, lo refrendaría con otras palabras a Martí, Fuentes, Trujillo y cuantos le escribieron en diciembre de 1887: “[…] hoy como ayer pienso que debemos los cubanos todos, sin distinciones sociales de ningún género, deponer ante el altar de la patria esclava y cada día más infortunada, nuestras disensiones todas y cuántos gérmenes de discordias hayan podido malévolamente sembrar en nuestros corazones los enemigos de nuestra noble causa.”
Y aún agregaría: “La unión cordial, franca y sincera de todos hijos de Cuba, fue en los campos de Cuba, tanto en los días prósperos como en los nefastos de nuestra guerra, el ideal de mi espíritu y el objetivo de mis esfuerzos”; también: “Protestaré, asimismo, y me opondré hasta donde me sea posible, a toda usurpación de los derechos de una raza sobre otra; viniendo a ser, como ésta mi resuelta y firme actitud, una garantía para todos”, ideas que, habidas sus cuentas, concuerdan con su objetivo de fundar así la nueva Cuba: “Una República organizada bajo sólidas bases de moralidad y justicia, es el único gobierno que, garantizando todos los derechos del ciudadano, es a la vez su mejor salvaguarda con relación a sus justas y legítimas aspiraciones; porque el espíritu que lo alimenta y amamanta es todo de libertad, igualdad y fraternidad, esa sublime aspiración del mártir del Gólgota, que caso utópica aún, a pesar de 18 siglos de expresada, llegará a ser mañana, a no dudarlo, una hermosa realidad.”
Conforme el ideal de Maceo, el hombre es más que blanco, más que negro, más que mulato; hombre era para él, ejercicio constante de virtud, afán de perfectibilidad del individuo, como perteneciente a la única verdadera raza de hombres que debe haber sobre la tierra: la HUMANA.
 
*Periodista, investigador e historiador

jueves, 1 de diciembre de 2011

Messi se llevo el premio

       Se ratifica el argentino como el mejor de la temporada
El delantero argentino Lionel Messi se llevó hoy el premio al mejor jugador de la Liga española de fútbol durante la temporada 2010-2011.
     Ganador los dos últimos años del Balón de Oro, Messi repitió como mejor delantero y mejor jugador por tercera temporada consecutiva, tras apuntarse 31 goles en los dos mil 857 minutos que disputó de Liga.
    El suramericano superó al portugués Cristiano Ronaldo y a su compatriota Sergio Agüero, ahora en el Manchester City inglés, en la designación del mejor atacante.
    Por su parte, el también azulgrana Xavi Hernández se coronó como mejor mediocentro por tercera vez consecutiva, por delante este año de Xabi Alonso (Real Madrid) y Javi Martínez (Athletic de Bilbao).
     La plantilla catalana acaparó la mayoría de los galardones, como el de mejor portero (Víctor Valdés), mejor centrocampista (Andrés Iniesta) y mejor defensa (el francés Eric Abidal), además por supuesto del de mejor equipo.
     Los únicos premios de Primera División que no se llevó el Barca fueron el de jugador revelación y Juego Limpio, los cuales recayeron en el delantero del Athletic Iker Muniain y el centrocampista del Sporting Alberto Rivera, respectivamente.
    Mientras, en Segunda dominó el Betis como equipo, además de merecer reconocimientos Achille Emaná como mejor jugador, su goleador Rubén Castro entre los delanteros, y el entrenador José Mel.

