miércoles, 22 de octubre de 2014

119 aniversario de la invasión a Occidente.





El hecho militar más audaz de la centuria

     La invasión al occidente de la Isla de Cuba, protagonizada por tropas del Ejército Libertador al mando de los mayores generales Máximo Gómez y Antonio Maceo, entre el 22 de octubre de 1895 y el 22 de enero de 1896, fecha en que la columna invasora hizo entrada en Mantua, el poblado más occidental de Cuba. Fue considerada por muchos especialistas militares de la época como el hecho de armas más audaz de la centuria.


   La Invasión a Occidente, un sueño que no pudieron materializar los combatientes cubanos durante la Guerra de los Diez Años, era de trascendental importancia militar, económica y política para la causa independentista.
    Inspirada en lo que José Martí, el Apóstol de la Independencia de Cuba, concibió como “guerra necesaria”, esta campaña también respondía a un viejo anhelo de los generales insurrectos Antonio Maceo y Máximo Gómez, quienes pusieron en marcha la estrategia de no limitar la contienda libertadora al territorio oriental de la Isla, sino obligar a España a pelear simultáneamente en las seis provincias del país, con el fin de debilitarla en todos los frentes.
    Ambos próceres formaron un binomio invencible. Desde el oriente cubano partió Maceo, mientras Gómez organizaba a sus tropas desde Camagüey, territorio cercano a la región central de Cuba y guiados por el empeño de irradiar la lucha contra el colonialismo español por todos los confines de Cuba, las fuerzas del Ejército Libertador iniciaron el 22 de octubre de 1895 uno de los hechos más relevantes de la historia patria: la Invasión desde Oriente hasta Occidente.
    Cuba era una isla larga y estrecha, donde predominaban las llanuras.
     En Occidente se concentraban las mayores riquezas económicas y el centro del poder político de la colonia.
España domina todas las vías de comunicación.
     La metrópoli había concentrado la mayoría de las fuerzas militares en esa región.
      La columna invasora contaba con más de 4 mil hombres y los españolas entre soldados y voluntarios poseía una fuerza de más de 200 mil hombres.
Los objetivos militares, económicos y políticos de la invasión eran:
-Extender la guerra a todo el país.
-Aumentar en armas y combatientes al Ejército Libertador.
-Abrir las costas a las expediciones.
-Dispersar las fuerzas españolas.
-Impedir el desarrollo de la zafra.
-Destruir la economía de Occidente.
-Eliminar las manifestaciones de caudillismo y regionalismo.
-Extender la República en Armas.
-Lograr el reconocimiento internacional