Del desembarco del Granma al triunfo de la Revolucion Cubana

 Por Yeannis González Peña
    El 2 de diciembre de 1956, un grupo de hombres liderados por Fidel Castro desembarcó en la costa sur-oriental de Cuba, en una acción que inauguró la etapa final de la lucha por la independencia del país.
                        El Cuate y el yate Granma
Habían salido del puerto de Tuxpan, México, a bordo de una pequeña embarcación bautizada como Granma que, con capacidad para 25 personas, trajo a 82 revolucionarios, dos cañones, 35 fusiles con mirilla telescópica, 55 fusiles de asalto "Mendoza", 3 ametralladoras "Thompson", 50 pistolas y municiones.
    Para el general cubano William Gálvez, la llegada del barco a la nación antillana fue el paso inicial para la formación, primero, de un destacamento guerrillero, luego del Ejército Rebelde y finalmente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
      Los expedicionarios desembarcaron a unos dos kilómetros de playa Las Coloradas, al noroeste de Cabo Cruz, justo en un lugar fangoso y de tupidos manglares que cubren ese litoral y forman una enmarañada red.
      La acción, llena de obstáculos, fue calificada por el joven médico argentino Ernesto Che Guevara como algo más semejante a un naufragio que a un desembarco.
     A bordo, "todo el barco presentaba un aspecto ridículamente trágico: los hombres tenían la angustia reflejada en el rostro y se apretaban el estómago con las dos manos (...) toda la tropa sentía el mal de la mar", relató el Che.
     La expedición, que había sido delatada horas antes, fue bombardeada por la aviación, de cuyo ataque solo sobrevivió una veintena de combatientes dispersos, entre ellos todo el estado mayor y el Che, herido de bala en el hombro.
    Paralelamente, en La Habana se anunciaba oficialmente la muerte de Fidel Castro junto con la liquidación de los tripulantes, quienes, en realidad, avanzaban durante la noche rumbo a la Sierra Maestra, sitio donde inaugurarían una nueva forma de acción: la guerrilla.
     Esa veintena de revolucionarios, agrupada en torno al líder y estratega militar, impulsó una guerra que en 25 meses derrotó a las fuerzas del dictador Fulgencio Batista (1952-1958), y logró el triunfo definitivo el 1 de enero de 1959.

PREPARATIVOS DE LA EXPEDICIÓN

    Antonio del Conde, El Cuate, un mexicano indisolublemente ligado a la historia de la Revolución cubana, relató a Prensa Latina anécdotas de los últimos momentos que vivieron los expedicionarios en México.
     Según afirma, a fines de 1955 llegó a una armería, que él había heredado de su padre en el Distrito Federal, un señor perfectamente vestido buscando acciones de mecanismos belgas y, tras una breve conversación, surgió una profunda amistad entre los dos hombres.
     Se trataba del entonces joven líder Fidel Castro, quien estaba exiliado en México con otro grupo de cubanos que iniciaba los preparativos para una expedición, la cual sería la acción definitiva contra la dictadura del presidente inconstitucional Fulgencio Batista en la isla.
     Un día de 1956, en un viaje que realizaran ambos a Tuxpan, El Cuate le comentó que debía ir a un embarcadero vecino donde un hombre le ayudaba con un viejo yate, adquirido por poco más de 20 mil dólares para sus ratos de ocio.
     Estaba reparando la quilla rota en el escaso tiempo libre que le dejaba su tarea de abastecedor de los revolucionarios, hasta que ese día Fidel lo siguió e interesado por el barco le preguntó de quién era.
    "Es mío señor, fue mi respuesta, a lo que siguió una fuerte determinación que desde el principio me impidió una negativa: Si usted me arregla ese barco, en ese nos vamos a Cuba", expresó.
    El Granma salió al mar rumbo a la Isla en la noche del 25 de noviembre con 82 expedicionarios a bordo. Del Conde se había encargado de la reparación, del abastecimiento y de toda la organización del armamento.
    Fidel Castro había declarado días antes: "Si El Cuate no me falla salgo, si salgo llego y si llego triunfo".
    Comentó, asimismo, que el peor momento de su vida fue cuando supo que no viajaría a bordo de la expedición.
    "El Comandante consideraba que yo sería más útil aquí que como un soldado en la Sierra, donde se desarrollaría la mayor parte de la lucha armada contra la tiranía en Cuba".
     "Toda mi vida gravitaba alrededor del barco, imagínese, yo había abandonado a mi familia, el negocio, y a partir de ese momento fue todo más difícil para mí", expresó.
      Sin embargo, se mantuvo ocupado en el envío de armas a Cuba, por lo que fue encarcelado en 1958 en una prisión de Texas, Estados Unidos, y allí permaneció hasta después del triunfo revolucionario de enero de 1959.
     Meses después viajó a Cuba y en 1962 comenzó a trabajar como asesor del Che, un joven argentino que también conoció a los revolucionarios en México y alcanzó el grado de comandante en la Sierra Maestra.
     El yate Granma, uno de los emblemas de la Revolución cubana, sigue siendo suyo aunque ya no pueda navegar en él, dice, con la inevitable sonrisa que le provocan los recuerdos.