       La idea de la invasión a occidente estuvo presente siempre en la estrategia de los principales jefes de la Revolución. Su razón está expresada en la Circular al Ejército Libertador de José Martí del 14 de mayo de 1895, unos días antes de su caída en combate: "La parte más importante y decisiva de una guerra no está en las batallas, ni en los hechos de valor personal, sino en el sistema favorable con que en todas partes a la vez, se debilita y empobrece al contrario, se le quitan recursos y se le aumentan las obligaciones, se le obliga a pelear contra su plan y voluntad, y se le impide que reponga sus fuerzas”
     De ahí que tan pronto se consolidó la lucha en las tres provincias orientales, Maceo formó un contingente con una parte de sus tropas para pasar hacia Camagüey, unirse con Gómez en Las Villas y avanzar hacia el oeste.
Reunidos poco más de 1 400 soldados en la sabana de Mangos de Baraguá, el lugar donde en 1878 se había producido la histórica Protesta,
     El contingente invasor oriental comandado por Antonio Maceo cruza la trocha de Júcaro a Morón, el 30 de noviembre de 1895.
Maceo dio inicio a la marcha el 22 de octubre de 1895. Después de burlar al mando español de Holguín, que lanzó todas sus fuerzas para impedir el avance de Maceo, el contingente invasor entró en la provincia de Camagüey, cruzó la bien defendida trocha de Júcaro a Morón sin tener una sola baja y se unió a las tropas de Máximo Gómez, como estaba previsto, en territorio villareño.
    El «Generalísimo» designó a Maceo jefe de la columna invasora. El 15 de diciembre, al hacer un recuento de armas y municiones, comprobó Maceo que sólo contaban con un promedio de dos cápsulas por cada combatiente: había que arrancarles armas y municiones al enemigo.
    Tuvieron oportunidad de hacerlo en Las Villas, donde eran ya 3 600 invasores que se enfrentaban a 8 000 soldados españoles. Allí libraron algunos combates, entre ellos el del 15 de diciembre de 1895 en el potrero de El Naranjo, que vino a ser el más favorable a las armas cubanas en todo el curso de la invasión. En él sólo participaron 400 invasores, los que hicieron más de 200 muertos al enemigo y capturaron buena cantidad de armas y parque, a un costo de cuatro cubanos muertos y 40 heridos.
     A un ritmo de 16 horas diarias de marcha, los invasores penetraron en la provincia de Matanzas, bien defendida por 30 000 soldados españoles, al mando del experimentado general Arsenio Martínez Campos. En las inmediaciones de esa provincia y utilizando su astucia, Gómez y Maceo dieron un gran rodeo y retrocedieron hasta los límites de Las Villas, como si regresaran hacia el oriente. Y cuando Martínez Campos los creía lejos, daban de nuevo un giro hacia occidente y se acercaban a la provincia de La Habana. Esta operación es conocida popularmente como «el lazo de la invasión», y constituyó una excelente maniobra que permitió burlar a poderosas fuerzas y continuar hacia el oeste.
     Ya en La Habana, con sus fuerzas incrementadas, los invasores avanzaron tomando ocho poblaciones importantes y amenazaron a la capital. Aquí Maceo y Gómez se separaron: éste quedó en La Habana con 2 500 hombres, mientras el Titán avanzaba hacia Pinar del Río con 1 500.
     Para facilitar las acciones invasoras de Maceo en Pinar del Río, Gómez distraía a las tropas españolas en La Habana mediante la táctica de «la lanzadera», que se caracterizaba por un constante ir y venir que despistaba a las columnas enemigas lanzadas contra él.
Maceo atravesó la provincia pinareña tomando numerosas poblaciones y evadiendo otras, y llegó victoriosamente al extremo occidental de la Isla, a la ciudad de Mantua, donde plantó la bandera de la estrella solitaria el 22 de enero de 1896, exactamente 3 meses después de haberse iniciado la marcha en Baraguá.
      El Ejército Libertador y sus dos jefes más relevantes habían realizado una portentosa hazaña que según un crítico extranjero fue «el hecho militar más audaz de la centuria».
      La destrucción de la economía que sustentaba al régimen colonial, en especial la industria azucarera, fue objetivo fundamental de la invasión a la región occidental de la isla.
En efecto, atravesando una isla larga y estrecha, cortada por numerosos ríos, desafiando a un enemigo que contaba al principio con unos 100 000 hombres y finalmente con más de 180 000 soldados y 42 generales; que era dueño de las principales ciudades y de pueblos bien fortificados, magníficos campamentos y trochas; que disponía de las armas más modernas de su época y un buen sistema de comunicaciones. Y en esas condiciones, la columna invasora cumplió cabalmente sus objetivos militares: llevar la guerra a todos los puntos del país, poner sobre las armas a miles de patriotas y fortalecer material y moralmente la insurrección.
      También se alcanzaron importantes objetivos económicos: destruir gran parte de las fuentes económicas de España, de tal modo que se redujo la producción y bajaron las recaudaciones del gobierno colonial.
       En lo político, creció el prestigio internacional del movimiento independentista; se demostró que en Cuba había un ejército popular y no una banda de facinerosos como decían los españoles, y se despertó el interés de los órganos de prensa mundiales por conocer y divulgar las luchas del pueblo cubano.
      Después de la Invasión se reafirmó la fe del pueblo en la victoria y muchas personalidades del mundo comprendieron que España no podría ganar la guerra de Cuba.
     Esta brillante invasión, síntesis y consolidación del arte militar cubano, implicó 92 días durante los cuales los libertadores recorrieron cerca de 1 800 kilómetros, sostuvieron 27 combates, ocuparon 22 poblaciones importantes y arrebataron al enemigo abundante equipo militar, incluidos 2 036 fusiles y 67 000 cartuchos. La magnitud de la hazaña se hace más evidente al considerar que la fuerza invasora nunca sobrepasó la cifra de 4 500 efectivos, mientras las tropas del ejército colonial español desplegadas en su frente sumaron cerca de 200 000 soldados regulares y paramilitares.
     El mundo entero quedó impresionado por la gesta. El periódico norteamericano The Sun comentó: "La habilidad de la estrategia del jefe revolucionario jamás ha sido sobrepasada en una guerra (...) se acerca más a los prodigios de la leyenda que a los anales auténticos de nuestro tiempo. Gómez ha desplegado en toda esta campaña admirable genio militar".
     Y el general estadounidense Sickles, veterano de la Guerra de Secesión, la enjuició así: "La marcha de Gómez, desde el punto de vista militar, es tan notable como la de Sherman (...) debemos poner a Gómez y a Maceo en la primera fila de la capacidad militar".
    De nada le valió a la metrópoli española su poderío. A golpe de audacia, coraje y agudeza, las huestes insurrectas dejaron huellas de valentía en combates como el cruce de la trocha de Júcaro a Morón, importante enclave del adversario que Gómez burló sin contratiempos para franquear el camino hacia la provincia central de Las Villas.
La Batalla de Mal Tiempo, donde fue aniquilado totalmente un batallón colonialista, así como los enfrentamientos en Las Taironas, Calimete y Coliseo fueron no menos cruciales en aquella gesta independentista que luego avanzó por los llanos aledaños a la capital del país y culminó en las montañas de Pinar del Río, en el extremo occidental de Cuba.
      Fueron 92 días de lucha frontal a lo largo de casi mil 800 kilómetros. El mando castrense español veía con asombro e impotencia cómo fracasaba estruendosamente la estrategia para contener y rechazar a los invasores a cuyo paso ocuparon una veintena de pueblos.
    Más allá de la trascendencia épica de este episodio, se logró el propósito de golpear sin tregua las fuentes de riquezas que sustentaban las ganancias de la metrópoli española en la isla.
    La Invasión a Occidente cubrió de gloria a los patriotas cubanos y le demostró al mundo la verdadera causa por la cual combatieron durante tres decenios.

viernes, 3 de octubre de 2014

Barbados: Un crimen sin castigo





    El vuelo 455 de Cubana de Aviación, el cual se dirigía desde la isla de Barbados a la de Jamaica -con destino en la capital cubana de La Habana- fue destruido en un atentado terrorista que tuvo lugar el 6 de octubre de 1976.
    Las 73 personas a bordo de la aeronave, un Douglas DC-8 de fabricación estadounidense, resultaron muertas en el hasta entonces peor ataque de este tipo en el hemisferio occidental. En el luctuoso hecho se utilizaron dos bombas, descritas como dinamita o explosivo C-4.
    La evidencia posterior implicó a varios individuos contrarios a la Revolución del exilio cubano que tenían vínculos con la CIA, además de algunos miembros de la policía secreta venezolana de aquel entonces (la denominada Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención -DISIP-).

    Además, el hecho tuvo rápidamente implicaciones políticas internacionales cuando el gobierno cubano acusó, aunque sin pruebas en concreto, al gobierno de los Estados Unidos de complicidad en el ataque.
     Documentos de la CIA recién desclasificados en 2005 indican que esa agencia estadounidense “tenía inteligencia concreta de avanzada, tan temprano como junio de 1976, sobre planes de grupos terroristas cubanos exiliados, de atacar con una bomba un avión de línea de Cubana”. Por su parte, el antiguo agente de la CIA Luis Posada Carriles negaría haber estado personalmente involucrado en el atentado, pero no obstante proveería varios detalles del mismo en su libro de 1994 Los caminos del guerrero.
    Cuatro hombres fueron arrestados en relación al atentado, y se realizó un juicio al respecto en Venezuela: Freddy Lugo y Hernán Ricardo Lozano fueron sentenciados a 20 años de prisión, pero Orlando Bosch fue finalmente absuelto debido a defectos técnicos en la consecución de las pruebas o evidencia por parte de la fiscalía y ahora vive en la ciudad de Miami, la capital del exilio cubano (al sur del estado de la Florida).
    Por su parte, Luis Posada Carriles estuvo detenido durante ocho años mientras aguardaba una sentencia definitiva, pero eventualmente logró huir. Con posterioridad ingresó a los Estados Unidos, donde estuvo detenido por haber ingresado ilegalmente a su territorio, siendo liberado el 19 de abril de 2007.