*Periodista de la Redacción Nacional de Prensa Latina.

Norge Luis Vera podria volver a lanzar

Norge  Luis Vera, figura emblemática del pitcheo cubano, manifestó a las autoridades del deporte en Santiago de Cuba su deseo de volver al béisbol activo.

       Según el sitio digital www.tvsantiago.icrt.cu, la solicitud está en consulta por la Federación Cubana de esa disciplina, facultada para tomar una decisión respecto al caso. Luego de anunciar su retiro de la actividad competitiva en septiembre pasado, el regreso del pítcher le permitiría incorporarse a la reserva y estar en condiciones de subir a la nómina principal, cuando el conjunto de Santiago de Cuba se presente en el estadio Guillermón Moncada en los próximos días.
     Vera ganó 176 juegos y perdió 66 en 17 series nacionales con Las Avispas, equipo de su provincia natal, con el que conquistó seis títulos.Su mejor año fue el 2000, cuando acumuló 17 victorias y promedio de efectividad de 0.97 carreras limpias, refiere el sitio www.cubadebate.cu.
      Con Cuba, el espigado derecho ganó oro olímpico (2004) y dos medallas de plata (2000 y 2008), en tanto en el segundo Clásico Mundial obtuvo dos victorias y trabajó para un promedio de efectividad de 1.69. En las tres primeras subseries —que comenzaron en la isla—, los dirigidos por el debutante mánager Alcides Sánchez rivalizarán como visitantes frente a Ciego de Ávila, Sancti Spíritus e Industriales.
      De participar el Astro de Siboney en la Serie Nacional 51, reforzaría un staff de lanzadores que incluye a Danny Betancourt, Osmel Cintra, Yaumier Sánchez, Alaín Delá, Alberto Bicet y Osmany Tamayo. (AIN)

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Derrotó Santiago de Cuba a Ciego de Ávila


Santiago de Cuba iguala con los avileños
Escrito por Luis Sánchez del Toro
     El equipo de Santiago de Cuba alcanzó su primera victoria en la actual LI Serie Nacional de Béisbol, al derrotar a su similar de Ciego de Ávila con pizarra de 9 carreras por  tres en un partido celebrado en el estadio José Ramón Cepero, en la central provincia de la Mayor de Las Antillas.
     Un racimo de cuatro carreras en la primera entrada frente al lanzador abridor Osmar Carrero, decidieron en el encuentro frente a Los Tigres quienes en cinco capítulos solamente conectaron  tres imparables y anotaron una carrera frente al zurdo santiaguero Denny Alá Beltrán, quien se presentó en tarde de gala. Los indómitos agregaron otras dos anotaciones en el quinto y sexto episodios, respectivamente,  así como otra en la octava entrada para alcanzar el triunfo que iguala la subserie entre ambos conjuntos.
    Por los avileños también lanzaron Yadir Rabí, Víctor Baró,  Dachel Duquesne, Lázaro Santana  y Mario L. Neira, mientras por las Avispas santiagueras subieron al montículo Osmi Tamayo
    A la ofensiva por los ganadores sobresalieron  el cuarto bate Rolando Meriño con dos inatrapables y tres carreras impulsadas y los veteranos Pedro Poll y Reutilio Hurtado con dos hits cada uno, e igual número de impulsadas. El segunda base de Santiago de Cuba, Héctor Olivera conectó jonrón. Los vencedores a la defensa no cometían errores y conectaban 11 imparables, mientras los avileños conectaban cinco incogibles y jugaban sin error al campo.
     Nuevamente los indómitos alinearon con una poderosa alineación ofensiva donde se incluyeron Alexei Bell, Edilse Silva, Luis Miguel Navas y Reutilio Hurtado.La subserie entre ambos equipos concluye este jueves con el tercer juego pactado a partir de la 1:00 p.m en el estadio José Ramón Cepero, de Ciego de Ávila.