El atentado
    El 6 de octubre de 1976, el vuelo CU-455 de Cubana de Aviación partió desde Guyana hacia la capital cubana de La Habana, vía las islas de Trinidad, Barbados y Jamaica. Sin embargo, el avión no logró llegar ni siquiera a Kingston, ya que a las 17:24, sólo nueve minutos después de haber despegado desde el Aeropuerto de Seawell y a unos 18.000 pies de altura, explotó una bomba que estaba escondida en el baño trasero.
    El capitán de ese vuelo, el piloto Wilfredo Pérez Pérez, emitió por radio el siguiente mensaje a la torre de control: «!Tenemos una explosión a bordo, estamos descendiendo inmediatamente!... ¡Tenemos fuego a bordo! ¡Solicitamos aterrizar de inmediato! ¡Tenemos una emergencia total!». La aeronave inició un descenso rápido, mientras ambos pilotos trataban infructuosamente de llevar la aeronave de regreso al Aeropuerto de Seawell.
    Una segunda bomba explotó en el lapso de los siguientes minutos, contribuyendo definitivamente a que el avión se estrellase.
    Como realizar un aterrizaje de emergencia ya no era posible, parece que el capitán decidió enfilar la aeronave hacia el Océano Atlántico, salvando eventualmente las vidas de los turistas que se encontraban en las playas cercanas. El avión finalmente se estrelló a unos 8 km del aeropuerto.
    Las 73 personas a bordo murieron (48 pasajeros y 25 miembros de la tripulación). Según su desglose por nacionalidades, se trató de 57 cubanos, 11 guyanenses y 5 norcoreanos. Entre los fallecidos se encontraban los 24 miembros del equipo nacional juvenil de esgrima cubano, quienes regresaban a Cuba luego de haber ganado todas las medallas de oro en el Campeonato Centromericano y del Caribe; varios de ellos no llegaban ni siquiera a los 20 años de edad.
    Algunos funcionarios cubanos también se encontraban en el avión: Manuel Permuy Hernández, entonces director del Partido Comunista del Instituto Nacional de Deportes (INDER), Jorge de la Nuez Suárez, secretario del PCC para la flota pesquera de camarones Alfonso González, comisionado nacional de deportes con armas de fuego y Domingo Chacón Coello, agente del Ministerio del Interior.

     Por su parte, los 11 pasajeros de Guyana incluían a estudiantes de medicina de sólo 18 y 19 años de edad, además de la joven esposa de un diplomático de ese país sudamericano. Por su parte, los cinco norcoreanos eran funcionarios del gobierno de Kim Il Sung, además de un camarógrafo.

Arrestos
     Horas después de las dos explosiones, las autoridades de Trinidad y Tobago arrestaron a Freddy Lugo y a Hernán Ricardo Lozano, dos hombres venezolanos que habían abordado el avión en Trinidad y que en teoría viajaban a Cuba como destino final, pero que finalmente desembarcaron en la escala intermedia de Barbados, antes de volver a su isla de partida. Evidentemente, se trataba de un movimiento que ya desde entrada resultaba ser muy sospechoso.
    Luego se descubriría que Ricardo había estado previamente viajando bajo una identidad falsa, bajo el nombre de un tal José Vázquez García. Lugo y Ricardo finalmente confesaron, declarando haber actuado bajo órdenes de Luis Posada Carriles. Sus testimonios, además de otras pruebas o evidencias adicionales, implicaron a Posada Carriles junto a otro venezolano, Orlando Bosch.
    El 14 de octubre de 1976, tanto Posada Carriles como Bosch fueron arrestados en Caracas, Venezuela y las oficinas de “Investigaciones Comerciales e Industriales C.A.” (ICICA), una agencia de privada de investigaciones de la que Posada era dueño, fueron allanadas. Allí se encontraron armas, explosivos y un transmisor de radio. Ricardo era un empleado del ICICA cuando se produjo el ataque, mientras que Lugo trabajaba como fotógrafo para el Ministerio de Minas e Hidrocarburos.
    El siguiente 20 de octubre, funcionarios oficiales de Barbados, Cuba, Guyana, Trinidad y Tobago y Venezuela, mantuvieron una reunión en la capital triniteña de Puerto España, durante la cual tomaron de decisión de que se realizase un juicio en tierra venezolana, debido a que esa era la nacionalidad de los cuatro acusados. Poco tiempo después, Lugo y Ricardo fueron deportados a Venezuela.
    El 25 de agosto de 1977, la juez Delia Estava Moreno derivó el caso a un tribunal militar, acusando a los cuatro conspiradores de haber cometido y traición. Tres años después, en septiembre de 1980, un juez militar venezolano absolvió a los cuatro hombres.
    El fiscal apeló, argumentando que una corte militar era el foro judicial equivocado para juzgar el caso por dos razones: ninguno de los hombres acusados tenía grado militar alguno en 1976, y el delito de homicidio calificado no puede ser juzgado por un tribunal militar, sino por uno penal común.
    Por lo tanto, la Corte Militar de Apelación acordó declararse incompetente y renunciar a su jurisdicción respecto del eventual procesamiento de los sospechosos por parte de la misma. El juez sentenció que los acusados “son civiles y los crímenes que se les imputa están regidos por el Código Penal (y no por el de justicia militar)... Los delitos comunes no están sujetos a las disposiciones del Código de Justicia Militar...”
     Los cuatro fueron entonces acusados, ante la Corte Penal N° 11 de Venezuela, de los cargos de homicidio agravado. El 8 de agosto de 1985, el juez Alberto Pérez Marcano sentenció a Lugo y a Ricardo a cumplir 20 años de prisión cada uno. No obstante, el juez se abstuvo de aplicar una pena mayor “debido a la circunstancia de no tener un prontuario criminal previo”.
   Con respecto a Orlando Bosch Ávila, éste fue finalmente absuelto porque las pruebas recolectadas por las autoridades de la pequeña isla de Barbados durante el transcurso de la investigación no pudieron ser utilizadas en el juicio que se había previamente iniciado en Venezuela, ya que fueron presentadas demasiado tarde y aún no habían sido traducidas del inglés al español.
     Por otro lado, Posada Carriles huyó de la penitenciaría de San Juan de los Morros en víspera de que el tribunal pronunciase su sentencia. Justamente había sido confinado a esa prisión luego de dos fallidos intentos de fuga anteriores. Posteriormente se alegaría que las autoridades venezolanas implicadas en su detención habían sido sobornadas para ayudarlo a escapar, o que le habrían permitido hacerlo.