Rememoran alzamiento armado de Santiago de Cuba


Rememoran alzamiento armado de Santiago de Cuba

Escrito por José Ginarte Sardina

Fotos: Francisco Hechavarría

       Con la colocación de ofrendas florales del líder histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro y  del presidente de los Consejos de Estado y Ministros, Raúl Castro Ruz  , en la tarja que recuerda a los combatientes revolucionarios caídos durante el ataque a la estación de la policía  del gobierno de Fulgencio  Batistas, situadas la Loma del Intendente , comenzaron hoy la actividades por el 55 Aniversario del levantamiento armado de la ciudad de Santiago de Cuba en apoyo al desembarco  del Yate Granma.
       Tres jóvenes revolucionarios que ofrendaron sus valerosas vida en aquella acción llevada a cabo, junto otras ,  el 30 de noviembre del año 1956 bajo el mando de Frank País García, también  fueron colocadas  ofrendas en nombre del Pueblo de Cuba, del Consejo de Estado y de Ministros y  de los familiares de los mártires.
     Estudiantes de las enseñanza primaria y secundaria en medio del estampido de balas de salva y dando gritos de Viva la Revolución y a abajo Batista, en horas de la mañana de  hoy reeditaron  simbólicamente el ataque al otrora enclave de la policía batistiana, actualmente Museo Histórico de la Lucha Clandestina,  ante la presencia  de una representación de protagonistas de aquella  insurrección armada   que conmocionó  a la cuidad y que tenía como objetivo apoyar el desembarco de los expedicionarios del Granma ,quienes debido al mal tiempo se retardaron y lo hicieron tres días después ( el 2 de diciembre),  por playa Las Coloradas.
       Pedro García Lupiañe, unos de los protagonistas del alzamiento , recordó pasajes de aquella acción y destacó la capacidad organizadora de Frank País Gracía y el apoyo brindado a los combatientes por el pueblo santiaguero.
     Los miembros del Secretariado del Comité Central de Partido Comunista de Cuba,  José Ramón Balaguer Cabrera y Olga Lidia Tapia,  así  como el Comandante del Ejército Rebelde, Julio Camacho Aguilera y  el primer secretario del Partido en la provincia Santiago de Cuba, Lázaro Expósito Canto y otros dirigentes del Partido, el gobierno y las organizaciones de masas, junto a una nutrida representación del pueblo ,  asistieron a este acto recordatorio  de las acciones del 30 de noviembre de 1956, en las que se vistió por primera vez el uniforme verde olivo que luego acompañaría a los revolucionarios que lucharon en la Sierra Maestra y otros sitios del pais contra las fuerzas de la dictadura que oprimía en aquel entonces al pueblo de Cuba.
     A modo de homenaje, en esta ocasión,  también se colocaron ofrendas florales en el  Callejón del Muro, sitio donde el 30 de julio de 1957  fue vilmente asesinado Frank País García por esbirros de la tiranía  batistiana, así como en obelisco  de La Placita, lugar  habitual de encuentro de los  revolucionarios que  participaron en el levantamiento armado del 30 de noviembre y en la tumba de la familia País García y del panteón eregido en el cementerio Santa Ifigenia a  los Mártires del 26 de Julio de 1953 y a los  Caídos en la Insurgencia.

   

miércoles, 23 de noviembre de 2011

"Donde único podíamos hacer algo efectivo, era en Santiago”

                                                    30 DE NOVIEMBRE
     Por estos días finales de noviembre –el penúltimo mes del año- recorro las estrechas y empinadas calles de la ciudad de Santiago de Cuba. El intenso ir y venir de su gente por sus populosas y atrayentes arterias como Enramadas, Trocha, el Paseo de Martí, Garzón, Aguilera, Carretera del Morro, y avenidas como Patricio Lumumba, Yarayó, Manduley… entre otras hacen revivir la historia, la rebeldía y hospitalidad de una tierra que siempre está de conmemoraciones.
    En esta oportunidad, a 55 años de la épica epopeya del alzamiento del 30 de Noviembre de 1956, en apoyo al desembarco del yate Granma, la heroica ciudad de Santiago de Cuba, ubicada en el extremo suroriental de la Mayor de Las Antillas rinde honores a su héroes y mártires y trabaja a favor de consolidar el triunfo del Primero de Enero de 1959, y las conquistas de la Revolución.  
        Un poco de historia acerca de los sucesos del 30 de Noviembre de 1956, quisiéramos revivir en estos momentos mediante la reproducción de tres entrevistas publicadas en Granma, Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en ocasión de celebrarse el 50 aniversario de esa gesta. Ellos son Vilma Espín, Haydée Santamaría y Armando Hart, tres destacados revolucionarios.

"Donde único podíamos hacer algo efectivo, era en Santiago”
Se conmemora el aniversario 50 de aquella de la epopeya heroica del 30 de noviembre, en que un grupo de jóvenes se lanzó a las calles de Santiago de Cuba y otras poblaciones orientales, para, al mismo tiempo que realizaba acciones audaces, distraer a las fuerzas represivas de la tiranía y con ello facilitar el desembarco del Granma, ocurrido dos días después.
En 1963, el periódico HOY, diario del hasta entonces Partido Socialista Popular, publicó esta entrevista con tres participantes directos de aquellos hechos, Vilma Espín, Haydée Santamaría y Armando Hart, presidenta de la FMC, Directora de la Casa de las Américas y Ministro de Educación en aquel momento, respectivamente, quienes narraron algunos incidentes de aquellos días, en una amena conversación que sostuvieron sobre el particular con varios compañeros redactores del periódico.
HAYDÉE.— Transcurrían los primeros días de noviembre. Días antes, en una reunión con Frank País, habíamos acordado reunirnos con él en Santiago de Cuba. Durante esta conversación, después de analizar la situación, decidimos que donde único podíamos hacer algo efectivo era en Santiago.
HART.—La reunión fue en La Habana. Tres o cuatro semanas antes, Frank había ido a México.
VILMA.—Fue muy rápido todo. Frank nos dijo que había que conseguir una casa en Santiago, donde yo estaba... y eso costó trabajo.
HART.—Salimos para Santiago, creo que el 14 de noviembre.
HAYDÉE.—Teníamos que cambiar de ómnibus por la madrugada.
HART.—Nos apeamos en Victoria de Las Tunas u Holguín, no recuerdo, creyendo que estábamos en Camagüey.
HAYDÉE.—Alquilamos una habitación en un hotel y conversábamos sobre la posibilidad de ir a visitar a un tío nuestro que reside en esa ciudad.
HART.—Pero cuando me asomé a una ventana y vi la calle, comprendí que no estábamos en Camagüey. El ómnibus se nos fue y llegamos a Santiago como a las tres de la tarde.
VILMA.—Y entonces... a buscar casa. Armando iba como profesor de la Universidad de Oriente.
HAYDÉE.—Nos alojamos en una casa de huéspedes, donde estuvimos viviendo antes del 30 de noviembre, durante esos días y hasta el mes de febrero en que vinimos para La Habana. Para todos los de la casa, yo me llamaba María.
HART.—Estuvimos allí tres meses sin problemas.
HAYDÉE.—Se podía actuar en Santiago, se recibía una gran cooperación.
HART.—Y el centro de operaciones era la casa de Vilma, en un lugar tan céntrico como San Jerónimo.
VILMA.—Cuatro meses, con vigilancia colaboradora de todos los vecinos, que nos avisaban cualquier movimiento raro de las fuerzas represivas.
HART.—Toda la manzana entera.
VILMA.—Mi papá era Cónsul de Francia y esto, al principio, cohibía un poco a los esbirros. Pero, después, nada los detuvo. En la casa nos reuníamos aún después de que comenzaran a vigilarnos. Nos hicieron un registro en enero, sin que lograran nada. El segundo lo hicieron el 6 de abril y ya no pudimos volver allá. Tuve que sumergirme entonces en la vida clandestina completa. Y a mediados del 58, me quedé en el Segundo Frente.
LOS TELEGRAMAS
HAYDÉE.—Había dos cables donde se anunciaba la salida de los compañeros del Granma, de México, el 27.
VILMA.—Había que contar 3 días después, para realizar las acciones de Santiago.
HAYDÉE.—Uno iba dirigido a Arturo Duque de Estrada en Santiago. Y el otro, de confirmación, a La Habana.
HART.—Al hotel Royal Palm, creo, que era un punto de correo nuestro, donde recibíamos la correspondencia de México.
HAYDÉE.—Ese papel se lo comió Aldo (Santamaría) cuando lo cogieron preso, pues lo llevaba consigo.