     En esas nuevas condiciones, no se pudo alcanzar ningún veredicto contra él porque, según el Código Penal entonces vigente en Venezuela, un proceso judicial no podía ser en ausencia (in absentia) y por el contrario requería la presencia del acusado durante la sustanciación del mismo. La Corte entonces emitió una orden de detención contra él, la cual en noviembre de 2005 aún se encontraba pendiente.

    Otro juez ordenó que el fuese revisado por una Corte de Apelación. El entonces gobierno venezolano declinó apelar el caso, y en noviembre de 1987 Orlando Bosch Ávila fue liberado. Había cumplido 11 años de prisión, a pesar de haber sido absuelto, no una sino dos veces. Por su parte, Lugo y Lozano fueron finalmente liberados en 1993 y continuaban residiendo en Venezuela. Por su parte, Posada Carriles huyó a Panamá, el terrorista más connotado de América está protegido y gozando de plena libertad en Miami, paseándose por las calles como “héroe maldito” de la extrema derecha cubana.
El crimen de Barbados hasta ahora sigue impune. Seis de Octubre. Un día de dolor, infamia y vergüenza. Hasta un día.

miércoles, 1 de octubre de 2014

José Martí latinoamericanista




José Martí es el Apóstol de nuestra independencia, es una figura que todos los cubanos y los latinoamericanos debemos conocer. Él fue un hombre muy preocupado por los destinos de la América que había sido colonizada por los españoles, esa que hoy conocemos como América Latina y él llamó Nuestra América.

¿Por qué la llamó Nuestra América? Él decía que la América de habla hispana era una sola, con muchas cosas en común entre nuestros pueblos y muy diferentes a la América de habla inglesa, que era la otra América, con otros intereses, cultura y costumbres.

 A lo largo de buena parte de su vida José Martí escribió mucho para los periódicos de los países de América Latina: Argentina, Venezuela, México, etc. Y siempre trató de enseñarles a los pueblos de esos países, cómo era la vida en los Estados Unidos, de que forman vivían, sus preocupaciones por el dinero y la falta de sentimientos elevados como la solidaridad,  el desinterés material, altruismo, la filantropía o la generosidad, como cualidades  de la sociedad.

 Les advirtió que en ese país había hombres poderosos que querían dominar a las naciones de Latinoamérica y someterlas política y económicamente, así como arrebatarle sus riquezas. En los social esta clase rica de esa nación, veía a las sociedades de Nuestras América como inferiores, incapaces de trabajar para desarrollarse e interesados solo por las diversiones y el placer.

 Por esta razón Martí abrazó la idea bolivariana de unir a todos los países de América Latina en una sola nación para poder avanzar e impedir ser dominados por el “norte revuelto y brutal que nos desprecia”, como el calificó a los Estados Unidos.

 En su última carta al mexicano Manuel Mercado, el 18 de mayo de 1895, un día antes de caer en combate, Martí le expresó a su amigo sus preocupaciones políticas, por las intenciones del imperialismo yanqui para dominar a nuestros países y le dice: “Cuanto hice hasta hoy y haré es para eso”…”viví en el monstruo y le conozco su entrañas y mi honda es la de David”

 Ese es nuestro José Martí el hombre que no solo luchó por liberar a Cuba del colonialismo español, sino para impedir que los norteamericanos dominaran a la América Latina, esa que él quería próspera, feliz y unida y que hoy recoge su honda para enfrenta al “Gigante de siete leguas”