HART.—El martes 27, al mediodía, vino Frank a vernos corriendo. Me levantó en peso, no obstante ser más bajito que yo, y me dijo que había llegado el cable.
HAYDÉE.—Traía un papelito en la mano, pero tenía una cara tan expresiva y tan contenta, que no tenía que hablar.
HART.—Desconozco si los dos telegramas (el de Santiago y el de La Habana) eran iguales.
30 DE NOVIEMBRE
HART.—Los planes de las acciones del 30 de noviembre los hizo Frank. El era el jefe de acción. El segundo era Pepito Tey.
VILMA.—Se había preparado a cada grupo por separado. Se citó a los jefes de grupo, que sabían lo que tenían que hacer cuando sonara el morterazo sobre el Moncada. (Se atacaría la Estación de Policía, la Marítima y se bloquearía el Moncada, sobre el cual caerían morterazos de una pieza que debían manejar Lester Rodríguez y Josué País, hecho que no se pudo realizar al caer los dos presos. Los dos primeros objetivos se lograron, aunque con la pérdida de Pepito, "Tony" Alomá y Otto Parellada en el asalto a la Policía.)
HAYDÉE.—Aunque no sonara el morterazo, todo debía comenzar a las 7 a.m. Al no sonar, pues lógicamente se produjo alguna confusión.
VILMA.—Anexo a estos planes, existía la posibilidad de otras acciones. Para ello se contaba con las brigadas juveniles. Y, además, se pasaría una cinta por la radio con un llamamiento.
Nosotros teníamos que ir a dormir a Punta Gorda el 29, pero Frank planteó que tenía que quedarse alguien para entregar la cinta... y esa fui yo.
HART.—En la grabación, después de hablar obreros y estudiantes, yo hacía un llamamiento, anunciando que Fidel había llegado a Cuba. La cinta se grabó en casa de Vilma, con una grabadora que era del maestro de Frank. En La Habana, creo que a Enrique Oltusky le habían dejado otra cinta grabada, que tampoco se pudo pasar. Desconozco si aún la tiene.
VILMA.—Asela de los Santos y yo nos quedamos con la cinta. Se la entregamos a las 6 de la mañana al técnico convenido de la CMKW y le dijimos que la pasara a las 7. Cogimos una máquina y fuimos a la Compañía de Teléfonos, donde nos aguardaba un compañero que iba a pasar por las líneas telefónicas a toda la isla el llamamiento que saldría por la radio.
A todo el mundo se le había dicho que el 30 no sería el de la acción, sino una prueba. Todos o casi todos acudieron. Pero cuando se les dijo lo que iba a ocurrir, hubo algunos que se negaron. Uno de ellos fue el técnico de la CMKW, que quemó la cinta... se asustó.
LA SALIDA DE PUNTA GORDA
HART.—Pasamos la noche del 29 en Punta Gorda.
HAYDÉE.—Salimos en una caravana de autos. Iba en la primera máquina, contrario a cuando el asalto al Moncada, en que iba atrás. En este carro estábamos Frank, Armando y Taras (Domitro).
HART.—Detrás, algunas otras máquinas con un grupo de compañeros.
HAYDÉE.—Recuerdo que le hablé a Taras de la similitud de aquella carretera de Punta Gorda con la de Siboney y la impresión que me producía, sobre todo al mirar hacia atrás.
HART.—Llegamos al cuartel general a las 6:30 ó 6:45 de la mañana. Estaba situado en San Félix y Santa Lucía.
VILMA.—Yo llegué a esa casa, después de entregar la grabación, casi parejamente con ustedes. Aquí teníamos que ir recibiendo la llamada de todos los jefes de los grupos, a medida que iban saliendo. Yo recibía la de Pepito, informando que ya salía.
Además de las acciones planeadas, había cientos de muchachos listos para entrar en acción. No se sabía lo que podía pasar. Algunos de aquellos muchachos cayeron presos. Específicamente, recuerdo a "Papucho".
HART.—Varios de ellos estaban en la Estación de Policía, que fue incendiada por el grupo de Pepito. Algunos estuvieron a punto de morir carbonizados, "Papucho", que tenía entonces 17 años, entre ellos. Llegó todo quemado a casa de Vilma.
VILMA.—Y Martí Pérez medio asfixiado. Los habían salvado los bomberos, que apagaron el incendio por detrás del edificio.
HAYDÉE.—Y es que era impresionante ver a aquellos muchachitos con sus brazaletes en las calles.
VILMA.—Incluso con el uniforme verde olivo. Los que participaron en las acciones los vistieron.
HART.—Hay que decir que el espíritu revolucionario de Santiago era algo extraordinario. Vivíamos allí sin problemas. Nos paseábamos por las calles y aun después del 30 de Noviembre... y más aún, después de caer presos.
VILMA.—El jefe del Cuartel era Frank. Yo estaba allí porque teníamos una serie de botiquines y enseñábamos a un grupo de muchachas los primeros auxilios. Todos los botiquines tenían su equipo, para auxiliar a los heridos. Heridos hubo pocos y los graves fueron llevados al hospital, como aquel muchacho al que le atravesaron un pulmón.
Al concluir las acciones, había que abandonar el Cuartel y tratamos de salvar las armas. Le hablé a Frank que debíamos ir hacia una casa que estaba al fondo, donde vivía un médico para esconder las armas. Al mismo tiempo, se consideró la posibilidad de ir hacia la Sierra y se enviaron dos mensajeros para ver cómo estaban las salidas de Santiago.
HART.—Aquel día pasamos varios sustos. Uno de ellos se produjo cuando Haydée y yo regresábamos de tratar de conseguir una casa para trasladar las armas. Haydée se quedó en la acera de enfrente, mientras yo tocaba la puerta del Cuartel. Entonces, los vecinos de los altos creyeron que quien tocaba la puerta era la policía y pusieron sobre aviso a Frank y demás compañeros. Haydée, desde enfrente, les hacía señas de que abrieran e interpretaron que quería decirles que era la policía. Por poco el propio Frank me dispara.
VILMA.—Mientras llegaba la respuesta de los mensajeros, discutimos varias veces si íbamos o no para la Sierra.
HAYDÉE.—Yo tenía la experiencia del Moncada, e insistía en irnos. "Aquí nos van a matar", decía.
VILMA.—Yo consideraba que no de-bíamos irnos. "Podemos repetir todo lo que hemos hecho y quedarnos igual, quedaría desorganizado el movimiento", opinaba. Al final hubo que desechar la salida a la Sierra: los caminos estaban bloqueados. Salí al doblar de la esquina a buscar la casa. Habíamos encontrado un cielo raso donde podíamos esconderlas. Antes de regresar al Cuartel, llegan Armando y Haydée, diciéndonos que teníamos que irnos, que estábamos rodeados.
HAYDÉE.—Nos había dado la impresión esa, por un avión pequeño que volaba muy bajo.
VILMA.—Yo estaba empecinada en no dejar las armas. Dije que se me había quedado dentro de la casa una identificación y tenía que recogerla. Entré y recuperé mi maletín de primeros auxilios que no me resignaba a perder. Haydée entró conmigo y soltó a las dos muchachas que trabajaban en aquella casa y que todo el tiempo estuvieron encerradas en un cuarto.
HAYDÉE.—Tamaño regaño me gané por eso de Frank. Las mujeres no corrían ningún peligro. Las soltamos. Les dijimos que pasábamos por allí en aquel momento, pues desconocían que formábamos parte del grupo que ocupó la casa. Ellas, al salir, parece que comentaron lo ocurrido, y saliendo nosotros llegó la policía. Por cierto que cuando yo entré contigo, llené una cartera muy grande que tenía con armas cortas y gran cantidad de balas.
¡Cómo pesaba!
VILMA.—Por cierto, que se nos ocurrían cosas tremendas a cada momento. Poco antes de abandonar el Cuartel, abrimos el refrigerador y lo encontramos lleno de huevos.
HAYDÉE.—Teníamos en la mente lo del Moncada, el hambre aquella, y dijimos: "Si vamos para la Sierra, nos llevamos estos huevos salcochados".
VILMA.—Metimos los huevos en una gran olla que en definitiva se quedó allí y al otro día apareció retratada en los periódicos. Yo me había pasado aquel día preparando batidos de fruta bomba para los muchachos.
AQUELLA BARRIGA AZUL
HAYDÉE.—Íbamos para San Jerónimo, cuando llegó la policía. Entramos en una casa (yo llevaba la cartera que casi se me caía) hasta que no hubo peligro.
VILMA.—Como a la una de la tarde, Haydée y yo le dijimos a Armando que íbamos a comprar emparedados. Lo que hicimos fue ir hasta las cercanías del Cuartel General, para ver cómo estaba la situación y si podíamos recuperar algunas armas. Cuando llegamos a la esquina, lo que primero vimos fue la barriga de gran tamaño de un policía que salía de allí. ¡Nunca olvidaré aquella barriga azul! Haydée y yo nos miramos con cara de desilusión, pues aunque no nos habíamos dicho nada, las dos ha-bíamos salido con la misma idea: sacar las armas.
HART.—Después, estuvimos dos o tres días sin ver a Frank.
VILMA.—Aparte de las acciones de Santiago, se hicieron las de Nicaro, en donde mataron a Rafael Orejón; de Palma, que atraparon a Oscarito Chaín cuando bajó a Santiago; de Ermita y Guantánamo.
HART.—Frank había venido organizando grupos de acción en toda la provincia. Tuvimos contacto con él después del Moncada y habíamos preparado algo para las elecciones del 54, que no se pudo efectuar. Pensábamos atacar numerosos colegios electorales, con el propósito de acopiar armas. Ya nos habían ocupado las granadas de Salud 222. Había tenido contacto con nosotros en La Habana. Recuerdo que Fidel, poco después de salir de la cárcel, nos dijo en una reunión que "en Oriente contamos con un tipo formidable". Le contesté que era Frank País. Y Fidel me preguntó: "¿Cómo tú lo sabes?". Frank, y con él numerosos grupos, se incorporó al Movimiento a través de Lester Rodríguez, que era el jefe en Oriente. Frank era entonces el jefe de acción allí, después el Jefe Nacional de Acción y más tarde Coordinador Nacional.
VILMA.—Aquel día de las elecciones del 54, nos la pasamos Frank, Rafael Rivero, Nitza (hermana de Vilma) y yo dando vueltas en una máquina a ver qué se podía hacer.
¿SE ADELANTARON?
HAYDÉE.—Las acciones de Santiago creo que se adelantaron.
VILMA.—Frank me dijo que había que realizar las acciones al tercer día de haberse recibido el telegrama.
HAYDÉE.—Pero de todas maneras, estuvo mal. Debimos habernos enterado primero del desembarco e inmediatamente producir las acciones. Nos hubiéramos enterado por la movilización de tropas y aviones. Nosotros, la orientación que teníamos era no tirarnos en Santiago hasta que no se hubiera producido el desembarco. Esto trajo por resultado que todas las fuerzas de la tiranía se concentraron sobre nosotros en Santiago. Por las condiciones excepcionales en que nos encontrábamos en Santiago, podíamos muy bien haber estado acuartelados 3 ó 4 días, hasta que desembarcara Fidel. Hubiéramos ayudado más y desperdigado a las fuerzas represivas.
HART.—Nos enteramos del desembarco el mismo día que se produjo. Estábamos tristes y preocupados y Frank nos vino a ver y nos dijo: "Ahora, a unir a los campesinos y realizar acciones, que esto será una bola que nadie podrá detener". Tuvo un concepto clarísimo de lo que sería la lucha en el campo.
VILMA.—Se hicieron viajes a La Habana y se inició la reorganización.